EL TÓTEM DE DAVOS

Las lecciones de Davos deben ir más allá de los discursos.

Lucy Bravo
Columnas
Foto: Especial
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No es ningún secreto que la ausencia del habitual séquito de líderes de países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos dejó el campo libre para que el nuevo presidente brasileño, el ultraderechista Jair Bolsonaro, se robara los reflectores del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). Si bien su discurso no entusiasmó a los asistentes las señales de un desequilibrio en el orden mundial fueron más que evidentes en las calles cubiertas de nieve de Davos.

Los más de tres mil delegados del WEF le temen al creciente rechazo contra el capitalismo global, pero tampoco están equipados para ofrecer soluciones. Davos difícilmente puede ofrecer antídotos para la demagogia nacionalista que recorre al mundo cuando su orador principal este año fue Bolsonaro, un personaje beligerante conocido por sus mensajes sexistas, racistas y homofóbicos.

Pero la historia de Bolsonaro es la misma de la victoria de Donald Trump, del Brexit, del rechazo al proceso de paz en Colombia, del triunfo en Italia del ultraderechista Matteo Salvini y del populista Movimiento 5 Estrellas. Una historia en que las emociones, especialmente el miedo y el odio, mueven más que cualquier programa político.

El año pasado el ocupante de la Casa Blanca sacudió a Davos. Este año la llegada de la derecha radical al país más grande de América Latina debutó ante el mundo bajo un llamado a las inversiones extranjeras. Pero lo único que quedó claro es que a ninguno de los líderes del estilo le interesa en sanar la división social que los llevó al poder. Y mientras la visión convencional del WEF continúe siendo que la “razón” prevalecerá, los cataclismos políticos seguirán recorriendo las urnas.

Brecha

Las lecciones de Davos deben ir más allá de los discursos. El punto de arranque de esta reunión de las élites fue la reducción de los pronósticos de crecimiento global para 2019, de 3.7 a 3.5%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de 3 a 2.9% por parte del Banco Mundial. Y esto solo puede empeorar el rechazo social al sistema económico global.

En paralelo, después de que el presidente del Parlamento venezolano, Juan Guaidó, se autoproclamó como líder de su país y varios gobiernos lo reconocieran como tal rápidamente la situación de Venezuela invadió las distintas sesiones en que participaron los presidentes de Colombia, Brasil, Ecuador, Costa Rica y Paraguay.

La brecha entre el WEF y la realidad política de las clases que se sienten excluidas de la globalización es cada vez más evidente. Estos segmentos sociales rechazan el sistema que les “desfavorece” y seguirán culpando a las élites hasta que los ahí reunidos atiendan de una vez por todas esta advertencia.

No es casualidad que el nacionalismo fuera el gran tótem de Davos en los últimos dos años.