MADURO Y MÉXICO

La Doctrina Estrada establece que México no otorga ni retira reconocimientos a gobiernos extranjeros.

Sergio Sarmiento
Columnas
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Ilustración

Nicolás Maduro tomó posesión en un nuevo mandato como presidente de Venezuela el 10 de enero de 2019, a pesar de que las cuestionadas elecciones en las que supuestamente triunfó habían tenido lugar en mayo de 2018. La Asamblea Nacional controlada por la oposición lo desconoció como mandatario y nombró el 23 de enero a Juan Guaidó como presidente encargado hasta la realización de elecciones democráticas. Así, Venezuela amaneció el 24 de enero con dos presidentes.

Maduro asumió las responsabilidades de gobierno desde enero de 2013, durante la enfermedad de Hugo Chávez, con el cargo de vicepresidente. Se convirtió en presidente encargado el 5 de marzo de ese año, tras la muerte de Chávez, y pasó a ser oficialmente presidente de Venezuela el 19 de abril de 2013. Hoy busca prolongar un mandato muy cuestionado. Cuenta con el reconocimiento de un grupo pequeño de países, entre ellos Cuba, Bolivia, Rusia, Turquía y México.

Del otro lado está Guaidó, cabeza de una Asamblea Nacional electa de manera democrática en 2015 pero que Maduro desconoció para gobernar por decreto. Es reconocido como presidente encargado por Estados Unidos, Canadá, Colombia, Ecuador, Perú y Japón, así como por la Organización de Estados Americanos. La Unión Europea no ha reconocido a Guaidó pero pidió a Maduro que organice elecciones realmente democráticas y se abstenga de usar la fuerza ante las manifestaciones contra su gobierno.

Posición

Las naciones que apoyan a Maduro son en su mayoría dictaduras, pero entre ellas se encuentra México, que no lo es. Nuestro país mantiene su apoyo a Maduro en parte porque tiene alguna simpatía ideológica con él pero también por la llamada Doctrina Estrada, que establece un principio expresado originalmente en 1930 según el cual México no otorga ni retira reconocimientos a gobiernos extranjeros.

La Doctrina Estrada ha sido aplicada de manera poco consistente. México siempre reconoció el gobierno de Fidel Castro en Cuba pero rompió relaciones con el gobierno chileno de Augusto Pinochet. En el caso de Manuel Zelaya en Honduras, Felipe Calderón no reconoció su destitución como presidente por la Suprema Corte de Justicia de Honduras; Marcelo Ebrard, entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México y hoy canciller en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, respaldó la posición de Calderón y posteriormente contrajo matrimonio con Rosalinda Bueso, embajadora de Zelaya en México.

Maduro no es un presidente electo democráticamente. Cuando los partidos que lo apoyaban perdieron la elección legislativa de 2015 él desconoció a la Asamblea y creó una nueva, que llamó Constituyente, la cual no estaba considerada en las leyes ni fue electa democráticamente. Desde entonces Maduro ha gobernado por decreto, como dictador, y aunque se presentó a unas elecciones en mayo de 2018 estas no fueron reconocidas como democráticas por los observadores internacionales.

Mientras tanto las políticas de Maduro, que continúan las aplicadas previamente por Hugo Chávez, provocaron un desplome monumental de la economía venezolana. Alrededor de 2.3 millones de venezolanos han salido del país por razones económicas o políticas.

México ha decidido mantener su apoyo a Maduro. Es una posición que se presenta como defensa de la soberanía de los pueblos y del principio de no intervención. Pero también se interpreta como el respaldo político a un dictador.