LA NEGOCIACIÓN ANTE LA MOVILIZACIÓN SOCIAL

Sin principio de autoridad no hay gestión de gobierno.

Javier Oliva Posada
Columnas
Foto: Especial
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Varias ciudades de Francia viven desde hace varias semanas la intensa presencia en las calles de miles de manifestantes que exigen medidas como la contención al aumento de los impuestos a la gasolina. Ha sido de tal magnitud la protesta que el mismo presidente Emmanuel Macron dispuso varias medidas inmediatas, así como ajustes en su gabinete. Veamos las implicaciones.

Por una parte la Presidencia de Macron marca un antes y un después luego de la práctica supresión del sistema (tradicional) de partidos políticos que por generaciones se había disputado el poder, y, por otra, el mandatario enfrenta los desafíos de representar a una de las principales potencias regionales y mundiales para conducir los destinos de la Unión Europea.

En este sentido los signos de recambio político anunciado por la misma Angela Merkel para anticipar su fin como líder de Alemania propician aún más inestabilidad e incluso nerviosismo: inversiones, pensiones, organización de eventos diplomáticos de primer nivel, entre otros, reclaman una serie de medidas que no se anclen en el presente.

Visto desde México lo que sucede en Francia y con su presidente es una muestra de que si bien la victoria electoral fue incuestionable y de abrumadora mayoría el nuevo titular del Poder Ejecutivo, sea en ese país o en el nuestro, va cargado de una enorme responsabilidad social. De allí que las protestas en las ciudades francesas adquieran un particular relieve, mientras que en nuestro país, a pesar de que aún no prosperan, es natural y consecuente que estas se vayan a dar. A cada presidente le corresponde una tragedia (Tlahuelilpan) o un huracán o sismo. Por eso preparar desde hace meses una cierta capacidad de respuesta atiende a las exigencias de la coyuntura y, a la vez, a una visión de largo plazo.

Contexto

La protesta social es inherente a las democracias. Su tratamiento legal, institucional y pacífico de ninguna manera puede relacionarse con lo que llamo la pedagogía de la impunidad. Es decir, que los ciudadanos —incluso adolescentes— que agreden de forma física a elementos militares o de la Policía Federal deben ser castigados conforme a la ley. Ni más ni menos. Destruir mobiliario urbano, infraestructura del Estado, así como afectar la integridad de los representantes de las Fuerzas Armadas de ninguna manera puede quedar en el olvido.

Justo lo anterior ocurrió en París. Al grabarse en video un ataque artero por parte de varios manifestantes contra un policía la reacción social en general fue de desaprobación y rechazo. Las movilizaciones desde entonces vienen a la baja.

Hay que aprender de otras democracias para comprender que la nuestra no está fuera de contexto en lo que se refiere a la forma de procesar sus conflictos y contradicciones, aunque una cuestión es muy clara: sin principio de autoridad no hay gestión de gobierno. Incluso, no la puede haber.