HIDRA DE MIL CABEZAS

Nadie vio los depósitos clandestinos para venta de combustible al interior de poblados y rancherías.

Alberto Barranco
Columnas
Foto: Especial
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Aunque el dicho señala que en tierra de ciegos el tuerto es rey, durante el anterior sexenio no hubo uno solo de estos para alertar del saqueo de combustibles a Petróleos Mexicanos. Así, nadie vio nada frente al continuo paso de camiones con grandes recipientes de depósito con proa a uno de los mausoleos recién levantado en el panteón grande de San Isidro ubicado en Azcapotzalco.

La capilla se había levantado casualmente sobre el derecho de vía del ducto proveniente de Tuxpan, Veracruz, según ello para honrar la memoria de un difuntito.

La alternativa, en este caso vía casuchas improvisadas, se extendió a lo largo y ancho de la mayoría de los ductos de Pemex, a contrapelo naturalmente de la prohibición expresa.

Nadie vio nada a pesar del supuesto patrullaje permanente y los sobrevuelos de la Fuerza Aérea.

Naturalmente, aunque la ley faculta al gobierno al desalojo y derribo de las construcciones en terreno federal, dado el reclutamiento de las bandas delincuenciales de gente del pueblo, la acción podría resultar sangrienta.

Descartada esta, la posibilidad de revisión requeriría de centenares de órdenes de cateo cuyo desahogo podría llevar meses.

Saqueo

Sin embargo, en tierra de ciegos tampoco nadie vio los depósitos clandestinos para venta de combustible al interior de poblados y rancherías, que en algunos casos llegaba a las carreteras federales.

Un chofer en apuros podría consultar la ubicación por medio de Google.

Ahora que el saqueo se realizaba en forma mayoritaria al interior de Pemex.

El modus operandi era doble: desde un ángulo se alertaba a los huachicoleros sobre la presión de los ductos para evitar que la horadación de estos se descontrolara.

El otro es más sofisticado: hete aquí que desde las plataformas marinas de extracción se enviaba petróleo por doble esquema: barcos con boletas de remisión de las cantidades de petróleo crudo entregados a las refinerías y barcos sin la formalidad, algunos cargando en altamar.

Bajo el colosal excedente, desde las propias plantas de refinación se vendían combustibles bajo el agua a precio castigado, bajo el argumento de que había sobreproducción y podrían evaporarse miles de litros.

De ahí que se hayan ubicado gasolineras con grandes volúmenes de venta… sin haberle comprado un litro de combustible a Pemex. De ahí el que no empaten los volúmenes de compras de la empresa productiva del Estado con los de ventas de consorcios gasolineros.

En la hidra de mil cabezas se realizaba un abasto clandestino en las madrugadas, que nadie veía. En la hidra de mil cabezas la negligencia criminal de 18 años colocó el ataúd para la muerte absurda de más de 90 personas en la pesca de migajas de un botín envenenado.

¿Epidemia de ceguera?