“LIBRE COMERCIO: EL MECANISMO MÁS EFICAZ PARA LA PROSPERIDAD”

Las ideas proteccionistas o de autarquía bajarán los niveles de vida en Estados Unidos y en los países que entren en la misma dinámica.

Hector González
Todo menos politica
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CMB

Si algo distingue al ejercicio público e intelectual de Ricardo Hipólito López Murphy es la defensa de la libertad. El político argentino conoce como pocos los entresijos del gobierno de su país. Durante el gobierno de Fernando de la Rúa se desempeñó como ministro de Defensa, Economía y Vivienda. El común denominador siempre ha sido el apego al sistema liberal.

“La idea de prosperidad está asociada al liberalismo”, asegura en entrevista. Y añade: “Es difícil encontrar a un país próspero fuera de este esquema”.

Ex presidente de la Red Liberal de América Latina, ha sido un protagonista de la política de su país durante los últimos 20 años por medio de organizaciones como la Unión Cívica Radical y el partido Convergencia Federal.

Convencido de que la transparencia y la eficacia deben ser rasgos de un Estado moderno, López Murphy sostiene que el “comercio libre es quizás el mecanismo más eficaz de transmisión de la prosperidad”.

—A partir de su experiencia como presidente de la Red Liberal de América Latina, ¿qué significa ser liberal hoy?

—Ser liberal implica una visión del mundo donde se combina la democracia representativa, es decir, el pluralismo político, la división de poderes y la prensa libre, con la iniciativa privada y la economía de mercado. Esta forma organizativa es la predominante en el mundo desarrollado y es difícil encontrar a un país próspero fuera de este esquema o de estas características institucionales. Más específicamente, el liberalismo es un énfasis en el control y balance del poder. Se caracteriza por dar el eje de las iniciativas a la sociedad civil; por evitar el paternalismo y el clientelismo del Estado, así como la identificación del gobierno con el partido político en el poder. El liberalismo defiende la idea del Estado laico, sin credos ni ideologías; es un sistema asociado al éxito contemporáneo.

—Sin embargo, hay críticos que argumentan que ante el resurgimiento de los populismos, el liberalismo ha perdido terreno.

—El mundo fue muy próspero bajo la idea de la libertad. Entre 1970 y 2016 el PIB mundial se multiplicó por cinco. Es verdad que el presidente Trump ha sido muy crítico de este orden económico, pero es un error pensar que fracasó. Al contrario, creo ha sido muy exitoso. El mundo organizado bajo estas ideas creció más que nunca; la prosperidad se asocia a estas formas organizativas. Las ideas proteccionistas o de autarquía bajarán los niveles de vida en Estados Unidos y los países que entren en la misma dinámica. Mi impresión es que el éxito se asocia a la integración al mundo, la paz, la tolerancia, el pluralismo y la libertad de prensa.

—Creció el PIB mundial pero ¿la desigualdad no se ha incrementado?

—La pobreza bajó dramáticamente. Los países que más han crecido son India y China, ambos extremadamente pobres y numerosos, que hoy tienen sin embargo más desarrollo que algunas potencias. La cuestión es que las expectativas de la sociedad superan los niveles de prosperidad. Hoy cualquier mexicano o europeo está mejor que sus familiares hace 60 años; el problema es que no nos comparamos con nuestro pasado sino con Noruega o Finlandia. Y en ese sentido sí hay una gran diferencia. Yo visito México desde hace 40 años y hoy noto un progreso enorme. Ni qué decir de naciones como Singapur, Taiwán, Chile o Corea, donde el progreso ha sido extraordinario.

Por otro lado, añade, “es verdad que la desigualdad entre los países puede haber aumentado, pero esto se debe a que el cambio tecnológico implicó el ahorro de mano de obra no calificada y es posible que esto pusiera bajo mucha presión a quienes vivían de su fuerza de trabajo. No obstante, esto no me llena de pesadumbre, todo lo contrario: me motiva a ver oportunidades. Si subimos el capital humano de los mexicanos, si mejoramos sistemáticamente la calidad de su educación y los logros en términos de mayor extensión de vida educativa, subiremos el capital físico per cápita en un entorno de competencia, lo que a su vez se traducirá en una mejoría notable”.

Otra característica de los liberales, puntualiza López Murphy, “es asumir que lo mejor está por venir. En general, los antiliberales son melancólicos: tienen la idea de un pasado idealizado y que no existió”.

—¿Pero los gobiernos liberales dejaron de hacer algo que sí supieron capitalizar personajes como Donald Trump?

—La búsqueda por alcanzar el paraíso en la tierra ha sido una característica de todas las sociedades. Dadas las tensiones en que viven las sociedades modernas a veces se desatan temores irracionales. En Estados Unidos hay un miedo enorme a la competencia mexicana, pero no ven que el progreso de México beneficia a la Unión Americana. Se ve como amenaza algo que a todas luces es una oportunidad. Este punto de vista es equivocado; la intolerancia y la descalificación no ayudan ni son constructivas. Lamentablemente este tipo de ideas aparecen de tanto y tanto. La búsqueda de una suerte de Mesías que resuelva todos los problemas aparece por igual en países más y menos desarrollados. La mejor forma de lidiar con ello es explicar los problemas, gestionar mejor los gobiernos bajo más competencia y transparencia.

Por ejemplo, dice, “un problema actual y muy complejo consiste en mejorar fuertemente el capital humano para adaptarse a un cambio tecnológico que ha sido muy vertiginoso y angustiante. Todo esto produce una gran tensión y una búsqueda de certezas y seguridades que pueden ser falsamente atendidas por un hombre que seduce con un lenguaje maniqueo. Frente a eso tenemos el mundo de la concordia y la competencia pero con cooperación. Me parece que este esquema es mejor que dividir al mundo en ‘ellos’ y ‘nosotros’. Desgraciadamente los prejuicios, por incomprensibles que parezcan, son populares. Para afrontar estos problemas es necesaria una prédica distinta y aprender a mirar los hechos con realismo”.

Papel del Estado

—¿En esta dinámica cuál debe ser el papel del Estado?

—En general los Estados modernos proveen servicios y derechos como la seguridad o la justicia; es su deber. Las leyes que organizan y estructuran la interacción entre los ciudadanos son su responsabilidad. Ayudar a que la educación sea un fenómeno masivo y la tarea preventiva en materia de salud le corresponden, como también la provisión de infraestructura. Me parece que el resto de las actividades se hacen mejor bajo competencia y en condiciones de autonomía y responsabilidad de los agentes privados. Si el Estado es eficiente, transparente y cumple sus fines al menor costo ayuda a crear una sociedad mejor, pero cuando se extralimita, mete el dedo en cada cosa y se sobreextiende cae en mecanismos de corrupción. Esto ha sucedido en todas las sociedades. Un capitalismo competitivo es mejor que un capitalismo de cuates.

—En términos de economía y en un escenario de libre competencia ¿hasta dónde puede intervenir el Estado?

—Cuanto más competencia e integración al mundo, mejor. Cuanto más respaldo a la formación de capital humano, la salud y la educación, mejor. Cuanto más transparente y eficaz sea la justicia, mejor.

—¿Y la seguridad?

—La seguridad es una actividad central. Si el Estado provee verdadera seguridad a los ciudadanos crea un entorno muy favorable. Si asegura la defensa y la autonomía del país, mejor. Hacerlo bien implica una tarea gigantesca. Tener una justicia independiente y unas fuerzas de seguridad eficaces que eviten el surgimiento de mafias y crimen organizado es indispensable. El mundo vive una ofensiva de los cárteles de narcotraficantes: ese ha sido un fenómeno global y complejo. Si un gobierno consigue revertir esto le irá bárbaro. En cambio, cuando se concentra en ser un Estado minorista, comercializador y productor se vuelve ineficaz y vulnerable a la corrupción.

Momento latinoamericano

—Vivimos una época donde coinciden Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Jair Bolsonaro. ¿Cómo ve el escenario en América Latina?

—El caso venezolano es paradigmático. Al principio de la entrevista le comentaba que el mundo ha mejorado su condición de vida en lo general: la excepción a esto es Venezuela. Se ha convertido en un país que vive en un lago de petróleo más pobre que Ruanda y Burundi. Salvo Zimbabue, no conozco otro caso igual. Su catástrofe se debe a la ideología antiliberal. Por eso cuando veo que un gobierno va contra la libertad y la autonomía de la sociedad civil me pregunto si no llegará al nivel de Zimbabue o Venezuela.

—Brasil y Nicaragua tienen gobiernos que parecen atentar contra las libertades…

—En el caso de Brasil soy más cauteloso, porque el gobierno apenas empieza. En Nicaragua me preocupan las matanzas contra la juventud. Al hacer un análisis de este tipo me fijo hacia dónde se va la gente. No veo a nadie que se escape hacia Cuba o Venezuela, al contrario. Este tipo de cosas son ejemplares sobre lo que no hay que hacer. La Venezuela de Chávez y Maduro representa lo contrario al espíritu liberal: es un camino que debemos evitar a toda costa.

—No sé qué tan empapado esté sobre lo que sucede en México, pero quisiera conocer su opinión sobre las señales que envía el nuevo gobierno.

—México hizo una transformación importante. Yo recuerdo al México de la gran inflación, de las crisis cambiarias y de la crisis sexenal; un país con grandes limitaciones y endeudado. En los últimos 30 años creo que ha salido adelante y hoy tiene un vigor manufacturero que hace temer a Trump. No quiero decir que todo está bien. Soy consciente de sus problemas con el crimen organizado y de su desarrollo desigual; también creo que hizo enormes esfuerzos y a pesar de eso los resultados no han sido los esperados. Aún así, mi lectura es positiva. Sería un error negar el progreso. Por eso hay que construir a partir de lo que se tiene. Se necesita enfrentar al crimen organizado en todas sus actividades. Creo que ayudaría un sistema de justicia más confiable y probablemente una sociedad con más movilidad social. Regresar al México de los setenta sería un error.

—¿Percibe en el gobierno actual una tentación por regresar al Estado fuerte?

—No lo sé. México está muy integrado al mercado de los capitales. Si envías señales negativas sufres corridas cambiarias y financieras. Una señal muy transparente es el nivel de riesgo como país. Si se percibiera ese riesgo los bonos mexicanos perderían valor, se encarecería la capacidad de financiar la inversión y bajaría la posibilidad de generar empleo efectivo. Cuando sube el riesgo país se comprime la remuneración al trabajo y a la capacidad de crecimiento. Espero que a partir del caso venezolano prevalezca el pragmatismo y no los prejuicios. Hoy es necesaria la cooperación del capital extranjero y la integración al mundo.

—¿Hoy quiénes son los enemigos del liberalismo y cuáles son sus logros sistémicos?

—Los enemigos son los opositores a una sociedad libre y tolerante; aquí caben los movimientos de extrema derecha e izquierda. En general esos grupos conspiran contra la sociedad organizada por la libertad. En contraparte, el éxito más notable y evidente lo argumenta el hecho de que entre 1970 y 2016 el mundo multiplicó su PIB por cinco; durante la segunda mitad del siglo XX creció más de lo que había crecido en toda su historia. Si abortamos esa máquina de crecimiento nos hacemos un gran daño. En general el mundo ha progresado con el libre comercio. El comercio libre es quizás el mecanismo más eficaz de transmisión de la prosperidad.

—¿El liberalismo necesita reinventarse?

—Hubo momentos de auge y pesadumbre. Después de la Segunda Guerra Mundial estas ideas tuvieron gran auge en Italia, Francia y en los países nórdicos. Hubo un revival tras la caída del Muro de Berlín; acuérdese cuando Fukuyama escribió El fin de la historia. Uno de los problemas de las ideas de la libertad fue el excesivo optimismo. La recuperación de Japón o Alemania tendrían que haber sido suficientes para levantar los brazos. Un error ha sido bajar la guardia. La libertad es como la salud: hay que luchar por preservarla; si no la defendemos día a día, sus enemigos avanzarán. Otro componente importante es no ser arrogante y soberbio. El mundo de la libertad es de orden espontáneo, de la mano invisible, pero a veces esa mano es artrítica. La democracia representativa y el mismo mercado no son perfectos, pero el verdadero problema es comparar ese sistema imperfecto con alternativas como el régimen teocrático de Irán o los sistemas de Cuba o Venezuela.