EL INAH ESTÁ EN UN PERIODO DE FORTALECIMIENTO

La institución necesita renovarse y tener mayor resiliencia, imaginación, creatividad y compromiso.

Hector González
Todo menos politica
Foto: Especial
Notimex

El 3 de febrero de 1939 el Diario Oficial de la Federación publicó el decreto por medio del cual el presidente Lázaro Cárdenas creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia. El documento establecía los 20 artículos de la Ley Orgánica del INAH.

Los incisos establecían entre otras cosas que la institución dependía de la Secretaría de Educación Pública —dependencia que se mantendría hasta 2015, cuando se incorporó a la Secretaría de Cultura— y se le concedían las atribuciones de explorar las zonas arqueológicas y “la vigilancia, conservación y restauración de monumentos arqueológicos, históricos y artísticos de la República, así como los objetos que en dichos monumentos se encuentran”.

El INAH tenía la encomienda de sustituir al Departamento de Monumentos Históricos, Arqueológicos y Artísticos de la República.

A ocho décadas de su creación el organismo tiene a su resguardo 192 zonas arqueológicas y da trabajo a poco más de seis mil personas. En entrevista con Vértigo su titular, Diego Prieto, analiza la situación de la dependencia y responde ante los cuestionamientos que enfrenta en cuestión laboral.

—¿Cómo llega el INAH a estos 80 años de vida?

—Cumplimos ocho décadas como una institución en plena madurez. Tenemos una red de 192 zonas arqueológicas abiertas al público, incluyendo una paleontológica. Nos ocupamos de manejar 161 museos nacionales, metropolitanos, regionales, locales, de sitio y de sitio arqueológico. Tenemos tres escuelas plenamente integradas a la estructura del instituto: Escuela Nacional de Antropología e Historia, Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, y Escuela de Antropología e Historia del Norte de México. Contamos con una estructura de 31 centros INAH. Hemos crecido mucho y eso implica necesidades que no ha sido fácil proveer. En estas ocho décadas ha habido aportaciones de personajes y maestros de primera, desde Alfonso Caso hasta Guillermo Bonfil, sin dejar de mencionar a Ignacio Bernal, Eduardo Matos Moctezuma, Antonio García de León, Sonia Lombardo y Román Piña Chan. Necesitamos recuperar las enseñanzas de nuestros maestros y asumir que al final del siglo XX hay un giro en el encargo social del INAH.

—Hoy la antropología se entiende de otra manera…

—Se ha ampliado la visión del patrimonio cultural. Ya no se reduce a monumentos arqueológicos, históricos y vestigios paleontológicos: también abarca la conclusión y discusión de distintos enfoques patrimoniales que van de lo local a las entidades federativas. Si bien durante el siglo pasado el INAH contribuyó a fortalecer la identidad, el orgullo nacional y el reconocimiento de nuestras profundas raíces históricas, ahora nos tenemos que hacer cargo de visibilizar, reconocer y valorar la diversidad y las múltiples identidades que caracterizan el mosaico heterogéneo que es México.

Crisis laboral

—Las celebraciones por los 80 años se empañan por un intenso conflicto laboral.

—El tema laboral forma parte de la problemática que se ha generado en los últimos 30 años. En 1985 hubo reformas a nuestra Ley Orgánica que nos otorgaron una mayor cantidad de tareas, misiones y encargos sociales. No obstante la estructura se mantuvo y se congelaron las plazas. De hecho en los últimos 15 años se eliminaron más de 850 plazas base de distintos programas. En ese sentido el INAH tuvo que crecer echando mano de contrataciones eventuales y por honorarios. Ahora debemos regularizar la situación, lo que implica hacer una revisión que por supuesto genera inquietud. Lo que sí te puedo asegurar es que no habrá ninguna clase de despidos masivos o recortes generalizados. Cualquier ajuste de nuestra plantilla de base y eventual tendrá que ser resultado de un análisis.

—¿Cuántos trabajadores tiene el INAH?

—Si sumamos personal de base, estructura, mandos medios, profesorado y eventuales hablamos de más de seis mil 500 personas. A diciembre del año pasado teníamos alrededor de mil 700 personas contratadas por la vía eventual. Ahora mismo ya se renovaron mil 550 contratos. Eso habla de la importancia de este personal, al que por supuesto debemos reconocer derechos y generar antigüedad de alguna manera y asegurar servicio médico. Estamos en camino de la regularización y en este proceso hemos tenido algunos retrasos en los pagos, que no debemos repetir. Ahora mismo el instituto está en un periodo de fortalecimiento. Ya está en la conciencia del país y por supuesto en la determinación de Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, su fortalecimiento.

—Bolfy Cottom declaró a Vértigo que 20% del personal del INAH está en riesgo de perder el trabajo…

—Depende de cómo se asuma la palabra riesgo. De entrada diría que no, por supuesto; en el plan de reestructuración de personal está la idea de una reducción, pero hay una conciencia plena para hacerlo de manera moderada. No se trata de hablar de porcentajes o cuotas sino de revisar cuál es el personal indispensable.

Retos

—¿Está sobreburocratizado el INAH?

—No. Hay ciertas burocracias que pueden parecer engorrosas y parte de la estrategia de reestructuración implica sanear ciertas áreas, pero en todos los diagnósticos el INAH comparado con otras instancias gubernamentales ocupa menos gente. Si por burocratización entendemos la complicación de procesos administrativos puede que sí: tal vez podamos simplificarlos. Para ello necesitamos trabajar con las secretarías de Hacienda y de la Función Pública. El INAH es una institución central en sus tareas sustantivas, como son la investigación, la conservación, la protección, la divulgación, el disfrute social de nuestro patrimonio y la formación de profesionales. Esto no puede afectarse.

—¿Qué otros retos enfrenta el instituto?

—Necesitamos regularizar la situación del personal eventual y contratado. Tenemos que normalizar nuestras plantillas para que la gente se dedique a trabajar sin preocuparse acerca de qué van a vivir. Quiero un INAH más cercano a las comunidades, barrios y a la sociedad en su conjunto. Un instituto que acompañe los procesos de restitución de tejidos sociales por medio de espacios y museos comunitarios, de proyectos etnográficos de recuperación del patrimonio vivo, simbólico y material de nuestros pueblos; que promueva la reconciliación social y que avance en la equidad e inclusión. En este sentido la institución necesita renovarse y tener mayor resiliencia, imaginación, creatividad y compromiso.

—¿Qué puede aportar el INAH en las zonas conocidas como focos rojos?

—Muchísimo. Cuando la gente se reencuentra con la fuerza de su cultura, sus universos simbólicos, cuando los jóvenes se apasionan con su memoria patrimonio y creatividad, surgen motivaciones y valores distintos a los que proponen los delincuentes. El problema de la delincuencia en nuestro país es que no solo se apropia de estructuras sino también de valores.

—Hay investigaciones que señalan que 478 zonas arqueológicas han sido afectadas por saqueadores profesionales y dos mil 127 sitios han presentado huellas de saqueo simple. ¿Tiene registro de la participación del narcotráfico en el tráfico de piezas arqueológicas?

—No tengo información de que haya habido una variación sensible en estos temas. Siempre hemos tenido que hacernos cargo del tráfico ilícito de bienes culturales y hemos atendido denuncias de saqueos y exploraciones irregulares orientadas a este delito. No tengo noticias de que haya habido una variación significativa en relación con la incidencia de este tipo de acto. Creo que las comunidades intentan cuidar su patrimonio incluso sobre la mercantilización. Por supuesto, ha habido hechos de violencia cerca de zonas arqueológicas, pero muchas veces vinculados a negocios de los delincuentes y no necesariamente al robo de piezas.

—¿Cuál será la participación del INAH en la construcción del Tren Maya?

—Protegeremos el patrimonio arqueológico e histórico que pudiera verse afectado por las obras. Revisaremos cuidadosamente las vías, los trazos, las estaciones, a fin de que no se afecte el patrimonio pero tampoco a las poblaciones o edificaciones cercanas. Mejoraremos, expandiremos y consolidaremos la apertura de zonas arqueológicas visitables para el público en general. Necesitamos mejorar la experiencia de visita en Palenque, Chichén Itzá, Uxmal, Calakmul… El proyecto debe redundar en una mejora de las investigaciones. Vamos a involucrar a las comunidades en todos los sentidos. Fortaleceremos el programa de espacios comunitarios e impulsaremos un gran programa de antropología e historia del mundo maya mexicano.