FORTALECER A ISRAEL, PRIORIDAD DE NETANYAHU

Suele alardear de su buena sintonía con Donald Trump, pero también con Vladimir Putin.

Redacción
Política
Foto: Especial
Foto: Especial

Los primeros resultados de las elecciones de esta semana en Israel sugieren que los votantes decidieron otorgar un voto de confianza al primer ministro Benjamín Netanyahu, quien se encamina sin problemas a la creación de alianzas que le otorguen mayoría legislativa y le permitan permanecer por un quinto periodo a la cabeza del gobierno.

En su libro Oriente Medio, Año Cero el ex primer ministro Shimon Peres argumentaba el sinsentido de conservar el statu quo “tanto para Israel como para los palestinos” ya que, escribió, “los palestinos no pueden derrotar a Israel”.

Peres daba cuenta en su ensayo de que no habían llegado a fundar el nuevo Estado israelí para terminar abandonando el empeño, por más que los palestinos se esforzaran en conseguirlo o la comunidad internacional presionara reacia a reconocer la supremacía israelí.

“Los palestinos no pueden derrotar a Israel y los actos terroristas organizados o perpetrados ad hoc, como la colocación de bombas, los secuestros y los apuñalamientos, no apagarán la llama nacional de Israel”, refrendó convencido el dos veces primer ministro de Israel.

Dentro de esa raíz de pueblo predestinado pocos frutos dio el árbol de la paz sembrado por los Acuerdos de Oslo, que tuvieron a la Casa Blanca como testigo de honor para recabar las rúbricas del entonces mandatario William Clinton y sus homólogos Hussein I, rey de Jordania; Hosni Mubárak, presidente de Egipto; Yitzhak Rabin, primer ministro israelí, así como Yasser Arafat, presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

La cita histórica del 13 de septiembre de 1995 en Washington, se dijo, permitiría alcanzar un proceso de paz entre palestinos e israelíes con la intención de abordar y poner orden en materia de fronteras, de colonias judías en territorios palestinos, de campos de refugiados palestinos y permitir que Arafat tuviera una especie de gobierno interino con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Gaza y en Cisjordania.

Era la primera semilla que debió germinar en un lapso menor a cinco años con la finalidad de lograr otro acercamiento, con algunas flores ya visibles en el follaje de la paz, en esta delicada región de Oriente Medio.

Piedras en el camino

Pero el tiempo no ha sido benévolo, como lo explica Ana Alba, corresponsal en Jerusalén, y todo ha quedado en una quimera, en parte porque ambos bandos cometieron graves violaciones de Oslo.

“En 1999 no se había llegado a ningún acuerdo final. Las negociaciones posteriores entre israelíes y palestinos —Camp David 2000, Taba 2001, Annapolis 2007 y el último intento de la administración Obama en 2013-2014— fracasaron. Mientras el número de colonos judíos se triplicaba y ahora alcanza los 650 mil”, abunda Alba.

Tampoco los personajes firmantes han corrido con buena estrella: Rabin murió asesinado menos de dos meses después a manos de un judío extremista; Hussein falleció tres años y medio más tarde; Mubárak fue depuesto tras 30 años de dictadura en Egipto; Arafat feneció en 2004, al parecer envenenado, rumor que no ha sido refutado, y Clinton dejó de ser presidente en 2001 no sin tambalearse su gobierno tras el repentino escándalo sexual con la becaria Monica Lewinsky.

¿Qué ha pasado desde entonces? Varias piedras en el camino: Arafat se vio minado por la lucha política interna con Hamas, que ha sido uno de los grandes escollos entre los propios palestinos en su relación con Israel. Arafat, quien recibió el Nobel de la Paz en 1994 junto con Rabin, creía en la mesa de diálogo, pero Hamas privilegia la lucha armada, el terrorismo y la guerra de guerrillas.

En tanto, en Israel el poder extremista para ceder siquiera un ápice de concordia ha llevado a todas las expresiones de la derecha política a unirse en una misma causa: no ceder ni poder ni espacio sino todo lo contrario: recuperarlo lo más pronto posible para fortalecer al Estado de Israel.

Bajo esa visión la asunción al poder de Benjamín Netanyahu (desde 2009) busca una nueva reconfiguración geoestratégica de Israel que el político del partido Likud pretende consolidar con un quinto periodo como primer ministro.

Sus allegados le llaman Bibi; su homólogo estadunidense, Donald Trump, suele dirigirse a él con ese mote cariñoso; ambos líderes comparten el discurso duro y patriota que marea los oídos desde el atril señalando la amenaza externa constante y al inmigrante a nivel de enemigo-invasor.

Israel para los judíos, EU para los estadunidenses, Brasil para los brasileños… Hay un eje de buena sintonía ideológica y de cómo ejercer la política interna entre Netanyahu, Trump y, recientemente, con el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

Elecciones y guiños históricos

Esta semana que recién concluye Israel tuvo elecciones legislativas en una democracia parlamentaria en la que Netanyahu ha ido perdiendo votos contra sus contrincantes de izquierda y centristas, pero se ha quedado al frente del gobierno gracias a las coaliciones entre las derechas.

Esta vez contendió en las elecciones un bloque centrista denominado Azul y Blanco, formado por tres ex jefes del Ejército: Benny Gantz, Moshé Yaalon y Gabi Ashkenazi, unidos con Yair Lapid, un carismático político.

No obstante, ni este bloque ni la popularidad de Lapid ni los sendos escándalos de corrupción que han aflorado contra el primer ministro en los últimos años han logrado tumbarlo del poder.

En campaña, Lapid pidió a los más de seis millones de judíos con derecho a voto que pensaran bien en apoyar al actual premier “porque tanto tiempo en el poder no es bueno” y, en esencia, Israel “necesita volver a la moderación y a la unidad sin el discurso del odio”.

A su vez Gants, quien fue el rival más fuerte en las urnas tras obtener 35 escaños, realizó una campaña con base en exaltar los sonados casos de corrupción y sobreuso del poder que han rodeado polémicamente al líder del partido Likud e inclusive a su propio hijo, conocido por usar su cuenta de Twitter para denostar con prepotencia a todas las voces contrarias a las de su padre.

Gants reconoció su derrota en los comicios tras hacer una aritmética de 55 escaños formados por una alianza con grupos de centro, izquierda y árabes, mientras que en contrapartida Netanyahu tendría a favor 65 escaños avalados por los grupos de derecha y los llamados religiosos.

Ha vuelto a ganar. Sin embargo el político nacido en Tel Aviv sigue sobreviviendo a sí mismo gracias a un rosario de promesas nacionalistas y patrióticas de un Israel “más fuerte, más seguro, más desafiante” ante las amenazas externas, pero primordialmente “un actor estratégico crucial” en la política de Oriente Medio.

A sus 69 años suele alardear de su buena sintonía con Trump pero también con Vladimir Putin, presidente de Rusia, a quien frecuenta y cita cuando habla de respaldo internacional.

Con el inquilino de la Casa Blanca hay una relación más estrecha. Los gestos de Trump han sido mucho más que simbólicos: han desafiado los acuerdos de paz, que si bien están estancados hasta el momento son convenios respaldados por la comunidad internacional y la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Ha habido por parte de EU guiños reales, como el reconocimiento unilateral de Jerusalén como capital de Israel. Trump aseveró que lo haría durante su campaña electoral; aventuró que como mandatario sería lo más pragmático posible para reconocer una realidad en Oriente Medio en la que hay un Estado, un país, un gobierno, un territorio y una población: el abecedario de la política sionista.

Finalmente lo cumplió en marzo de 2018, previo anuncio del traslado de su sede diplomática de Tel Aviv a Jerusalén muy a pesar de la oposición mundial, a pesar de los laudos internacionales y a pesar de las variadas resoluciones emitidas en la ONU.

La inauguración de la embajada de EU en Jerusalén, en el barrio Arnona, se produjo precisamente en la fecha simbólica del 14 de mayo del año pasado, día de la creación del Estado de Israel en 1948. Su 70 aniversario.

Existe y está vigente la resolución 478 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del 20 de agosto de 1980, que condenó la anexión de Jerusalén Este por parte de Israel. En ella pidió “a los Estados integrantes de la ONU retirar sus misiones diplomáticas de la ciudad como medida de castigo, llevándolas a Tel Aviv o a sus suburbios”.

Se ha tratado de un golpe de efecto con varios matices. Israel y EU dejan a un lado la solución de los dos Estados tomando las fronteras de 1967, conocida como la Two State Solution.

Rumbo a su 71 festejo, desde la Casa Blanca ha salido otro presente para Bibi: el reconocimiento unilateral de los Altos del Golán como parte del territorio israelí. Otra forma de desconocer, con la retórica del más fuerte, los laudos, bandos y sentencias que sitúan a los Altos del Golán como territorio ocupado, “invadido” por los judíos desde 1967. La ONU, en su resolución 242, lo señala como “territorio ocupado” por Israel.

Los acontecimientos se desarrollaron durante la Guerra de los Seis Días (1967). Israel ocupó la meseta que corresponde a Siria; también lo hizo durante la Guerra del Yom Kipur (1973); se trata de una parte delicada ya que colinda con la frontera entre Israel, Líbano, Jordania y Siria. Más de la mitad permanece controlado por Israel, el resto por Siria.

En plena campaña en Israel, el pasado 26 de marzo, el mandatario estadunidense firmó un decreto en pro del reconocimiento de la soberanía judía sobre los Altos del Golán, “algo que debió suceder hace muchas décadas atrás” y cuyo gesto el líder israelí agradeció con palabras profundas: “Siempre has estado ahí, incluso hoy”.

Ya entrado en el fragor de la contienda electoral y cobijado desde Washington, Netanyahu ofreció que de ganar otra vez habrá un “Israel más fuerte, más unido, más patriota”. De hecho prometió anexionarse Cisjordania.

Hay preocupación en torno de lo que puede acontecer. En opinión de Itxaso Domínguez, analista especializada en Oriente Próximo, la realidad es que además de que no se ha encontrado una solución al conflicto palestino-israelí, “la situación que atraviesa el pueblo palestino y su causa es más pesimista que nunca”.

Como recuerda la experta, acaba de culminar la decimoquinta cita electoral desde que fueron ocupados Cisjordania, Jerusalén Este, la Franja de Gaza y los Altos del Golán.

Cualquier mención al conflicto o la mera existencia de los palestinos, añade Domínguez, se soslaya a derecha e izquierda del espectro electoral, pocos partidos se atreven a contar con ciudadanos palestinos de Israel como candidatos.

“No los quieren como coalición a pesar de representar 21% de la población. Se trata de ciudadanos de segunda clase. Ciudadanos pero no nacionales en un Estado en el que solo los judíos tienen derecho de autodeterminación tras la Ley del Estado-nación aprobada en 2018”.

Más que Ben-Gurión

Hay dos nombres bordados con letras de oro en la historia de Israel. El de David Ben-Gurión, el paterfamilias, creador de la idea, hacedor del Estado, del país y del todo de la nación; fue primer ministro entre 1948 y 1954 y repitió entre 1955 y 1963. Y el de Golda Meir, la primera ministra mujer judía y la tercera en gobernar en el mundo de 1969 a 1974.

A la estadista no le tembló la mano al aprobar la creación de un grupo de fuerzas especiales que diera caza a los terroristas palestinos de Septiembre Negro, culpables de organizar la masacre contra varios atletas judíos en las Olimpiadas de Múnich en el verano de 1972.

A esta dupla se une ya el nombre de Benjamín Netanyahu: “Se hizo líder del Likud en 1993 y ganó las elecciones de 1996, convirtiéndose en el primer ministro más joven de la historia de Israel, sirviendo su primer periodo entre junio de 1996 y julio de 1999”.

Un tiempo dejó la política y se fue a la iniciativa privada, pero retornó en 2002 como ministro de Exteriores. Luego lo fue de Finanzas hasta 2005. Para 2006 su popularidad lo ubicó como líder de la oposición en la Knéset (Parlamento); dicho año también fungió como presidente del partido Likud, que lo ha catapultado al poder a partir de 2009 gracias a las alianzas con todos los partidos de derechas.

El arquitecto egresado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) quiere pasar a la historia de su país como su modernizador, aunque las jóvenes judías no gocen del mismo trato de igualdad ni de equidad que los varones: hace algunas semanas cientos de mujeres protestaron por orar separadas de los varones ante el Muro de las Lamentaciones.

Para Netanyahu lo que vale es tener el suficiente carácter y poder para culminar de una vez por todas un proceso largo y sangrante con los palestinos… dejarlo zanjado sin más dilaciones. Cree además en la frontera dura y segura, una línea de convergencia más con su homólogo estadunidense.

De hecho la primera llamada de felicitación que recibió del exterior por su nuevo triunfo electoral fue la del mandatario norteamericano. Acerca de lo que puede esperarse de las relaciones judeo-palestinas Trump ha dicho que presentará un plan “definitivo” para los palestinos de Gaza antes de que concluya este año. Solo ha mencionado a Gaza, obviando a Cisjordania, como dando por hecho la anexión.