WOODS, EL SIGNIFICADO DE SER CAMPEÓN

Su declive comenzó cuando a finales de 2009 acabó en el hospital por cortes en el rostro.

Alejandro Zárate
Todo menos politica
Foto: Especial
Foto: Especial

Hay diversas clases de campeones. Los que logran un título una vez en su vida y esa victoria representa la cúspide en sus carreras. Los que se mantienen como los mejores del mundo por un largo tiempo y se convierten en deportistas de época. Y los campeones que después de vivir la gloria, saborearla por un largo tiempo, caen a lo más profundo de sus carreras y tienen la voluntad para levantarse y retomar la posición número uno.

Para muchas personas ese es el verdadero “campeón”. Una valoración que el golfista Tiger Woods demanda después de su triunfo en el pasado Masters de Augusta. El regreso más emblemático de las últimas décadas que el deporte profesional haya presenciado.

El golfista estadunidense se volvió a poner la chaqueta de color verde después de 14 años y justo once después de su última victoria en un Major, máxima categoría entre los torneos profesionales de golf.

Tiger lanzó puños al aire, festejó como si fuera su primer “grande”. Estrechó la mano con su caddie, con la de sus compañeros de grupo y, finalmente, la de su hijo. Saboreó el momento más anhelado después de pasar por un retiro por tiempo indefinido que amenazaba con transformarse en un permanente.

Woods fue dueño absoluto de los greenes de los campos del PGA Tour de 1997 a 2009. Su dominio lo llevó a imponer diversas marcas dentro de la gira y a ganarse a pulso el ser considerado como uno de los mejores golfistas en la historia.

Su declive comenzó cuando a finales de 2009 acabó en el hospital por cortes en el rostro por un presunto accidente vehicular. Después se reveló que sus lesiones fueron a consecuencia de un problema sentimental con su esposa, al ser descubierto en varias relaciones extramaritales.

Memorable

En un deporte con una alta exigencia mental fue notoria la baja de juego de Tiger. Después de anunciar una primera pausa a su carrera para dedicarle tiempo a su familia regresó con fuerza para la temporada 2012. Los triunfos parecían volver a su carrera con ocho torneos ganados en dos años, pero aparecieron sus problemas físicos en la espalda.

En total fueron cuatro operaciones que, de nueva cuenta, lo pusieron cerca del retiro. En esta nueva pausa volvió a tocar fondo con un arresto por conducir en estado de ebriedad en 2017. Su doctor le recetó golpear pelotas para fortalecer la espalda. Su buena sensación con el bastón de nuevo entre sus manos lo regresó a los fairways profesionales.

Con su mejor juego desplegado en años estuvo cerca de volver a ganar un Major en el Abierto Británico y en el PGA Championship. Pese a estos resultados, pocos apostaban a que ganara el Master de Augusta. En el casi siempre acertado mundo de las apuestas le daban opciones de 14 a una.

A sus 43 años, con un rostro serio y una nula interacción con su entorno, Woods se paró en el Augusta National Golf Club decidido a que fuera un torneo memorable. Con una tarjeta de 13 golpes bajo par se impuso por un golpe a Brooks Koepka, Dustin Johnson y Xander Schauffele.

Tiger acarició con afecto el trofeo de vencedor. Saboreó al máximo su triunfo de Augusta, su Major 15 en su carrera y la etiqueta de campeón de nuevo junto a su nombre, como hace más de una década no se veía.