COMPLEJO EQUILIBRIO ENTRE ECONOMÍA, SOCIEDAD Y MEDIO AMBIENTE

La economía circular es un modelo económico que busca mantener el valor de los productos y materiales el mayor tiempo posible.

Martha Mejía
Bienestar
Foto: Especial
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Si la población mundial llegase a alcanzar los nueve mil 600 millones en 2050 se necesitaría el equivalente de casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales precisos para mantener el estilo de vida actual.

A raíz de esta situación desde 1970 se conmemora cada 22 de abril como el Día Mundial de la Tierra, en busca de hacer conciencia sobre el efecto que ocasiona descuidar y malgastar los recursos con los que aún cuenta nuestro planeta.

Esta conmemoración surgió en 1962, cuando el senador y activista estadunidense Gaylord Nelson comenzó a hacer antesala política para que el tema medioambiental formara parte de la agenda gubernamental del presidente John F. Kennedy.

Después de varios años de trabajo aprovechó el aumento de protestas civiles contra la guerra de Vietnam y convocó en 1969 a una manifestación popular donde gente de todo el país, incluyendo instituciones políticas y educativas, expresaron su preocupación por el manejo del tema medioambiental a nivel nacional.

Tras este acto, el 22 de abril de 1970 se celebró por primera vez el Día Mundial de la Tierra. En aquella ocasión más de 20 millones de personas respondieron a la convocatoria, estableciendo en sus comunidades, universidades y colegios una plataforma de difusión y discusión sobre el medio ambiente y sus principales problemas.

Lineal y circular

Hoy las demandas ambientales distan mucho de las de 1970: actualmente el mundo enfrenta el desafío de generar un modelo económico que permita su desarrollo sin acabar con sus recursos naturales, es decir, para alcanzar un crecimiento sustentable.

El modelo actual de producción y consumo tiene mucho de lineal: se usan recursos como el agua y otras materias primas como si fueran infinitos y muy poco después de ser extraídos se transforman en residuos, lo que supone un grave problema de sustentabilidad que se puede cambiar por medio de modelos mucho más eficientes, como el de economía circular.

Petar Ostojic, especialista emprendedor y experto en economía circular, dice que esta “es un tipo de modelo económico que busca mantener el valor de los productos y de los materiales durante el mayor tiempo posible, con modelos de negocio disruptivos, con base intensivamente en tecnología que favorezca el uso de energías renovables no convencionales, de energías limpias y que genere desarrollo económico, social y ambiental”.

Al concepto de economía circular se le une el de consumo y producción sustentables. En este sentido Isabel Studer, directora de Alianzas Estratégicas América Latina en The Nature Conservancy (TNC), explica que el objetivo del consumo y la producción sostenibles es hacer más y mejores cosas con menos recursos.

Se trata de crear ganancias netas de las actividades económicas mediante la reducción del uso de los recursos, la degradación y la contaminación, logrando al mismo tiempo una mejor calidad de vida.

De acuerdo con Studer se necesita, además, adoptar un enfoque sistémico y lograr la cooperación entre los participantes de la cadena de suministro, desde el productor hasta el consumidor final.

Agua y alimentos

La degradación de la tierra, la disminución de la fertilidad del suelo, el uso insostenible del agua, la sobrepesca y la degradación del medio marino disminuyen la capacidad de la base de recursos naturales para suministrar alimentos.

En México, por ejemplo, cada habitante desperdicia alrededor de 224 kilos de alimento al año, lo que sumado representa 35% de la producción total de estos, indica la guía práctica Por qué y cómo cuantificar la pérdida y desperdicio de alimentos, elaborada para Canadá, Estados Unidos y México.

El estudio que recién presentó la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA) de América del Norte muestra que el primer lugar lo ocupa Estados Unidos con 126 millones de toneladas de alimentos desperdiciados; el segundo lo tiene México con 28 millones de toneladas, y en tercer lugar está Canadá con 13 millones de toneladas de comida anuales.

Según el reporte el alimento desperdiciado representa dinero perdido para empresas, hogares y gobiernos, a la vez que agrava la inseguridad alimentaria.

Asimismo el desperdicio de alimentos también es responsable de la generación de 193 millones de toneladas de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en América del Norte.

La cifra de estas emisiones de metano y dióxido de carbono (CO2), entre otros gases, equivalen a lo que se generaría si se encendieran, por ejemplo, 41 millones de automóviles las 24 horas del día durante un año.

De acuerdo con Gustavo Pérez Berlanga, vicepresidente de Sustentabilidad de Grupo Toks, 70% del desperdicio de comida en México viene de las primeras etapas del ciclo de producción primaria, transportación y almacenaje, mientras que 30% se da en el resto de esta, a diferencia de Estados Unidos y Canadá donde las cifras se invierten.

Berlanga apunta la necesidad de despertar conciencia social por parte de las personas para conseguir un consumo responsable, que incluya solo aquello que se requiere y reduzca o haga desaparecer el desperdicio de alimentos no solo en los hogares mexicanos sino en toda la cadena de producción y con los diversos actores en que intervienen.

Desechos sólidos

Los seres humanos somos el único elemento de la naturaleza que genera basura. Solamente un ejemplo: cada latinoamericano produce un kilo de basura al día y la región en su conjunto unas 541 mil toneladas diarias. Esto representa alrededor de 10% de la basura mundial.

De acuerdo con Petar Ostojic el problema actual radica en que la mayor parte del plástico que se produce es de un solo uso y 95% de su valor se pierde en ese primer uso. Un modelo que resulta “absurdo”.

Cita que de acuerdo con un estudio del Foro Económico Mundial de las 78 millones de toneladas de producción anual de plásticos, 40% se va a los vertederos; 32% se fuga, sin saber qué pasa con él; 14% se incinera; solo 14% se recicla, y 2% recircula.

Por su parte Alethia Vázquez, investigadora experta en degradabilidad de materiales y eficiencia de rellenos sanitarios de la UAM Azcapotzalco, hace énfasis en el papel del consumidor en la generación de residuos ya que expresa que “un residuo es algo que nosotros tiramos: no es algo que ya no sirve. Que algo se convierta en residuo es decisión del consumidor. Si tomamos una decisión contraria logramos que sea un material que puede reutilizarse y reaprovecharse”.

Al respecto Isabel Studer, de TNC, comenta que debido a la complejidad del problema existe “una parálisis” en diversos sectores ya que se requiere una visión sistémica donde cada parte cumple un rol: el gobierno generando normas y haciéndolas efectivas; un mercado (empresas) que actúe de manera coordinada y que le dé valor a los materiales; un consumidor informado y más ciencia.

Generación de empleos

De acuerdo con los especialistas en este momento en América Latina 50% de los residuos sólidos son materia orgánica, de la cual 90% se va a la basura y no se usa.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) mejorar la eficiencia y la vida útil de materiales en nuestra región llevaría a la creación de cinco millones de nuevos empleos.

Pero el problema viene muchas veces de las leyes existentes. Por ejemplo, dice Jorge Treviño, director general de Ecoce, “es de suma importancia que todos los industriales, y no solo unos cuantos, desarrollen acciones para reducir sus residuos y que los gobiernos locales asuman su papel fundamental para hacer cumplir tareas básicas como la separación desde la fuente, la recolección selectiva y la disponibilidad de infraestructura, además de hacer cumplir la ley”.

Según la división de Medio Ambiente de la ONU en América Latina hay mucho interés en el concepto de economía circular, el cual exige trabajar diversas áreas.

La primera de ellas es la medición del flujo de materiales a fin de generar mayor conocimiento y entendimiento del ciclo de vida de los productos y poder cerrar los ciclos de producción o cruzar insumos de un ciclo de producción con lo que serían residuos en otros.

La siguiente es examinar los marcos regulatorios y desclasificar como basura los residuos que pueden reutilizarse.

Una tercera es generar incentivos para economía verde, como inversiones en innovación, infraestructura y tecnología para aumentar la eficiencia productiva; asimismo, cambiar las regulaciones para que los productos sean más duraderos.

Cambio de paradigmas

De acuerdo con los especialistas lo importante no son únicamente los residuos: en realidad lo que es importante reducir es el uso y la extracción de los recursos naturales, lo cual conlleva la reducción de residuos.

Por alarmante que suene, de acuerdo con la ONU, si continuamos con los patrones actuales de consumo y producción, con base en el aumento de la población, en el futuro inmediato vamos a necesitar tres veces más recursos naturales que los que necesitábamos en 2015.

En este sentido Sergio Sánchez, subsecretario de Gestión para la Protección Ambiental de la Semarnat, califica el desperdicio de alimentos como una cuestión moral más que técnica.

Destaca que con la basura que generan los mexicanos se puede llenar cada año 82 veces el Estadio Azteca, por lo que urge cambiar esta dinámica. “No está bien desperdiciar alimentos; y no lo está desde muchos puntos de vista, pero particularmente porque en un país como el nuestro, lleno de grandes contrastes y necesidades, tirar los alimentos no está bien”.

Para Hiram Cruz, director general de la Asociación Mexicana de Envase y Embalaje (AMEE), se necesita empezar a repensar si necesitamos comprar algo antes de desecharlo, si no podemos hacer cosas por nosotros mismos, si no podemos reutilizar un producto antes de comprar uno nuevo; empezar a cambiar nuestros propios hábitos y movernos hacia estilos de vida más sostenibles.

No obstante indica que actualmente existe un consumidor analítico, selectivo e informado, cuya información no debe sesgarse por lo que muestran las redes sociales.

En este sentido, de acuerdo con la Ley de Residuos Sólidos de la Ciudad de México los electrónicos y eléctricos requieren un plan de manejo especial para acopiarlos, transportarlos y aprovechar su valor o gestionar su disposición final de manera ambientalmente adecuada y controlada.

Desde 2013 la Sedema implementó el programa Reciclatrón, cuyo fin es darle a la ciudadanía una alternativa para no tirar a la basura los aparatos que ya no utiliza y aprovechar estos residuos de manejo especial, además de que a los participantes se les obsequia una bolsa de composta orgánica.

Los especialistas coinciden en la urgencia de encontrar soluciones al problema, donde cada uno puede contribuir desde su trinchera, pero donde será imprescindible el trabajo en conjunto.