DIPLOMACIA Y COOPERACIÓN MILITAR MÉXICO-ESTADOS UNIDOS

Como sucede en todas las fronteras del mundo, hay posibilidades de una escalada de tensiones.  

Javier Oliva Posada
Columnas
Foto: Especial
Cuartoscuro

La insostenible y desorbitada insinuación del presidente de Estados Unidos respecto del compromiso de las Fuerzas Armadas de nuestro país en la contención y sometimiento al crimen organizado, en particular de las bandas de traficantes de drogas, cayó en el vacío, a pesar del inexplicable e injustificado silencio de la Secretaría de Relaciones Exteriores e incluso de la embajada de México en Washington.

Se entiende que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no responda a las difamaciones y ataques del titular de la Casa Blanca, pero no todo el gobierno, sobre todo el área que tiene a su cargo la conducción de la diplomacia y política exterior.

Debemos recordar que hasta el día de hoy no ha sido designado el sustituto del general James Mattis al frente del Departamento de Defensa, luego de que el prestigioso militar renunció ante la decisión de Trump para retirar los efectivos desplegados en Siria.

En este contexto y el del cambio de gobierno en el país la comunicación, cooperación e intercambio de información entre ambas Fuerzas Armadas persisten por encima de la retórica y ataques que contra México de forma cotidiana lanzan los sectores más conservadores del sistema político estadunidense.

Es un lugar común decir que las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos son complejas. Lo que sí no debe pasar de largo es que hay aristas de esa relación que son muy sensibles. Una de ellas es, en efecto, la diplomacia militar.

También debemos leer el citado incidente del pasado 13 de abril en “clave Washington”; es decir, la insinuación del presidente de EU, quien pretende con sus continuos ataques a México consolidar y ampliar su base electoral rumbo a los comicios de 2020, donde tiene como fundamental propósito mantenerse otros cuatro años al frente de la Casa Blanca. Para lograr tan peligroso objetivo ha demostrado que es capaz de infringir cualquier norma o conducta que tenga como finalidad preservar la cooperación y entendimiento entre las naciones.

Y el resultado está a la vista: el aislamiento de una potencia que de forma individual renuncia a sus ámbitos naturales de influencia en las decisiones mundiales.

Condiciones

Retomando la situación de las relaciones México-Estados Unidos en el ámbito militar, las fronteras —ya sean terrestre, marítima y aérea—, y en ellas las confusiones respecto de los límites soberanos de cada una de las dos naciones, de forma paradójica han conducido a establecer protocolos de comunicación y cooperación para que, más allá de los gobiernos en turno, se mantenga un entendimiento que facilite hacer frente a los desafíos que implican los antagonismos del siglo XXI, que por cierto esos sí no saben de fronteras ni soberanías.

Por eso, y en función directa de esa realidad, es que la cancillería mexicana debiera (aún es tiempo) rechazar de forma puntual y precisa cualquier insinuación que pretenda afectar el prestigio de nuestras Fuerzas Armadas y, en particular, del Ejército.

Las difíciles condiciones bajo las cuales los militares mexicanos hacen frente a la problemática de la inseguridad pública no debe —incluso es imposible— provocar que les desvíe/distraiga de la misiones específicas de la naturaleza de su profesión castrense. Por eso hay que poner atención a las amenazas —por intempestivas e irreflexivas que parezcan— del presidente de EU, puesto que dejan ver con toda claridad que, como sucede en todas las fronteras del mundo, hay posibilidades de una escalada de tensiones, aunque siempre se consideran las capacidades disuasivas que las respectivas Fuerzas Armadas tienen.