BAJA EL NIVEL DE LECTURA

Podemos tener 80 cajas de títulos y no saber qué hacer con ellas: debemos apuntar hacia el uso social del libro.

Hector González
Todo menos politica
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Cuartoscuro

Cifras recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestran que la cantidad de lectores en México disminuyó durante los últimos años.

Por medio del Módulo sobre lectura (Molec), una herramienta que genera información estadística sobre el comportamiento lector de la población mexicana adulta, la dependencia informa que de cada 100 mexicanos encuestados solo 42 declararon haber leído al menos un libro al año: esto significa ocho lectores menos que en 2015, cuando la proporción fue de 50 por cada 100 personas.

Las razones principales que expusieron los encuestados son la falta de tiempo y el desinterés.

Al margen de lo mucho o poco confiable que pueda resultar cada cifra el estudio del Molec arroja datos que llaman aún más la atención: solo dos de cada diez lectores comprenden totalmente el contenido de su lectura; seis reconocen haber entendido una parte; y dos, apenas la mitad o muy poco. ¿Un buen índice de lectura atraviesa por la calidad o por la cantidad? Uno de los objetivos planteados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es hacer del país una república de lectores.

Un primer esbozo del proyecto lo dio a conocer Beatriz Gutiérrez Müller el 27 de enero pasado en Mocorito, Sinaloa. La iniciativa propone tres ejes: reforzar la lectura en niños y adolescentes; brindar mejor y mayor acceso a los libros, y lanzar una campaña de promoción en medios de comunicación.

El proyecto

Si bien las autoridades anunciaron que el pasado 23 de abril, en el marco del Día Internacional del Libro y la Lectura, se presentaría el detalle de la estrategia nacional, lo cierto es que su contenido se mantiene en el aire.

Fernando Escalante Gonzalbo, académico de El Colegio de México, cuestiona en principio el diagnóstico y los objetivos desarrollados por el gobierno. “Como diagnóstico lo único que se ha dicho en concreto es que la gente no lee porque los libros son caros”. Argumenta que la tesis oficial da por establecido que la gente no lee porque no aprendió en la escuela y porque no se le invita a hacerlo con suficiente énfasis, pero “no hay ningún estudio que permita sostener nada de eso”.

Para Socorro Venegas, titular de la Dirección de Publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, es difícil emitir un juicio acerca del proyecto cuando apenas se conoce la primera etapa. La preocupación de conseguir que los libros sean accesibles es legítima y celebra la existencia de un Estado editor. “Contamos con las colecciones del Fondo de Cultura Económica para niños y jóvenes; con los programas de fomento a la lectura desde la Secretaría de Educación Pública, y con la segunda red de bibliotecas públicas más grande de Latinoamérica (el primer lugar es Brasil)”.

A partir de lo que se tiene, Venegas espera que la estrategia desarrolle los mecanismos que permitan un mejor acceso a los títulos producidos.

Si nos atenemos a los datos del Módulo sobre lectura del INEGI los materiales de lectura consultados con mayor frecuencia son los libros de texto, los periódicos y los foros, páginas o blogs digitales.

El estudio apunta que la mayoría de los mexicanos leen por entretenimiento (38.2%). La segunda causa son las obligaciones escolares, profesionales o técnicas (26.8%). Le siguen el bienestar y la salud (23.2%). Por cultura general la cifra es de 20.9 por ciento.

Paco Ignacio Taibo II, titular del Fondo de Cultura Económica, asegura que el fomento de la lectura como una actividad placentera atraviesa necesariamente por bajar el precio de los libros.

Sus argumentos se sostienen en el trabajo realizado por la Brigada para leer en libertad, proyecto cultural fundado en 2009 junto con su esposa, Paloma Sáiz.

Cuestionada en este sentido Sáiz asevera que en México se lee poco, entre otras cosas porque existe una barrera cultural que inhibe el ingreso a una librería y porque los libros son caros.

“¿Cuánta gente en este país tiene la posibilidad de comprar una novela de 300 pesos para arriba? La minoría”, comenta. Argumenta que predomina la idea de que es más útil gastar el dinero en otras cosas antes que en literatura.

Socorro Venegas coincide, aunque con matices. Reconoce que el precio importa pero no basta con bajarlo para crear una “república de lectores. Se necesitan programas en bibliotecas, salas de lectura y ferias de libro”.

El argumento de que la gente no lee porque los libros son caros “es discutible”, señala Escalante Gonzalbo, y subraya la diferencia entre leer y poseer: “La tesis supone que quienes no leen son pobres y que los ricos leen más. No hay nada que permita sostener semejante idea”.

El académico de El Colegio de México sostiene que en cualquier país entre 25 y 35% de la población no lee, independientemente de la escolaridad e ingresos. “No lo hace porque no le interesa, por lo tanto el ingreso de una persona no explica las prácticas de lectura”.

Otro de los métodos implementados por Paco Ignacio Taibo II para hacer accesible el libro consiste en el obsequio en plazas públicas. En este sentido el pasado 23 de abril regaló La sombra del caudillo en el Ángel de la Independencia.

Paloma Sáiz asegura que estas actividades son exitosas y calcula que por medio de los distintos programas promovidos desde la asociación se han regalado “cerca de 400 mil títulos”.

La promotora cultural explica que no se trata de regalarlos a diestra y siniestra. Precisa que atrás de la práctica hay una metodología. “Si además se lo entregas después de escuchar al autor, de presenciar un debate acerca del tema o por medio de un mediador que lo incite, el círculo se complementa”.

Recalca que la estrategia debe ayudar a descubrir, a quien no lo conoce aún, “el placer que da la lectura; si no lo conseguimos, ya nos amolamos”.

Mejorar el acceso

Según la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana durante 2016 el sector

registró una venta de 137.4 millones de ejemplares, es decir, 6.3% menos respecto del año anterior. Por su parte el INEGI informa que a nivel nacional existe una librería por cada 43 mil habitantes.

Los datos de CANIEM dejan ver que a nivel nacional existen 600 librerías y mil 204 puntos de venta, de los que 31% se ubica en la Ciudad de México, seguida de Jalisco y el Estado de México con 7% cada uno.

A fin de articular una red de 130 librerías del Estado el Fondo de Cultura Económica está en un proceso de absorción de Educal y de la Dirección General de Publicaciones.

Si la medida reduce costos burocráticos y mejora la sinergia interinstitucional “me parece bien”, indica Socorro Venegas, quien añade que el objetivo debe ser convertirlas en centros culturales y conseguir que mantengan una oferta “viva y rica”.

Los datos de la industria editorial precisan que del total de librerías 62% son tradicionales, 19% son propias de editoriales, alrededor de 7%, universitarias, y el resto de carácter variado.

La estrategia, sugiere Fernando Escalante Gonzalbo, debe favorecer la existencia de pequeñas y medianas editoriales e incentivar la creación de una red de librerías privadas serias, con fondo propio y catálogo amplio. Sugiere además la formación de profesionales que sepan atraer lectores.

Paloma Sáiz pone sobre la mesa la necesidad de revisar la política de precio único inscrita dentro de la Ley de Fomento a la Lectura y el Libro. Explica que cada distribuidor hace un pacto diferente con las editoriales y por lo tanto quien termina asumiendo el costo es el comprador final. “Un almacén grande como Sam’s o Comercial Mexicana compra los libros hasta con cincuenta por ciento de descuento. En cambio una pequeña librería los adquiere con un descuento de treinta por ciento y además tiene que absorber la transportación. Si por ley debe venderlo al mismo precio que el gran almacén su margen de ganancia es mínimo. ¿Dónde está el beneficio?”

A fin de contrarrestar el impacto la titular de la Brigada para Leer en Libertad sugiere exenciones del precio único en casos particulares, como las ferias del libro. “La Ley del Libro se debe estudiar y discutir pero hay muchas cosas que cambiar”.

Escuelas, primer paso

El Diagnóstico de prácticas de lectura en niños y jóvenes realizado en 2016 por IBBY México reconoce la contribución de la colección Libros del Rincón, de la Secretaría de Educación Pública, para distribuir materiales de lectura e instalar bibliotecas escolares y de aula a lo largo del país.

Desde su creación en 1994 hasta 2016 la serie había producido cuatro mil 129 títulos distribuidos en cerca de 208 mil escuelas de educación básica. El promedio por plantel era de 450 títulos. El informe de IBBY plantea, no obstante, que en los últimos años el programa se ha descuidado.

Actualmente 56% de las escuelas públicas de educación básica a nivel nacional cuenta con un local exclusivo para la biblioteca y le da un uso como tal, mientras que el resto reporta que los libros los distribuye en aulas o espacios compartidos, como la Dirección.

En su mejor momento el programa Bibliotecas Escolares contabilizó 76 mil 295 espacios, mientras que el programa Bibliotecas de Aula, 131 mil 735. Ambas impactaban en 23 millones 689 mil 764 estudiantes.

A nivel nacional la cantidad de bibliotecas públicas es de siete mil 436, lo que se traduce en que hay seis por cada 100 mil habitantes. La cifra nos coloca muy por debajo de naciones como Eslovaquia, Finlandia o Bielorrusia, cada una con 138, 110 y 107 recintos en la misma proporción, respectivamente.

Antes de llegar a la UNAM Socorro Venegas era la coordinadora de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo de Cultura Económica. Durante su paso por el sello estatal consiguió que el género infantil aportara 40% de los ingresos por ventas de la casa. Sabe que la niñez es una etapa idónea para promover la lectura recreativa. “Debemos conseguir que por medio de las bibliotecas escolares los menores encuentren el camino para convertirse en lectores autónomos”.

Escalante Gonzalbo pondera que cualquier plan de fomento a la lectura serio se debe plantear como tarea del programa educativo. Más allá de regalar o abaratar los libros es preciso hacer de las bibliotecas el eje de la estrategia. “Nada puede suplir a una red amplia, bien surtida, con libros para todos los gustos y con bibliotecarios profesionales”.

Dentro del ideal de la cadena un papel fundamental lo tienen los mediadores. “Ahí debe estar el énfasis de la estrategia nacional de lectura”, sugiere Socorro Venegas.

Al margen de evaluar el estado de las bibliotecas escolares la clave estará en la formación de los promotores y en la manera en que los profesores se involucren en el fomento del libro. “Podemos tener 80 cajas de títulos y no saber qué hacer con ellas. Necesitamos apuntar hacia el uso social del libro”.

A la expectativa del anuncio Socorro Venegas reitera que no es momento de sacar conclusiones precipitadas. Confía en que el programa desarrollará otras vertientes al margen del precio y concluye que hacer accesible el libro implica otras cosas, como ponerlos a circular en espacios comunes: salas de lectura, salones de clase y bibliotecas, pero sobre todo contar con mediadores profesionales y capacitados que nos guíen por el verdadero sentido de la lectura. “Sin ellos será imposible consolidar una república de lectores”.