LOS MOSQUETEROS DEL REY

Acaba siendo una serie de confusiones epistemológicas que se vuelven hilarantes.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
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Una sonrisa es una línea curva que endereza todo.

Phyllis Diller

Mi hijo y yo fuimos invitados a las 100 representaciones de Los mosqueteros del rey, una obra con tres grandes de la actuación: Héctor Bonilla, Patricio Castillo y Alejandro Camacho; junto con Pablo Valentín, un joven que promete mucho.

La obra comienza con al parecer algo que sería serio pero acaba siendo una serie de confusiones epistemológicas que se vuelven hilarantes, al grado de que prácticamente me tendría que haber llevado pañal de adulto.

“En el año de 1626…” es como da inicio el texto, pero el problema es que ninguno de los actores lo sabe. Entran y salen del escenario en lo que dura la puesta en escena unas 50 veces. No hay escenografía, salvo por unos pendones, cuatro bancos y el del Ángel de la Independencia. La utilería consta de unas espadas y el vestuario, eso sí: todos de smoking, capas y sombreros.

No hay más, pero no hace falta. El resultado es algo digno de verse. No hay a quién irle con la cantidad de chistes y gestos que hacen los cuatro. Dato curioso: no hay ni una sola grosería y tampoco ni un albur: todo está en su sitio.

Y para rematar cuentan entre broma y broma la historia que en 1844 Dumas Davy de la Pailleterie, mejor conocido como Alejandro Dumas, escribió semanalmente en folletines del periódico Le Siècle y ese mismo año publicó como novela por la editorial Baudry.

Esta representación escrita y dirigida por Manuel González Gil es muy ingeniosa y la verdad es que no necesita más que buenos actores. ¡Y vaya que hay tela de dónde cortar! En fin, no se la pierdan.

El motivo de mi nota es comentarles que al final de la misma se develó una placa por las 100 representaciones, con la presencia de Silvia Pinal (pobrecita, que alguien le avise que está en tiempos extra), los productores y Rafa Sánchez Navarro, quien leyó un pequeño escrito para Héctor que, como saben, está en un tratamiento contra el cáncer.

Fue tan emotivo, que los histriones y más de uno en la sala soltaron las de San Pedro. Muy merecidas palabras para uno de los mejores actores que tiene nuestro país.

Bravas y breves de cama

Por otro lado, en un pequeño foro llamado Bellescene, ubicado en la calle de Zempoala 90, pude ver una obra producida por Gloria Higuera, que lleva por nombre Bravas y breves de cama.

A Gloria la conozco hace muchos años; hemos trabajado juntos sinnúmero de veces, sé de su trabajo, su dedicación. Es toda una profesional; muy histérica, pero muy profesional, puntual y amorosa.

Son cuatro cuentos cortos de cama, dirigidos por Adrián Rubio, con las actuaciones de María Rebeca, Alejandro Herrera, Sara Cavazos y Germán Girotti. Los personajes se enfrentan a situaciones como el insomnio, la infidelidad, los tríos (que por cierto no son para cantar) y hasta el alquiler de cuerpos (y no precisamente de bomberos).

Las cuatro historias suceden alrededor de una cama. Todas muy bien llevadas, divertidas y hasta con su moraleja. No se la pierdan, va a estar solo doce semanas. Cabe destacar que los dos cuentos centrales los escribió la misma Gloria, quien no lo hace nada mal.

Felicidades a todos los actores de teatro en México porque hacen una labor social importantísima en estos tiempos de incertidumbre.