ARRECIA LA GUERRA COMERCIAL ENTRE EU Y CHINA

La guerra comercial está a punto de convertirse en una guerra de divisas.

Redacción
Política
Foto: Especial
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Contra pronóstico de la propia Casa Blanca, China no se doblega ante las condiciones de negociación comercial norteamericanas que a golpe de imposición de más aranceles buscan forzar al gigante asiático a aceptar nuevas reglas de intercambio.

Es más: recrudece la guerra comercial entre ambas naciones con la intensidad de una concatenación de decisiones; la última granada de racimo de la Casa Blanca consiste en vetar “por razones de seguridad de Estado” que empresas norteamericanas contraten a proveedores de telecomunicaciones extranjeros.

Sin mencionar los nombres de las multinacionales chinas Huawei ni ZTE la Casa Blanca giró una orden ejecutiva para que se cree un plan que regule en términos comerciales la participación de las empresas tecnológicas extranjeras en territorio estadunidense.

Se aduce en términos de “emergencia” la necesidad de evitar que la tecnología foránea se aproveche de vulnerabilidades y de protegerse ante posibles injerencias y “hasta espionaje”.

A la par que se desarrolla la guerra comercial hay batallas laterales en acción. Una emprendida casi al unísono por EU es la caza de Huawei en casi todos su flancos. La multinacional líder tecnológica china que desarrolla la fibra 5G en diversas partes del mundo enfrenta una serie de denuncias desde la Oficina Oval, primordialmente de espiar a favor del gobierno del presidente chino, Xi Jinping. La CIA lo argumenta en diversos informes de seguridad entregados al Congreso.

Para Beijing, en tanto, hay un sinsentido tanto en la guerra comercial de Trump para desarrollar un nuevo neoproteccionismo, como en la caza de brujas contra Huawei que, aduce, sirve para proteger a Apple.

De hecho otra granada de racimo fue ya justo a la cabeza de la empresa china con la detención en Vancouver de Meng Wanzhou, vicepresidenta de Huawei e hija del dueño y fundador. EU pide su extradición para ser juzgada por “vulnerar las sanciones a Irán”.

Para Xi, en cambio, lo que hay detrás es una nueva política proteccionista que no quiere competencia. Por ello expresa su preocupación por las nuevas medidas de “seguridad de Estado” recién anunciadas, al tiempo que advierte que todas estas decisiones recrudecerán la guerra comercial en detrimento del libre mercado y pueden conducir al mundo hacia una nueva recesión.

Estrategia

Esta vez fue el pasado 10 de mayo cuando se intensificaron las batallas arancelarias entre uno y otro país: EU anunció otro incremento, de 10 a 25%, en las tarifas ad valorem por la importación de productos chinos por 200 mil millones de dólares, que es el mismo universo de artículos, productos y mercancías que ya venía gravando con una sobretasa desde septiembre pasado.

Tres días después la réplica de Beijing consistió en aumentar los aranceles de 10 a 25% en cinco mil 140 artículos, productos y mercancías importadas de EU por un valor de 60 mil millones de dólares, también el universo de artículos al que ya venía aplicando diversas tarifas arancelarias desde septiembre.

Con su estrategia Trump quiere obligar a los chinos a aceptar sus condiciones, obsesionado por reducir las diferencias comerciales entre uno y otro país. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) el año pasado las exportaciones estadunidenses a China sumaron 120 mil 300 millones de dólares, en tanto que las exportaciones chinas hacia la Unión Americana reportaron un volumen de 539 mil 500 millones de dólares. El déficit para EU con la nación asiática cerró 2018 en 419 mil 200 millones de dólares.

Hasta el momento las cuotas norteamericanas aplican sobre un monto de 250 mil millones de dólares, aunque Trump ya giró instrucciones a la Oficina del Representante de Comercio para que estudie ampliar las tarifas a prácticamente la totalidad de las importaciones chinas: “Que se eleven los aranceles para el otro conjunto que falta por 300 mil millones de dólares”.

Eso significa que la Casa Blanca habría consumado su intención manifestada desde principios del año pasado de “reducir el abultado déficit comercial con China” a través de buscar un mejor trato de igualdad primordialmente “más equitativo”.

La estratagema de Trump pasa por dos acciones: imponerles aranceles y obligar a negociar al presidente Xi y sus respectivos ministros encargados del tema, pero ya pasaron doce meses desde que movió esa ficha en el ajedrez geoeconómico y no logra darle jaque al rey. No le sale del todo la jugada.

Todo comenzó en enero del año pasado con el repentino anuncio unilateral sobre la imposición de nuevos aranceles a las importaciones de paneles solares y lavadoras que son vendidas en EU de todas partes del mundo.

En marzo volvió a la carga con la imposición de aranceles de 10 y 25% a las importaciones de aluminio y de acero, respectivamente; decisión que terminó afectando a socios estratégicos de EU, como son Canadá y México, inmersos en un tratado de libre comercio, en ese momento en vigor, desde el 1 de enero de 1994.

Para abril China entró a mover pieza en el tablero, afectando a 120 tipos de productos importados desde EU, elevando tarifas ad valorem por tres mil millones de dólares. A partir de entonces la acción de represalias comerciales ha seguido los principios del quid pro quo.

En la obcecada visión de Trump tarde o temprano terminará doblegando la voluntad china, aunque lleven once rondas de negociaciones en los últimos seis meses y no logren avanzar porque Beijing les devuelve los borradores del “pacto de paz” lleno de tachones y correcciones.

Actualmente el amago norteamericano pasa por una actitud rabiosa de “aceptan las condiciones o se atienen” a las nuevas medidas ya que “terminaremos gravando al alza todas las importaciones chinas”.

Volcado en las redes sociales el magnate que representa al Partido Republicano reafirmó en Twitter su convicción de “no rendirnos hasta que China cumpla”, porque considera que es tiempo de que “deje de robarnos”. E iracundo porque no le firman sus condiciones escribió que “no necesitamos hacer negocios con ellos”.

Para el FMI se incurre en una táctica inadecuada con consecuencias colaterales en una aldea global bastante interrelacionada en muchos de sus ámbitos, fundamentalmente el comercial y el económico.

El organismo que preside Christine Lagarde advirtió en Perspectivas de la economía mundial que “el recrudecimiento de las tensiones comerciales”, así como la correspondiente “agudización de la incertidumbre”, podrían lastrar más el crecimiento. El peligro real es que se produzca un pronunciado deterioro en el ánimo de los mercados, que a juicio del FMI implicaría una reasignación de las carteras marcada “por desinversiones en activos riesgosos”.

Hay tres variables sometidas a las tensiones entre los dos gigantes económicos del momento: comercio, inversión y producto mundial.

La guerra comercial, su vorágine, está desinflando al PIB mundial: la proyección original del FMI antes de la asonada arancelaria estadunidense recogía estimaciones acerca de un crecimiento mundial de 3.9% en 2018 y en el mismo sentido para este año. Pero el impacto de la nueva política comercial norteamericana no solo ha incrementado las tensiones bilaterales sino-estadunidenses: lo ha hecho geopolíticamente.

La prognosis del FMI acerca del crecimiento ha cambiado a un PIB global de 3.6% el año pasado y de 3.3% para este año; se espera que EU crezca menos que el año pasado: 2.3% en 2019, y China también perderá fuelle para ubicarse en un crecimiento de 6.3 por ciento.

Es el efecto de las barreras arancelarias. No habrá ganadores, advierte el organismo acreedor internacional. Sucederá una readecuación y reacomodo entre los países exportadores e importadores que negocian con China y EU. Pero la idea de Trump ni llevará a su país a reducir su déficit de manera permanente ni sostenible en el tiempo frente a los chinos, ni lo hará el ganador de una guerra absurda y sin sentido.

Lecciones del pasado

Las guerras son tan antiguas como el origen de la civilización porque la ambición por tener y controlar lo que tiene el otro ha sido uno de los motores de las invasiones que forjan la historia de la humanidad.

El comercio y el control de sus rutas ha sido tradicionalmente motivo suficiente para llevar a cabo invasiones y despliegues bélicos, la espiral maldita, tan antigua como la caída de los fenicios o las Guerras Púnicas entre las dos potencias de su tiempo, Roma y Cartago, en los años alrededor de 246 aC., y que llevaron al poder romano a crear su imperio y dejar atrás las antiguas civilizaciones para transitar al llamado mundo moderno.

La historia del ser humano ha sido una constante de invasiones y apropiaciones de pueblos conquistados y conquistadores. Por eso es tan loable el enorme esfuerzo multilateral en pro de la paz y el entendimiento construido a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Y por eso es que resulta tan preocupante la nueva actitud unilateralista de EU, su falta de entendimiento con prácticamente buena parte de los líderes de la aldea global, que mantiene bastante intranquilos a todos aquellos que creen en seguir construyendo puentes de diálogo.

Parecería que en un rifirrafe comercial todo se vale. Entre las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado se vivieron enormes tensiones entre productores, exportadores e importadores de la industria del carbón y del acero, los dos insumos líderes de la época.

Como en la actualidad acontece entre EU y China, las dos potencias económicas del momento son dos esferas de poder que chocan en varios aspectos ideológicos y políticos; y cada una pretende imponer sus reglas del juego.

El inquilino de la Casa Blanca, un hombre curtido en temas empresariales, sin un bagaje político amplio, considera que levantar una muralla arancelaria a las importaciones chinas servirá en un primer acercamiento para doblegar el espíritu chino y sentarlos a una mesa de negociación en la que imperen las condiciones de Washington. Ya pasó más de un año y llevan once mesas de diálogo y Beijing ha dicho que no cederá a Trump y sus condiciones.

¿Tiene razón Trump en edificar una muralla comercial, ladrillo a ladrillo de aranceles? La propia historia económica tiene la respuesta: no. Él busca corregir su abultado déficit comercial obligando a que los chinos amplíen sus importaciones y acepten, además, aranceles a determinadas exportaciones.

Se trata de una medida artificial que no logra corregir un problema de origen: EU es menos competitivo que China en la arena comercial, tanto en calidad como en cantidad como en la relación precio de los insumos y de producción. Su respuesta pasa por imponer impuestos a las importaciones, implementar mecanismos de incentivos a sus productores vía una política fiscal laxa y complementarlos con subsidios. Empero, eso no lo hace competitivo per se. Son solo medidas paliativas.

Así lo explica Gary Becker, Premio Nobel de Economía 1992. En su libro La economía cotidiana el economista critica la recurrente piel delicada de algunos políticos estadunidenses que por una u otra causa buscan medidas y “pretextos” para proteger a sus productores locales de la competencia foránea.

Esa piel sensible ha estado presente en distintas décadas, a veces contra Japón, Corea del Sur, Taiwán, Canadá, México… contra todos aquellos que produzcan mejor que sus propias marcas locales.

Para Becker una política de represalias contra prácticas comerciales injustas tiende a empeorar la situación “porque se convierte en un pretexto” para proteger a los productores nacionales contra la competencia extranjera.

La experiencia enseña que el gran perdedor de una guerra comercial es siempre el bolsillo del consumidor, porque a él se traslada el incremento de las tarifas arancelarias, toda vez que los productores locales protegidos no mejoran su eficiencia: más bien se estancan.

Trump juega con fuego y si hay algún economista que lo asesore lo debe saber: podrán presionar en el corto plazo a China pero a mediano y largo plazo los grandes perdedores de la guerra comercial serán EU, sus consumidores y finalmente las propias empresas norteamericanas.

A corto plazo el déficit comercial de bienes de EU con China disminuyó en marzo pasado en 20 mil 750 millones de dólares, 25% en comparación con el mismo mes de 2018; por trimestre, enero-marzo del año en curso, la reducción fue de 79 mil 980 millones de dólares. De ambos lados han bajado las importaciones bilaterales, los efectos cortoplacistas.

Yuan: caballo de Troya

La diplomacia norteamericana ya negocia una cita entre Trump y Xi para la próxima Cumbre del G-20 en junio en Osaka, Japón.

Llegarán a reunirse con las relaciones entre ambos atravesando el negro túnel de la incertidumbre. Xi ha dicho reiteradamente en su país y ante los empresarios locales que “no cederá ante las condiciones estadunidenses” porque siempre imperará el trato recíproco.

Y China juega también sus piezas en el ajedrez. ¿Qué armas tiene China para asfixiar la política proteccionista de Trump? Primeramente, EU es la principal economía deudora del orbe y China es su principal acreedor. ¿Qué significa? Que puede presionar vía la compra de deuda: la economía norteamericana necesita financiarse, entonces ¿qué pasaría si el gobierno de Xi Jinping empieza a vender sus bonos del Tesoro? Una nueva crisis.

Por información del Departamento del Tesoro se sabe que China posee 1.18 billones de dólares de deuda gubernamental de EU; además, es la nación con más cantidad de divisas en dólares en su banco central, con 3.16 billones de dólares, y por si fuera poco cuenta con voluminosas reservas de oro: según el Banco Popular de China tiene mil 843 toneladas de metal amarillo.

Es decir, una guerra comercial puede llevar al mundo a una crisis de deuda derivada del impago de los bonos del Tesoro vendidos masivamente y eso terminaría contaminando a otros papeles emitidos por otros gobiernos para financiarse creando tal cisma de desconfianza que el colapso sería descomunal.

Una guerra comercial puede llevar a China a deshacerse de dólares y llevar a cabo su proyecto de convertir al renminbi en divisa internacional, así como al yuan en moneda de inversión mundial, atesoramiento y rentabilidad.

También el Banco Central de China da indicios de querer orientar al yuan a una política de debilidad respecto del dólar para así compensar las pérdidas económicas derivadas del alza de aranceles.

Un yuan devaluado respecto del dólar implica darle mayor capacidad de compra al importador estadunidense ya que su moneda valdrá más respecto que la china… una forma de compensar en parte que deba importar el producto necesario para su proceso de producción bajo las nuevas condiciones de las cuotas impuestas.

El yuan ha traspasado la llamada “línea roja” de los siete yuanes por billete verde marcada por Washington y que ya levantó la protesta airada de la Casa Blanca advirtiendo la maniobra de Beijing. El yuan se cambia actualmente en 6.765 unidades por dólar.

La guerra comercial está a punto de convertirse en una guerra de divisas y eso aumenta la preocupación de los organismos internacionales, porque la contaminación por efectos negativos se trasladará a otros ámbitos financieros y monetarios.