ABUSO DE PODER Y DESORDEN INSTITUCIONAL

Permitir un concierto en el Palacio de Bellas Artes para celebrar los 50 años del líder de una secta religiosa es gravísimo.

Masha Zepeda
Columnas
Foto: Especial
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Los espacios públicos pertenecen al pueblo de México y son administrados por su gobierno, que los sostiene con las partidas federales designadas y los impuestos que pagamos. Al ser parte del esquema gubernamental son espacios abiertos a toda la población, por lo que no pertenecen a ningún culto religioso y la ley marca que nuestro Estado es laico. Eso se traduce en que no deben realizarse actividades a favor de ningún fanatismo.

La cultura en México ha gozado de independencia y respeto, por lo que se ha logrado una institución fuerte, que ha sabido desarrollarse a lo largo de la historia reciente a partir de la buena visión posrevolucionaria de Vasconcelos: la aportación de los refugiados españoles y europeos —debido a la Guerra Civil en la Península Ibérica y a la Segunda Guerra Mundial— enriqueció tremendamente nuestro contexto y con el paso del tiempo la difusión cultural se ha profesionalizado, existen protocolos y especialistas en administración cultural. La labor de transparencia también ayuda a la claridad pública en relación con los fondos otorgados como apoyos económicos para diversas actividades culturales.

Permitir que en el Palacio de Bellas Artes se hiciera un concierto para celebrar los 50 años del líder de la secta religiosa evangélica La luz del mundo y que sus feligreses asistieran no solo al recinto sino también a la parte de afuera con acceso a la ceremonia mediante gigantescas pantallas proporcionadas por las autoridades resulta gravísimo: el Estado mexicano es laico, así como sus instituciones.

Oficio

Además anuncios por toda la capital mexicana con anuencia del INBAL dieron cuenta a todas luces que se trataba de un acto religioso, aunque el senador Roberto Zamora Guzmán pagó 185 mil 413 pesos por el alquiler del recinto. Los representantes populares elegidos por el voto de los ciudadanos por supuesto que tienen derecho a pertenecer a la religión que quieran profesar pero no pueden usar la influencia de su curul para promover ningún tipo de culto: el concierto tuvo lleno total, asistieron diez diputados y cinco senadores que en ningún momento reflexionaron de nuestra condición laica y republicana; así como el presidente no jura ante una Biblia cuando es investido como tal, todos sus servidores públicos e integrantes de las dos cámaras y Congresos estatales deben tener muy claro que el gobierno mexicano no profesa religión alguna: es laico y vale recalcarlo otra vez.

El hecho de que ni la directora del INBAL, Lucina Jiménez —a quien respeto como profesional—, ni la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto —quien muestra desconocimiento en administración cultural—, ni sus colaboradores se dieron cuenta de lo que pasaba ni tuvieron la lucidez de parar a tiempo este vergonzoso hecho en el Palacio de Bellas Artes denota falta de experiencia y oficio.