EX VOTOS, HISTORIA EN GIRONES

La magia del retablero exige reconstruir la escena sin retoques.

Alberto Barranco
Columnas
Foto: Especial
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Alineados en viejos paredones; acurrucados entre mil trebejos del puesto de La Lagunilla vestido de domingo; solitarios en bibliotecas de casa rica; escondidos tras las puertas de vecindad, cinco siglos después los retablos o ex votos siguen contando sus historias salpicadas de ingenuidad.

El rayo que partió el árbol donde se escondía el fraile al Ave-María-Purísima de la tormenta. El caballo negro, por mal nombre El Diablo, que tumbó al patrón. El niño que se atoró en el parto; el carruaje asaltado por bandidos; la casa de adobe que derribó el Paricutín; el río que empezó a rugir; el incendio de la troje.

Y el milagro.

Viendo el peligro encima le pedí con todas mis “juerzas” a la Virgencita de San Juanito de Los Lagos; a la Virgencita de los Remedios, a la patrona de La Villa, a la señora de Talpa…

La costumbre, signo, símbolo, testimonio de la religiosidad popular, nació en Francia, Italia y España desde la Edad Media. La tentación de plasmar la maravilla llegaría a la Nueva España al amanecer del siglo XVII.

Con los años habría un santo para cada caso. De San Juditas para las causas difíciles, a San Antonio para las causas de amores, y sin discriminar a mujeres públicas, ladrones, músicos, enfermeras…

Derivadas del latín, las palabras Ex voto significan un objeto preciado a Dios, en tanto que retablo implica atrás del altar.

Magia

Durante décadas los testimonios, relatos simples plenos de faltas de ortografía, se colocaban en el presbiterio de las iglesias combinando colores, figuras y primores, según la capacidad del milagrero o retablero.

El poeta Octavio Paz los definía como la expresión religiosa en salto mortal, “un cambio de piel que es también el regreso a nuestra naturaleza”.

La magia del retablero exige reconstruir la escena sin retoques: la santita frente a la cama de la moribunda; el charco de sangre junto al apuñalado; el soldado tras la trinchera; el gendarme a plena emboscada; el descarrilamiento del tren; el trapecista que falló en el vuelo…

“El 24 de octubre de 1929, yendo por mi casa a las 12 de la noche fui asaltado por unos malhechores y estando en trance de perder la vida me encomendé al Divino Pastor, quien me salvó con las bendiciones de mi madre”.

“Juan Centeno accidentalmente se vio entre bandidos que se tiroteaban encarnizadamente, y en tan terrible trance invocó de todo corazón a la Santísima Virgen de la Salud y salió sano y salvo, por lo que hace patente su gratitud”.

Integrados en colecciones los retablos son un atractivo más para quienes llegan a la vieja Basílica de Guadalupe, al santuario de Los Remedios o a la iglesia de la Soledad de la Santa Cruz de La Merced.

Ahí están el descarrilamiento del ferrocarril de Tacubaya de finales del siglo XIX; el incendio del altar del Perdón de la Catedral en 1967; la caída de edificio de Mario Moreno Cantinflas en el terremoto de 1957; el incendio del Casino Royal…

La historia en girones del México viejo contada por pinceles ingenuos.