SUERTE, PAOLA

Una deportista mexicana decidió escapar de la corrupción en nuestro deporte.

Cristopher Rivera
Columnas
Foto: Especial
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De verdad, les juro, quisiera ya no hablar más de lo mal que hacen su trabajo esos que dirigen los destinos del deporte en nuestro México pero es imposible no evidenciar lo mal que hacen su chamba. Le he venido contando en los últimos tiempos desgracia por desgracia y desastre por desastre, que llevan consigo consecuencias devastadoras.

Los problemas del deporte en nuestro país van desde la corrupción, incluyendo desvío de recursos o mal manejo de ellos, hasta humillación a nuestros atletas.

Un día nos enteramos que en el deporte acuático hay anomalías de toda la vida y no para; al otro día que la gimnasia tiene conflictos, después el taekwondo, luego el tiro con arco… y así sucesivamente.

Ante tanta porquería hoy más que nunca los atletas comienzan a levantar la voz, a exigir por su bienestar como deportistas, a preguntar por qué, cuando se toman decisiones en su contra sin justificaciones razonables. Mire: no es que nuestros deportistas entren en rebeldía: simplemente es un síntoma de cansancio frente a lo que parece una irreversible ineptitud.

Y después de tanto ya ocurrió lo que muchos no imaginaban: una deportista mexicana decidió escapar de la suciedad de nuestro deporte, cansada del nulo respaldo de su federación y autoridades. Ella se llama Paola Pliego y su disciplina es el esgrima.

Paola fue una de las atletas más castigadas en los tiempos recientes, básicamente porque no temió denunciar ni se quedó callada. Todo comenzó unos días antes del arranque de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde Pliego dio positivo de doping, lo que la apartó de la justa; pero tiempo después demostró con todas las de la ley su inocencia. Ese escabroso acontecimiento nunca lo pudieron atender con seriedad las autoridades de la Federación Mexicana de Esgrima, Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte y compañía.

A pesar de demostrar su inocencia Paola Pliego fue apartada durante tres años de competencias oficiales e internacionales. Nadie le daba explicaciones: puras largas. La Federación Mexicana de Esgrima y el resto no la inscribían a los diferentes certámenes, hasta que ella explotó y tomó una difícil decisión: en días pasados renunció a competir por México y ahora representará en la esgrima a Uzbekistán. Tal determinación es consecuencia de la corrupción en el deporte.

Antes de que nuestras autoridades deportivas aplastaran a Paola Pliego ella había conseguido medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Toronto, de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 2014 y un par de metales plateados en los campeonatos panamericanos de esgrima de 2015 y 2016. En pocas palabras, se nos va una enorme deportista.

¿Cuántos más?

El caso de Paola Pliego es uno de tantos que existen en nuestro deporte. No es la única fastidiada por tanta descomposición: hay cientos de atletas que quisieran tener una salida, ver un poquito de luz para seguir adelante con sus sueños. Lamentablemente la mayoría de ellos se tendrán que quedar callados porque si no la vara les alcanzará hasta ser duramente castigados.

Ojalá aquellos que sufren las consecuencias de la corrupción en nuestro deporte pudieran ir a otro entorno a desarrollarse con el apoyo suficiente, sin preocuparse por una beca, por buenas instalaciones, uniformes, hospedaje, viáticos, etcétera. Ojalá esos que están cansados pudieran hacer lo mismo que Paola Pliego, a quien le deseo la mejor de las suertes.

No tienes nada que perder, Paola. ¡Vale más paso que dure y no trote que canse!