COLILLAS DE CIGARROS: EL PEOR ENEMIGO DEL AGUA

Los filtros de cigarro suponen 13% de los residuos del mundo y son capaces de contaminar diferentes ecosistemas.

Martha Mejía
Bienestar
Foto: Especial
Karen Catbird

Según cifras del INEGI en México hay 14 millones de fumadores, cifra que permite calcular que en el país se consumen tan solo en un día 98 millones de cigarros, lo que equivale a 20 toneladas de filtros diariamente: “De estas, entre diez y doce terminan en la vía pública, incluyendo ríos, bosques y mares, por lo que contaminan principalmente el agua”, explica en entrevista Nacho Vargas, artista plástico y emprendedor ecologista.

De acuerdo con un informe de la ONG internacional Ocean Conservancy las colillas suponen 13% de los residuos del mundo. Su ligereza les lleva a recorrer miles de kilómetros, por lo que son capaces de contaminar diferentes ecosistemas y perdurar entre siete y doce años, aunque algunos afirman que sus efectos dañinos pueden durar hasta cinco lustros.

Las colillas son transportadas hacia el mar desde zonas terrestres debido a la lluvia, el viento o las alcantarillas. Las sustancias que contienen se expanden al entrar en contacto con el agua, produciendo así efectos devastadores en la naturaleza.

“Acetato de celulosa es el termoplástico del que están fabricados los filtros de los cigarrillos y aloja sustancias tóxicas como hidrocarburos policíclicos aromáticos, nicotina, arsénico y otros metales pesados”, señala Vargas.

Además se ha comprobado que el acetato de celulosa no es biodegradable sino fotodegradable, lo que significa que los rayos ultravioletas del Sol pueden llegar a fragmentar el filtro en piezas mucho más pequeñas.

Debido a la degradación de los hábitats naturales algunas especies animales, como las aves, resultan especialmente afectadas a la hora de fabricar sus nidos. Por la falta de recursos naturales, por ejemplo, se ven obligadas a buscar nuevos materiales, entre los que se encuentran las colillas, que ponen en peligro su salud y la de sus crías, indica el estudio de Ocean Conservancy.

En los ecosistemas marinos las colillas también alteran la calidad del agua: “Tan solo una colilla de cigarro contamina alrededor de 20 litros de agua y tarda en biodegradarse hasta 50 años”, puntualiza Nacho Vargas.

Lo anterior pone en peligro el ciclo ecológico de especies animales, plantas y hasta vegetales, principalmente por la acumulación de sustancias tóxicas en su organismo.

Vargas señala que las playas son uno de los espacios más afectados por este tipo de residuos ya que muchas personas consideran más sencillo enterrar las colillas bajo la arena que tirarlas en un cenicero o en un bote de basura.

Portacolillas

“Hace tres años me di cuenta de que este es un grave problema; sin embargo no era tan visible entonces. Un día una amiga me trajo un cenicero portátil de Japón. Me gustó mucho la idea de poder contribuir con algo a la solución de este problema, sobre todo porque soy fumador”, explica en entrevista.

“La falla que vi en este cenicero es que estaba hecho de plástico. Pensé que no era coherente arreglar un problema de contaminación generando más y por ello me aboqué a buscar una solución que involucrara un material resistente y reciclable”, agrega.

Vargas nunca imaginó que una necesidad personal se convertiría en un movimiento como el que ahora se gesta y en el que participan cientos de personas en distintos puntos en el país mediante recolecciones masivas de colillas de cigarros, entre otras acciones.

Explica que hace tres años comenzó con el proyecto Acción Contra Colillas con la intención de lograr una solución integral para el problema. “El primer paso fue crear el portacolillas, una herramienta para que no se tiren en la vía pública, porque normalmente los fumadores toman como pretexto que no encuentran un bote de basura, o cosas así, para tirarlas en la calle”, afirma.

El portacolillas es una herramienta que creó utilizando tetra pak reciclado, que no se quema y es resistente. “Es un material compuesto por plástico, cartón y aluminio en su forma elemental; al reciclarlo le quitan el cartón; lo que queda es plástico con una lámina de aluminio, lo cual lo hace superresistente, no se quema, no se echa a perder, en verdad es uno de los materiales del futuro”, dice.

De hecho, añade, con el tetra pak “también hago joyería y accesorios e incluso hay un proyecto para hacer huaraches y donarlos a niños que viven en la Sierra de Oaxaca y Guerrero”.

Cada portacolillas equivale a medio envase de tetra pak, por lo que al utilizarlo se le ahorran grandes cantidades de desperdicio al planeta.

Explica que a partir de tener el material idóneo se concentró en desarrollar algo funcional y práctico. “Al portacolillas le caben de ocho a diez colillas; incluso puede servir como un producto de responsabilidad social y promoción de diversas instituciones y empresas al tener la posibilidad de ser personalizado mediante una etiqueta ecológica”.

No obstante, apunta, el reto es convencer a la gente para que lo use, que sepa el porqué es importante no tirar las colillas de cigarro. “Al final del día el portacolillas es solamente una herramienta para ayudar a los fumadores a que no contaminen pero en realidad ese es un asunto de conciencia: debemos entender realmente el problema”.

Proyecto social

Un segundo paso, indica Nacho Vargas, es crear conciencia por medio de colectas masivas de colillas en parques y playas del país. “Convocamos a personas que quieran unirse bajo el esquema de que somos sociedad civil; a veces también vamos a escuelas; la idea es demostrar qué es lo que provocan y se pueda generar un cambio”.

Pero eso no es todo: Acción Contra Colillas desarrolló un método mediante el cual descontamina las colillas recolectadas mediante un proceso químico casi artesanal. “Una vez limpias las colillas se separa el acetato de celulosa y el papel que lo cubre para que se le puedan dar distintos usos; por ejemplo hacemos macetas o papel reciclado”.

No obstante indica que su objetivo no es hacer papel reciclado ni macetas: “Más bien es combatir la contaminación de colillas de cigarros en la vía pública y mediante esa acción detonar proyectos de impacto social y de arte”.

Por ejemplo, puntualiza, “el gran proyecto que tenemos en puerta es regresar a Puerto Escondido, Oaxaca, a apoyar a una asociación de niños con autismo; con ellos y sus familias ya hemos hecho recolecciones masivas de colillas y ahora les vamos a enseñar cómo hacer el papel reciclado. A partir de ello un grupo de artistas les darán clases de pintura y se hará una exhibición de sus obras. Por medio de eso queremos darles visibilidad a los muchachos, empoderar a sus mamás, pero sobre todo obtener recursos para que tengan educación, medicamentos o lo que sea necesario. La idea es crear conciencia acerca del problema y que esa conciencia detone para así tratar de cerrar un ciclo virtuoso”, finaliza.