RECESIÓN O DESACELERACIÓN

El hecho es que la economía hoy entra a un nuevo periodo de contracción.

Sergio Sarmiento
Columnas
Foto: Especial
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La economía mexicana parece encaminada a una recesión. No habrá realmente certeza hasta el 31 de julio, cuando el INEGI dé a conocer las cifras preliminares del crecimiento del PIB en el segundo trimestre de 2019; pero aun si la economía no cae en una recesión formal, no hay duda de que se ha desacelerado de manera importante.

Después de registrar tasas de crecimiento de 2% anual en los últimos años la economía del país sufrió una contracción de 0.2% trimestral en los tres primeros meses de 2019. El grupo Citi, que hasta hace poco había mantenido el pronóstico de que la economía mexicana crecería un poco en el segundo trimestre, lo que llevaría a una expansión de 0.9% en todo el año, ha modificado sus previsiones. Hoy considera que la economía nacional tuvo una pequeña contracción de 0.1% en el segundo trimestre. Esta situación significaría una recesión en la definición tradicional del término, de dos trimestres consecutivos con disminuciones. También Bank of America estima que en el segundo trimestre se registró una contracción y considera que México está en una “recesión técnica”.

Hay otros elementos que sugieren que estamos ya en recesión. La producción industrial registró una caída de 3.1% entre mayo de 2018 y el mismo mes de 2019, mientras que las empresas de construcción sufrieron un desplome de 10.3 por ciento.

No es inusitado que la economía mexicana presente una desaceleración o una recesión al inicio de un gobierno. Los cambios de administración suelen generar el cierre de proyectos de inversión pública sin que comiencen de inmediato las obras del nuevo régimen. En 1995, tras la devaluación de diciembre de 1994 al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo, se registró un verdadero desplome de la economía nacional.

Estancamiento

Según Citibanamex la actual contracción es diferente a las de los últimos 25 años porque en esta ocasión “no hay un choque económico externo significativo ni importantes desbalances financieros que tengan que autocorregirse; el escenario de bajo crecimiento que visualizamos es esencialmente resultado de factores locales”.

El presidente López Obrador no acepta fácilmente las observaciones de los economistas. Cuando distintas instituciones nacionales y extranjeras han señalado que la economía pierde ímpetu él siempre afirma que tiene otros datos. Después de que el FMI bajó su pronóstico de crecimiento para 2019 de 1.6 a 0.9% respondió que la institución debía ofrecer una disculpa a México por haber apoyado políticas equivocadas. Pese a las bajas de todas las proyecciones, incluso las de Hacienda y el Banco de México, el mandatario ha mantenido que la economía nacional crecerá 2% este año. También ha afirmado que “no es lo mismo crecimiento que desarrollo” y lo que él busca es un verdadero desarrollo.

Quizá. Pero el hecho es que la economía que había crecido poco, apenas 2% anual en los últimos 30 años, hoy entra a un nuevo periodo de contracción. Esto no sería problema si hubiera una perspectiva clara de qué instrumentos económicos se utilizarán para generar una mayor expansión. Pero muchas de las decisiones del gobierno llevan a pensar que el crecimiento no se recuperará en el futuro previsible. Estamos presenciando un “estancamiento sin rebote a la vista”, en opinión de Citi.

Ojalá que en la ausencia de crecimiento pudiera haber un verdadero desarrollo. Pero la experiencia nos dice que sin crecimiento no puede haber ni desarrollo ni creación de empleos ni prosperidad.