EL TRAJE NUEVO DE LA DEMOCRACIA

La liturgia populista de los Trumps del mundo abandona los valores liberales universales.

Lucy Bravo
Columnas
Foto: Especial
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La semana pasada dos hombres tomaron los micrófonos en lados opuestos del Atlántico y acapararon todos los reflectores ante la expectativa de que sus palabras serían determinantes para el futuro de Occidente.

Uno de ellos portaba un traje negro, pulcro, a la medida, y mantuvo siempre la compostura y la mirada impávida mientras era cuestionado y atacado por congresistas estadunidenses durante más de cuatro horas.

El otro lucía su característica melena dorada y despeinada, con la corbata ligeramente desaliñada, mientras prometía en su primer discurso como Primer Ministro devolverle su grandeza a Reino Unido en una clara alusión a la retórica patriótica que recorre al mundo.

El contraste entre el ex fiscal especial estadunidense Robert Mueller y el nuevo premier inglés, Boris Johnson, no podría ser mayor, pero el mensaje que nos envían es esencialmente el mismo: la decadencia de Occidente llegó para quedarse.

Mucha tinta se ha vertido para presentar las distintas “ópticas” de la actuación de Mueller cuando confirmó que el presidente Donald Trump aceptó la ayuda de un poder extranjero hostil para ganar las elecciones, que mintió, que podría ser procesado después de dejar el cargo y que engañó a los estadunidenses llamando a la investigación una “cacería de brujas”. Pero poco se ha hablado de los escasos guardianes fiables de la democracia que nos quedan.

Como era de esperarse el testimonio de Mueller no presentó nuevas revelaciones fuera de los hallazgos detallados en su informe final sobre el llamado Rusiagate. Pero a través de las breves y recatadas respuestas del ex fiscal especial tanto demócratas como republicanos pudieron reclamar victoria, lo que refleja cómo la ambigüedad del discurso ha llegado a eclipsar una investigación independiente que en otra época hubiera terminado con la carrera política de cualquiera.

Frivolidad

Pero el republicano que hoy duerme tranquilamente en la Casa Blanca no es el único escapista político que ha puesto a temblar a las instituciones: el inglés Johnson se ha convertido en uno de los más grandes fenómenos de la política británica de los últimos tiempos. Se trata de un periodista sensacionalista que construyó su carrera política alrededor de los escándalos, las mentiras y el ataque a las instituciones.

El llamado “Trump británico” y artífice del Brexit prometió concretar el divorcio con la Unión Europea el 31 de octubre con o sin acuerdo, además de dinamizar la quinta economía más grande del mundo, después de lo que él considera la penumbra del liderazgo de Theresa May.

En ambos casos el “fracaso” no es de los hechos o de una investigación sino de un país entero obsesionado con el spin político y la capacidad histriónica de sus líderes. La liturgia populista de los Trumps del mundo abandona los valores liberales universales, incluida la prensa libre, para escudarse en la ironía y el cinismo. Y las urnas los adoran por ello.

Al igual que la fábula de Hans Christian Andersen, El traje nuevo del emperador, que relata la historia de un mandatario y sus súbditos quienes deciden de común acuerdo compartir una ignorancia colectiva, las democracias hoy parecen empecinadas en desechar los hechos por la frivolidad.