JÓVENES INNOVADORAS DE LA UNAM CREAN POPOTE BIODEGRADABLE

Se encontró que los popotes de la UNAM son más resistentes y flexibles que los convencionales.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
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Asombra aún el hallazgo a diez mil 935 metros de profundidad de una bolsa de plástico y envoltorios de caramelo en el abismo Challenger, el punto más profundo del océano, situado en la Fosa de las Marianas por el equipo de exploradores del empresario y submarinista estadunidense Victor Vescovo.

El plástico se inventó a finales del siglo XIX pero fue en los cincuenta del siglo pasado cuando empezó a producirse a gran escala y transformó todo: desde la ropa, pasando por la cocina y la restauración, hasta el diseño y envase de productos, la ingeniería y el comercio minorista.

Ninguna generación anterior se imaginó el problema que se nos venía encima: hoy no sabemos qué hacer con ocho mil 300 toneladas de este material.

Con justa razón hay quien sostiene estar atrapado en una edad de plástico ya que tiene a la humanidad y al planeta contra la pared. Preocupante es su presencia no solo en los océanos sino también en el agua que bebemos, en la comida e incluso en el aire que respiramos.

El grupo de las 27 Islas Cocos, ubicadas a dos mil 100 km de la costa noroeste de Australia, está colmado por 414 millones de piezas de plásticos, espuma, metal y vidrio con un peso de 238 toneladas.

Ante un panorama tan urgente, y conscientes de la desmedida generación de plástico, las alumnas del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM Itzel Paniagua Castro, de 19 años, y Alondra Montserrat López López,de 17, crearon un popote de bioplástico a partir de cáscaras de mango y baba de nopal, por lo que obtuvieron el primer lugar en el XXVII Concurso Universitario Feria de las Ciencias, la Tecnología y la Innovación, en la modalidad Diseño Innovador.

Recuerdan las universitarias contactadas por Vértigo que la idea surgió cuando estudiaban en la Unidad de Polímeros y fueron convocadas a efectuar una propuesta realmente innovadora. Se entusiasmaron y también se hicieron la pregunta: “¿Por qué no hacer algo que pueda ayudar al medio ambiente, que nos beneficie a todos y tenga impacto social?”

Le dieron varias vueltas al asunto hasta que fijaron su atención en las razones que habían llevado a varios países a prohibir las bolsas de plástico y en las iniciativas para proscribir el plástico de un solo uso: popotes, vasos y sus tapas, tenedores, cuchillos, cucharas y platos, bastoncillos para hisopos de algodón y palitos mezcladores.

Fue así como estas jóvenes emprendedoras decidieron lograr un popote confeccionado con bioplástico a partir de materiales orgánicos. Enseguida emprendieron la investigación que abarcó varios meses, revisaron distintas fuentes bibliográficas sobre el tema y recibieron asesoría de sus profesores.

En el trabajo de laboratorio empezaron a tener avances y retrocesos; descubrieron que las cáscaras de mango tienen la propiedad de impedir el crecimiento de bacterias y hongos. Al inicio se apuraron en obtener la formulación correcta del bioplástico. No obstante la materia para hacer el popote se hacía polvo. Empezaron a jugar con las cantidades de sustancias y volumen de líquidos hasta lograr la consistencia requerida.

Nunca rendirse

En algún momento tuvieron la dificultad de que los prototipos de popotes creados con el biopolímero se deshacían al contacto con el agua en segundos. Probaron varias sustancias y parecía que se hallaban en un callejón sin salida.

Cecilia Espinosa Muñoz, profesora de Química de sexto semestre y quien asesoró a Itzel y Alondra, les dijo que no se podían rendir y debían continuar la búsqueda de una sustancia que le diera firmeza al popote. Con el ánimo innovador reforzado encontraron que la baba de nopal era el elemento ideal para recubrir el bioplástico del popote.

“Con la baba de nopal el popote duraba en la bebida sin disolverse y sin impregnarla con otro sabor; este avance significó para nosotras un triunfo porque garantizó el éxito del proyecto”, comparten.

Una vez obtenidos los popotes de bioplástico los sometieron a distintas pruebas de rasgado y elasticidad, comparándolos con los popotes de plástico para detectar propiedades y defectos. Se encontró que los popotes de la UNAM son más resistentes y flexibles. Una prueba demostró que es muy fácil absorber con ellos cualquier bebida o líquido.

Ahora que el doctor Richard C. Thompson y sus alumnos de la Universidad de Plymouth demostraron cómo algunas de las llamadas bolsas de plástico biodegradable resisten casi intactas al paso del tiempo resulta meritorio que los popotes con sello Puma bajo el agua y la tierra se destruyan en cuatro y seis meses. Además las estudiantes aseguran tener las bases para en un futuro inmediato producir diversos productos efectivamente biodegradables con bioplástico de cáscara de mango y baba de nopal. También son bienvenidas las propuestas de otros jóvenes que crearon popotes biodegradables de agave, cáscara de aguacate, coco y maíz.

Por ello están muy esperanzadas en iniciar sus respectivas carreras en la UNAM —Itzel cursará Derecho y Alondra estudiará Ciencias Químicas— y acelerar el proceso de patente y comercialización de su innovación ya que “nuestro bioplástico es un producto que la sociedad requiere no solo como una respuesta a la contaminación plástica y ambiental sino también como insumo de bajo costo ya que calculamos un precio de 22 centavos por popote”.

Con la experiencia de ser innovadoras exitosas y precoces, aplauden y exigen que se cumpla al pie de letra la recién aprobada Ley de Residuos Sólidos de la Ciudad de México, la cual prevé que desde el 1 de enero de 2021 también se prohibirá la comercialización, distribución y entrega de los llamados plásticos de un solo uso.

Asimismo refrendan que continuarán desde sus distintos ámbitos profesionales impulsando innovaciones que beneficien a la sociedad y contribuyan al rescate de nuestro hábitat.

Contaminación plástica

Los diez sistemas fluviales con la mayor carga plástica en el mundo —ocho están en Asia y dos en África, áreas en las que viven cientos de millones de personas— son responsables de alrededor de 90% de la entrada global de plástico al mar.

Se estima que alrededor de diez millones de toneladas de plástico acaban en los océanos cada año.

Los microplásticos pueden viajar a través de la atmósfera distancias de al menos 100 kilómetros.

Se estima que la contaminación plástica causa pérdidas anuales por un valor de más de 13 mil millones de dólares en daños económicos en los ecosistemas marinos.

El problema empeora: se estima que el peso del plástico en los océanos superará al de los peces para 2050.

Las personas que beben la cantidad de agua diaria recomendada a través de fuentes embotelladas pueden ingerir 90 mil partículas de microplástico adicionales al año, en comparación con las cuatro mil que ingieren y consumen solo agua del grifo.