EL NUEVO CHERNOBYL

Estamos ante una renovada carrera de armas nucleares. 

Lucy Bravo
Columnas
Foto: Especial
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La noche del pasado 8 de agosto las transmisiones de televisión rusas fueron interrumpidas por un mensaje que advertía a la gente de una tormenta. La emisión desapareció una hora después sin ninguna explicación, mientras los habitantes de Moscú buscaban algún anuncio oficial que nunca llegó.

Fue una semana después cuando se dio a conocer que el motivo de la alerta fue la explosión del motor de un nuevo cohete nuclear en una base militar cercana a Severodvinsk, una ciudad situada en el noroeste de Rusia. Dicho accidente provocó la muerte de cinco ingenieros nucleares y la exposición de los más de 200 mil habitantes de la cercana población de Arcángel a niveles de radiación 16 veces por encima de lo normal.

Como era de esperarse la información del Ministerio de Defensa ruso es contradictoria y limitada pero los niveles de radiación alcanzados indican que se trata del misil de propulsión nuclear conocido como Burevestnik o Skyfall, mismo que el presidente Vladimir Putin describió como “invencible” en marzo de 2018 mientras anunciaba nuevas inversiones en su programa de defensa.

Putin argumenta que la inversión de Rusia es una respuesta a los movimientos desestabilizadores de Estados Unidos (EU) para modernizar y expandir su propio arsenal nuclear; y tiene razón. El ex presidente Barack Obama, quien en 2009 recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en materia de desarme nuclear, desarrolló un plan de 1.2 billones de dólares para renovar este tipo de armas, tanto aéreas como terrestres, a lo largo de su gestión.

Pero Trump ha ido mucho más lejos: tan solo el año pasado propuso un gasto adicional de 500 mil millones de dólares en su sistema de defensa nuclear, incluidos 17 mil millones de dólares para armas tácticas de bajo rendimiento que podrían usarse en campos de batalla convencionales. Además el gobierno de EU explora el desarrollo de un nuevo misil hipersónico con una ojiva nuclear después de que se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF).

Militarización

Una vez más la administración Trump se da a la tarea de desmantelar el sistema de tratados que el propio EU ayudó a crear durante la Guerra Fría para prevenir una catástrofe. Hoy esos acuerdos los abandonan tanto las grandes potencias nucleares como los autodenominados actores regionales, como China, Corea del Norte e Irán.

Estamos ante una renovada carrera de armas nucleares y la perspectiva de America first del ocupante de la Casa Blanca se ha convertido en una bomba de tiempo. El énfasis ultranacionalista del discurso de Trump conduce inexorablemente a la militarización de la sociedad estadunidense, ya sea en la frontera mexicana, en las calles o en su enfoque de seguridad internacional.

Cuando pensamos en los peligros de una carrera armamentista pensamos en la posibilidad de un cataclismo que termine con la civilización. Pero la verdadera amenaza es la serie de catástrofes a menor escala que se desatan y terminan con incontables vidas. La prueba fallida del misil nuclear ruso demuestra que, sin importar los costos a la población, siempre habrá un nuevo Chernobyl.