MARTÍN CORTÉS

Lo cierto es que en todo caso los dos Martín Cortés provenían del mismo padre.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Sergio Pérezgrovas

En el silencio de la mirada es donde en verdad se podía ver.

Malinche (del libro de Laura Esquivel)


En 1522 nació el primogénito de Hernán Cortés y la Malitzin (Malinche). La primera esposa de Hernán murió, según fuentes no oficiales, por causas desconocidas el mismo año. Llevaba por nombre Catalina Suárez Marcaida.

Se dice que en el lapso de cinco años que duró el matrimonio Cortés tuvo cinco hijos extramatrimoniales (era medio caliente, el conquistador).

El primero fue Martín Cortés, apodado El Mestizo. A él se le considera el primer mestizo de América. A los dos años de edad fue arrancado de su madre y llevado a España por su padre. Para 1529 fue legitimado en una bula papal (documento sellado con plomo y que es todavía la ley) por Clemente VII.

Cortés, después de algunos años, se vuelve a casar en 1528 con Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga y con ella procrea seis hijos. Pero a uno de ellos le pone Martín Cortés Zúñiga, conocido en el bajo mundo como Martín Cortés II.

Hay mucha confusión del porqué repetir el nombre y, aunque sin sustento histórico, se afirma que Cortés padre, sin ocultar a su primer hijo, sentía cierta vergüenza por haberse comido a la Malinche ya que existía la creencia entre los españoles de que los indígenas no tenían alma y no eran considerados seres humanos.

La muestra más clara es que al Martín Cortés II lo nombró marqués del Valle de Oaxaca, título que le otorgó a él el rey Carlos I de España y era sin duda el más prestigioso de la época. Este título comprendía las tierras mexicanas de Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Estado de México y Ciudad de México —nada más poquitas tierras heredó el chamaco.

También afirman que fue a petición de doña Juana Ramírez, quien le torció la mano a su marido para desconocer al primogénito como el heredero. Lo cierto es que en todo caso los dos Martín Cortés provenían del mismo palo, perdón, del mismo padre.

La Malinche

Dentro de la casa de Diego de Ordaz —que en realidad fue habitada por la Malinche—, propiedad de la familia Rosas, en la calle del famoso periodista y escritor Francisco Sosa en el centro de Coyoacán, había desaparecido un retrato del conquistador Hernán Cortés pintado por Augusto Ferrer en gran formato. Aunque no era de la jurisdicción de Tristán, algo le decía que había algo más. Su instinto nunca fallaba. Entró en el recinto. Lo atendía un joven con pinta de reguetonero de la Bondojo (o sea, bien naco). Lo acompañó hasta la sala de donde se había sustraído la pieza. Tristán notó algo raro en el muchacho. En la habitación se encontraba una viejecita de unos 80 años que saludó amablemente a Tris. “¿Viene por lo del cuadro?”, preguntó la señora. “Así es”. Ella, con voz cansina, dijo: “Eso es lo de menos, lo que me preocupa es mi esposo, que lleva tres días sin aparecer”. “¿Y por qué no dio parte a las autoridades?” “Porque no ha salido de casa. Estoy segura de que anda por ahí, pero no sé dónde”. Tris le dijo: “No se preocupe: creo saber dónde puede estar su esposo”.

—Cuenta la leyenda —narró la anciana— que esta casa tiene pasadizos secretos por donde Hernán venía a visitar clandestinamente a la Malinche, pero Brandon (así se llama el joven) dice que ya lo buscó y no aparece.

—Déjeme hablar con el muchacho.

Tris salió del cuarto con la pistola desenfundada, agarró del pescuezo a Brandon y le dijo: “¡Si no te quieres morir en este instante más te vale que me digas qué hiciste con tu patrón y el cuadro”. El muchacho negó con la cabeza. Tris le dio un culatazo debajo de la oreja (sabía que el madrazo no se vería por el pelo). Ante la capacidad persuasiva de Tris, ¿o de la pistola?, el joven confesó.