SOMOS LIBRES PORQUE CREAMOS, NO PORQUE ELEGIMOS

Ser libre en el sentido ontológico es lo que nos da singularidad; es decir, la suma de las elecciones.

Hector González
Columnas
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Notimex

Óscar de la Borbolla (Ciudad de México, 1949) ha hecho del pensamiento un arte. A través de la filosofía se cuestiona continuamente para conocer algo del comportamiento humano. Autor prolífico, dedica su tiempo a enseñar y a escribir. Defensor del gusto por la vida escapa a la tentación del determinismo.

—¿Somos libres?


—Nuestra vida y sociedad supone que somos seres libres. En nuestra vida las consecuencias de cualquier acto que hacemos se nos imputan; es decir, se asume que las hacemos por elección. Creemos que somos dueños de nuestra vida porque hemos elegido cada uno de nuestros momentos. Sin embargo, actualmente esta idea se pone en duda desde muchas perspectivas. Hay enfoques deterministas que nos hacen ver como si fuéramos marionetas porque detrás de nosotros hay resortes económicos, genéticos o sicológicos que encausan nuestras elecciones.

—¿Cuál es su opinión en este sentido?


—Cuando alguien tiene un padecimiento mental su conducta está condicionada. Y esto puede ser un atenuante. No obstante Sartre planteaba que incluso cuando estamos entre la espada y la pared podemos elegir. En su libro El ser y la nada apunta que estamos condenados a ser libres. Sostiene que lo característico del hombre es la libertad. Que nuestra vida esté en juego no quiere decir que no podamos elegir. A la búsqueda de argumentos para justificar nuestra decisión Sartre la llama mala fe. La libertad no es algo a lo que se pueda renunciar pero no se refiere a la libertad de hacer sino de ser. Ser libre en sentido ontológico es lo que nos da singularidad; es decir, la suma de las elecciones.

—¿Dónde queda el determinismo neurocientífico?

—Las ciencias que dan más lata al sentido libertario son la genética y la neurociencia. Parece que nuestra proclividad para nuestra conducta está determinada por el ADN. Las neurociencias nos dicen que nos imaginamos libres gracias a un mecanismo cerebral, obviamente ya determinado. Roger Bartra ha reflexionado sobre cómo nuestras elecciones tienen relación con la conciencia y dice que no elegimos instantáneamente, aunque así lo creamos.

—Entonces no existe…

—Depende; a mí me gusta pensar que la libertad real emerge cuando lo que hay no me gusta y cuando creo la alternativa que deseo. La libertad existe para crear e incorporar un elemento nuevo al repertorio del mundo: es lo que ha hecho que seamos seres históricos. La historia es el repertorio de las novedades y las novedades se construyen cuando se crean. Somos libres porque creamos y no porque elegimos. Y eso no tiene nada que ver con la genética ni con las neurociencias.

Dogmatismo

—Esto implica pensar, actividad que parece en desuso.

—Aunque el rasgo distintivo del ser humano es el pensamiento no todos lo ponen en práctica. Digamos que es un rasgo universal pero a nivel de capacidad, no de actualidad. Ante las polarizaciones ciegas pensar es un antídoto para encontrar arreglos. Me gusta hablar del pensamiento en varios niveles: la identificación, la crítica y, el más elevado, la duda. Si dudamos revisamos todas las cosas y evitamos que la verdad se estatice y se vuelva dogma.

—¿Vivimos tiempos dogmáticos?

—Se tiende al dogmatismo. En la religión no se puede criticar nada pero incluso en la ciencia aquellas verdades indudables se establecen como dogma. Lo cierto, sin embargo, es que cada avance científico se debe a la duda, por eso la coloco como la forma más alta de pensamiento. Para la convivencia la duda es lo único que nos permite no aferrarnos a nuestras convicciones.

—¿A estas alturas cuál es su certeza?

—Cuando mi abuela me veía muy afligido por pensar me decía: “Ya no pienses, Óscar”. Parece que hay una columna vertebral que atraviesa toda la historia y que sostiene que para ser feliz hay que ser descerebrado. Sin embargo creo lo contrario: solamente pensando se puede llegar al máximo nivel de la felicidad. Cuando terminas en la frontera más extrema del pensamiento entiendes que vas a morir y hay que asumir que somos seres contingentes. A pesar de que no hay mucho motivo para estar, que la humanidad no va a durar para siempre y que nada tiene sentido, existimos. Esto te reconcilia con la vida porque aprendes que la vida es como un orgasmo: dura poco, a veces duele y se siente rico, pero siempre será mejor haberlo tenido.

Óscar de la Borbolla nació en septiembre de 1949 en la Ciudad de México. Es ensayista, narrador y poeta. Obtuvo la maestría en Filosofía en la UNAM y el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, becado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Ha sido académico de la Máxima Casa de Estudios y asesor del secretario de Educación Pública. Su obra ha sido traducida al inglés, francés y serbocroata. Es Premio Internacional de Cuento Plural 1987 por Las esquinas del azar y Premio Nacional de Humor La Sonrisa 1991 por Nada es para tanto. Entre sus libros destacan El arte de dudar, La libertad de ser distinto, Filosofía para inconformes y La rebeldía de pensar.