HABLEMOS DE SEXO

La primera vez que escuché una historia así me surgieron dos emociones en franco encontronazo.

Mónica Soto Icaza
Columnas
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Mónica Soto Icaza

Sí, querido cómplice, como lo lees: esta vez hablaremos de sexo, de erotismo abierto, compartido, apasionante; de lujuria como forma de vida.

Una hotwife y un cuckold se toman de la mano. Sobre la mesa hay tres cafés temblorosos. Un single, sentado enfrente de la pareja, habla en tono desenfadado. Debajo de la mesa el marido tiene la mano metida en la ropa interior de su esposa, la acaricia suave; de repente sumerge uno de los dedos en el abismo de ella. Ella estira una de las piernas y con el pie le provoca al soltero una erección en total desafío a la resistencia de la tela del pantalón. Después de un rato la esposa le da un beso enamorado a su marido, el corneador le extiende la mano y mujer y amante se levantan de la mesa. El esposo, futuro cornudo, se queda ahí sentado: los celos y el placer en pugna y la expectativa del video que le mandará su esposa siendo penetrada por otro hombre.

La primera vez que escuché una historia así me surgieron dos emociones en franco encontronazo: rechazo y curiosidad. Rechazo porque ni en mis más guajiros sueños imaginé que un hombre, en esta sociedad machista, pudiera experimentar fruición al saber u observar a su esposa teniendo relaciones sexuales con otro hombre, y mucho menos que esa situación pudiera ser la piedra angular de matrimonios y noviazgos largos y sanos. Curiosidad porque desde esa primera conversación con un individuo que dedica gran parte de su vida a complacer parejas deseosas de nuevas aventuras tuve la necesidad poética y literaria de conocer no solo las prácticas comunes dentro del ambiente sino las motivaciones de los involucrados.

Términos

A algunos les gusta llamarse swingers, otros se autonombran “amantes del erotismo”, pero sin importar la etiqueta que se impongan lo importante es que han incorporado a su vida la práctica de compartir el cuerpo, con el deleite como piedra angular. Tienen, además, toda una terminología para describirse:

La hotwife es la mujer que se relaciona sexualmente con otros hombres con la complicidad de su pareja formal. El cuckold o cornudo es el marido al que le ponen los cuernos voluntariamente. El single o corneador es el varón que satisface las fantasías de la pareja; tiene que seducir a la fémina porque es ella quien decide si lo acepta o no. La unicornio es una mujer que hace lo mismo que el single, pero tiene ese nombre porque son como personajes mitológicos que muy pocos han visto.

El contacto se da por medio de fiestas y bares, comunidades virtuales o redes sociales. Son contadores, ingenieros, periodistas, pastores, amas de casa, comerciantes… con una identidad casi siempre anónima y cierta liquidez económica; para acceder a verse normalmente primero intercambian fotos.

Algunas de las reglas con que operan son: todos deben ser mayores de edad; el no significa no, y no insisten; la mujer es la que toma las decisiones; las interacciones son meramente sexuales, consensuadas y el uso del preservativo es obligatorio; no se intercambia dinero y lo usual es que cada quien pague lo suyo; se debe controlar el consumo de bebidas alcohólicas u otros estupefacientes para no arruinar la experiencia de los demás, y la más importante: todos tienen el derecho a retirarse en el instante en que no se sientan cómodos o perciban peligro, tanto físico, como emocional.

A riesgo de parecer predicadora, estimado lector, insisto en que hay que hablar de sexo, hay que conocer las diversas y riquísimas manifestaciones dentro del catálogo de la lascivia. Mientras, yo seguiré imaginando historias, escuchando pasados secretos y provocándote imágenes en las fantasías, porque como dijo la entrañable Anaïs Nin: “El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía”.