EL JUICIO DE LA HISTORIA

Lo que sin duda lo obsesiona es el juicio de la historia.

Sergio Sarmiento
Columnas
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George Orwell, el escritor inglés que escribió la clásica novela 1984, afirmaba que “quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado”. No sé si el presidente Andrés Manuel López Obrador haya conocido esta frase de Orwell pero ciertamente la ha aplicado en su gobierno. Su afán de usar su fuerza política presente —que surge de una abrumadora popularidad— para redefinir la historia y preparar la construcción de una imagen futura para su régimen ha sido una constante de su mandato.

Las referencias en sus conferencias de prensa y discursos a los conflictos entre conservadores y liberales reflejan esta obsesión con la historia. Lo ha sido también la decisión de rendir un homenaje en la antigua residencia oficial de Los Pinos a dos sobrevivientes del ataque al cuartel militar de Madera, en Chihuahua, en 1965, un ataque en el que murieron seis soldados.

El gobierno mexicano ofreció, por otra parte, una disculpa pública a una ex guerrillera, Martha Camacho, quien fue torturada por elementos militares que la obligaron a presenciar el asesinato de su esposo, también guerrillero.

Respecto del tema de la guerrilla el historiador Pedro Salmerón, quien ocupaba el cargo de director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas, dio a conocer comentarios en los que calificaba de “valientes” a los guerrilleros que el 17 de septiembre de 1973 asesinaron al empresario Eugenio Garza Sada, de 81 años, así como a dos de sus escoltas, en un intento de secuestro.

Nadie puede objetar que se ofrezca una disculpa a una mujer torturada por las Fuerzas Armadas y obligada a presenciar el asesinato de su esposo. Pero mientras se rinde un homenaje en Los Pinos a los sobrevivientes del asalto al cuartel de Madera nadie piensa en los soldados muertos en ese ataque que no tuvo ninguna provocación previa por parte del Ejército. La alabanza a los “valientes” guerrilleros que asesinaron a Garza Sada le costó el puesto a Salmerón, pero refleja el punto de vista de muchos en el gobierno. No podemos olvidar que el subsecretario de Educación, Luciano Concheiro, ha señalado que México debe vivir en un régimen comunista.

Huella

Tengo la impresión de que López Obrador está muy alejado de esa ideología. El presidente es, finalmente, un hijo de tendero de Macuspana. Si bien se ha comprometido a privilegiar a los pobres no parece inclinado a un régimen comunista. Sus políticas han respetado hasta ahora el sistema de libre empresa.

Lo que sin duda lo obsesiona, sin embargo, es el juicio de la historia. Este ha sido desde un principio uno de los temas fundamentales de su gobierno. Por eso redefinió la historia nacional y la dividió en tres grandes transformaciones para añadir que su gobierno sería la cuarta; por eso muchas de las decisiones que toma están inspiradas en el ejemplo de los próceres del pasado, como Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas. Esta conciencia de la historia me parece saludable, aunque algunas de las interpretaciones que hace parecen simplistas y maniqueas.

En el caso de las guerrillas de la década de 1970, por ejemplo, es importante entender que el país no vivió una simple historia de héroes y villanos en que los guerrilleros eran buenos y los militares malos. Si bien hay que condenar a esos militares que torturaron o realizaron ejecuciones extrajudiciales, no podemos homenajear a quienes mataban a soldados o a empresarios como si solo la vida de los guerrilleros tuviera valor, no por lo menos si el presidente quiere el respaldo de las Fuerzas Armadas y los empresarios para construir un mejor país y dejar una huella positiva en la historia nacional.