EL IMPOPULAR POPULISMO

Existe una erosión generalizada en los cimientos democráticos.

Juan Pablo Delgado
Columnas
Foto: Especial
Ilustración

Ahora sí, compañeros: ¡tenemos buenas noticias!

Los ávidos lectores de El árbol de moras recordarán que en mi columna anterior descendimos a las oscuras profundidades de la geopolítica contemporánea. Argumenté en aquel momento a favor de la teoría de la “eterna espiral”, apuntando que nos encontramos dando vueltas en remolinos históricos y cómo —por lo mismo— el mundo parecía estar atascado. Mencioné algunos ejemplos: a Colombia y las FARC; al Reino Unido y el Brexit; al muro fronterizo de Trump; a la guerra en Afganistán; a la crisis de Argentina, y al espectro de una nueva recesión económica global.

¿Pero qué creen, chatos? ¡Parece que por fin logramos escapar de un remolino! Y citando a la gran poeta peruana Juana Judith Bustos (mejor conocida como La tigresa del Oriente): ¡tendremos un nuevo amanecer!

¿A qué me refiero? Pues de acuerdo con diversos analistas la era del populismo que ha asolado a las democracias liberales de Occidente durante una década parece estar llegando a su final.

Las señales están en todas partes: en Gran Bretaña el gobierno populachero de Boris Johnson se tambalea por su terrible actuación con el Brexit. En Israel la reciente elección parece haber arrebatado el poder a Benjamin Netanyahu, quien se encaminaba a crear una especie de teocracia ultranacionalista. En Italia el xenófobo Matteo Salvini fue sacado a patadas del gobierno de coalición que tenía con el Movimiento 5 Estrellas, el cual prefirió una alianza con los liberales moderados del Partido Democrático.

En España el presidente Pedro Sánchez le cerró las puertas a Pablo Iglesias y sus camaradas bolcheviques de Podemos. En Francia Emmanuel Macron sorteó la tormenta antiestablishment de los chalecos amarillos y detuvo el auge en las encuestas de la racista Marine Le Pen.

En Austria la coalición entre los conservadores y los ultraderechistas colapsó cuando se reveló una trama de corrupción entre el líder del Partido de la Libertad y unos empresarios rusos. En Alemania todos los partidos tradicionales se aliaron contra los neonazis de Alternative für Deutschland. En Polonia se especula que Jaroslaw Kaczynski y su partido Ley y Orden puedan perder su mayoría en las elecciones del 13 de octubre.

Turbulencia

Nada de esto significa que hemos llegado a un puerto seguro. En Europa, Hungría sigue bajo el yugo de Viktor Orban; en Brasil, Jair Bolsonaro apenas empieza su régimen de destrucción; en India, Narendra Modi avanza su agenda contra las minorías religiosas; en Filipinas, Rodrigo Duterte sigue con su estrategia asesina, y si el destino nos juega una cruel broma, el año próximo podría reelegirse Donald Trump.

De igual manera, como bien explica Paul Taylor en Político, las fuerzas subyacentes que motivaron el auge populista siguen presentes: existe una erosión generalizada en los cimientos democráticos y persiste “la creciente desigualdad de ingresos, las preocupaciones sobre la migración y la desaparición de empleos poco calificados por la globalización”.

Aun así yo sí quisiera detenerme por lo menos un segundo para celebrar el evidente progreso. Porque después de diez años de transitar por turbulencia parece que el mundo comienza nuevamente a recobrar su sentido, razón y cordura.

Pero no durmamos sobre laureles: el populismo aún no está derrotado y no hemos ni mencionado a los regímenes verdaderamente autoritarios como China y Rusia, que tienen en jaque al orden liberal. Pero bien dice el clásico: “Vámonos despacio porque vamos lejos”.

Por lo pronto yo empiezo la semana celebrando con un whiskito en las rocas.

¡Salud, amigos!