MENSAJES DE LUJURIA…

Los que no respondo ni de broma son los que escriben poemas eróticos no solicitados.

Mónica Soto Icaza
Columnas
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Mónica Soto Icaza

…seducción y amor. Mucho amor. Y de curiosidad. De ellos están llenos los buzones de mensajes directos de millones de cuentas de Twitter, Facebook, Instagram y demás redes sociales. Desde los que te mandan un “Hola” todos los días (a los que por obvias razones nunca contestas), hasta los que empiezan con cordialidad y terminan recordándote a todas tus ancestras porque no les respondiste; pero es que hay que pensar de manera fría y calculadora y secundar un simple “hola” en redes es como romper la antigua regla de infancia: “No hables con desconocidos”.

Para bien o para mal esos intercambios de palabras entre avatares son génesis de relaciones laborales o parejas amorosas; de amantes, amigos o cómplices; todo al alcance de un simbolito en forma de avión de papel en el que caben todas las leyendas. También pueden ser celos y frustraciones, incluso odio, pero en este espacio a mí me gusta hablar de contagio de sonrisas y sensaciones placenteras.

Por eso en esta ocasión, y porque a mí esto de la balconeada no se me da, quiero compartir contigo algunos secretos que habitan mis bandejas de entrada, empezando, por supuesto, con lo que me envío a mí misma (aquí es donde admitimos que todos, todos, nos automandamos notas, y que a todos, todos, nos provoca algo de morbo echarnos un clavado en las pantallas ajenas).

En mi inbox de Twitter hay tres tipos de contenido: fotos de todo tipo, sobre todo desnudos artísticos y boudoir; fragmentos de textos, como poemas, reflexiones o respuestas que no hice públicas, pero sí escribí; tuits compartidos, ya sean por la imagen que los acompaña, la liga a un artículo que quiero leer después o algún video que me provoque un coctel de dopamina, endorfinas y serotonina.

Confesiones

A estas alturas es cuando confieso que sí respondo los mensajes de extraños pero no cualquier mensaje. Si tienen una pregunta directa, una propuesta (a veces indecente, por qué no decirlo), una invitación a algo atractivo o están tan bien escritos que me es imposible ignorarlos, seguro habrá una reacción. Los que no respondo ni de broma son los que escriben poemas eróticos no solicitados; los que inician con un “Hola, ¿cómo estás?” (con sus variantes); los que adjuntan imágenes prediseñadas con frases de superación personal, fondos florales o Piolines; los en serie, para ver qué víctima cae, y claro que las fotografías incómodas de partes pudendas, que son pocas, afortunadamente.

Los entrañables han sido los de parejas que me escriben para contarme que mis poemas han sido inspiración para sus momentos de voluptuosidad imaginaria y carnal; los de un periodista argentino que me ha dedicado un cuento por entregas, en los que retoza con las fotos que subo y hace juegos de palabras con las que yo comparto; los de un señor de Chiapas que está enfermo y parte de su entretenimiento es utilizarme como pretexto para volver ardorosos sus últimos días de vida.

También han llegado ofertas para presentar libros, para asistir a entrevistas, desde radio y televisión por internet, hasta medios nacionales, como revistas, periódicos y cadenas televisivas. Puedo decir que gracias a ello he conocido a grandes amigos y personas valiosísimas para mí.

En Instagram me escribe mucho una chica para mostrarme las medias y los tacones que eligió para esa jornada; un conductor de programas radiofónicos que utiliza puros emojis, pero me cae en gracia; un señor que me manda besos en cada peca, y algunas proposiciones para utilizar mi poesía con sus propias imágenes, casi todas en lencería muy sexy y muy sugerente.

Y por qué no decirlo, ya que estamos en medio de estas confesiones e imprudencias, algunas de esas fotitos circulares que me hacen guiños desde mi teléfono en ocasiones también se han convertido en labios sobre mi piel…

Pero esas son otras historias.