BELLAS ARTES

El palacio cuenta con varios estilos arquitectónicos.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Sergio Pérezgrovas

La belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte.

El Palacio de Bellas Artes es por mucho el recinto más prestigioso de toda América Latina. El 2 de agosto de 1904 comenzó su construcción por el entonces afamado arquitecto Adamo Boari. El objetivo era que fuera el reemplazo del Teatro Nacional de México.

Comprendería el edificio las calles de la Mariscala, Puente de San Francisco, Santa Isabel y Mirador de la Alameda (hoy llamadas Av. Hidalgo, Av. Juárez, el Eje Central Lázaro Cárdenas y Ángela Peralta). Pero debido a que el suelo se empezó a hundir, gracias a nuestros ancestros, los aztecas, que hicieron una ciudad sobre una cuenca —que dicho sea de paso: ¡qué pendejos! (aunque mi historiador y arquitecto ya me regañó y no está de acuerdo y dice que ni ellos ni Boari eran unos pendejos, yo en lo dicho)— y a problemas económicos, aunado a la salida de Adamo del país y por supuesto la Revolución Mexicana, la edificación se suspendió y reanudó varias veces durante los siguientes 30 años.

Boari dejó más de cuatro mil documentos entre planos y medidas. La obra se intentó reanudar entre 1919 y 1928 con muy pocos avances.

En 1931 Federico Mariscal retomó la obra y fue entonces cuando se le nombró Palacio de Bellas Artes. Se inauguró el 29 de septiembre de 1934 con una función de gala, por el entonces presidente Abelardo L. Rodríguez, con la famosa obra de Juan Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa, interpretada por la actriz y empresaria María Teresa Montoya (1900-1970), aunque antes ya se habían realizado algunos conciertos con el edificio sin terminar.

El palacio cuenta con varios estilos arquitectónicos, entre los que conviven sin ningún empacho el art nouveau y el art déco. Esta construcción está cimentada sobre una peculiar arcilla llamada montmorillonita, que provoca un continuo hundimiento. A la fecha se encuentra varios metros por debajo del nivel de la calle.

En la estación Bellas Artes del Metro se presenta una muestra fotográfica de este interesante monumento viviente hasta el 30 de diciembre. Estas son en blanco y negro, de Jesús H. Abitia, el ingeniero Mancilla y de la colección donada por Elita Boari y prestadas unas cuantas fotos por Guillermo Hüszl Piccone, sobrino del ingeniero Piccone, quien trabajó con el arquitecto Boari.

La pesquisa iconográfica la realizaron Carlos Silva y Xavier Guzmán Urbiola, mi querido cuñado (jajaja). El horario es el mismo del Metro y la entrada es casi gratuita, (un boleto del Metro). No se la pierdan.

Mármol

El cuerpo inerte se encontró en la escalinata de mármol de Carrara traída ex profeso por Adamo Boari, en la entrada al Palacio de Bellas Artes. Tenía la columna vertebral rota y la cara quemada. Era el tercer muerto. Dato curioso: la noche anterior fue luna llena. ¿Sería un licántropo?

El investigador sabía que era el mismo asesino. Lo único malo es que el mármol estaba todo lleno de una especie de aceite negro (al parecer los sesos) y cenizas del occiso. Había que llamar al sindicato del INAH para que viniera a limpiar.