ABRAZOS NO BALAZOS

No es la pobreza sino la impunidad lo que produce el crimen.

Sergio Sarmiento
Columnas
Foto: Especial
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El presidente López Obrador afirma que hay una nueva estrategia en la lucha contra la violencia y la delincuencia… y que nos está yendo muy bien. No ha sido muy explícito sobre las medidas concretas que aplica. Ha dicho, por ejemplo, que no cree en combatir la violencia con violencia. Por eso justificó la decisión de su gabinete de seguridad, que no de él, de dejar en libertad a Ovidio Guzmán López, el hijo de El Chapo Guzmán, tras su detención en Culiacán el 17 de octubre.

Por otra parte ha creado la Guardia Nacional, una policía federal con mando y estructura militares. Afirma que busca repartir abrazos y no balazos, al mismo tiempo que combate la raíz de la delincuencia, que él dice es la pobreza, pero no parece que los efectivos de la Guardia Nacional repartan abrazos en el país.

El operativo del 17 de octubre para capturar a Ovidio Guzmán en Culiacán no buscaba darle un abrazo al joven que se ha convertido, al parecer, en uno de los jefes del Cártel de Sinaloa ahora que su padre está en la cárcel en Estados Unidos. Es cierto que fue “fallido y precipitado”, como lo advirtió el propio secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, pero el presidente declaró que esto no significa que la estrategia haya fracasado. “Vamos bien. Hay más bienestar y esto va a ayudarnos a conseguir la paz”.

El 23 de octubre López Obrador apuntó: “Después de lo de Culiacán la gente nos sigue teniendo confianza y apoya la estrategia que estamos aplicando”. Señaló como prueba la encuesta del INEGI de percepción de inseguridad, anterior a los hechos de Culiacán, que señala que la población siente que hay una mayor seguridad en sus comunidades. Para vivir en paz, indica el mandatario, se necesita que haya bienestar, lo que representa 80% de la fórmula, mientras que el otro 20% es no permitir la corrupción ni la impunidad.

Incentivos

El problema es que la realidad nos dice otra cosa. Quizá la percepción de la inseguridad, que siempre es subjetiva, ha mejorado como sugiere la encuesta del INEGI. Pero el número de homicidios dolosos, un indicador objetivo, sigue aumentando. En los nueve primeros meses de 2019 se registraron 25 mil 890 víctimas de homicidio, 2.4% más que en el mismo periodo de 2018. De continuar la actual tendencia 2019 será el año más violento desde que tenemos estadísticas confiables (1990).

No hay duda de que el presidente, un gran comunicador, ha logrado infundir un ánimo de optimismo en el país que se refleja en la percepción de inseguridad, así como en su popularidad personal, que se mantiene muy elevada. Pero la violencia sigue creciendo.

La liberación de Ovidio Guzmán manda un mensaje muy peligroso al crimen organizado: el Estado no tiene la fuerza para detener a los capos. Estos ya aprendieron que basta con empezar a disparar en las calles, quemar vehículos y secuestrar a soldados o a sus familias para que el gobierno libere a cualquiera. Ceder ante un secuestrador puede evitar problemas inmediatos pero genera siempre incentivos perversos.

Por otra parte la idea de que basta con construir prosperidad para disminuir el crimen no tiene sustento en la experiencia. Los pobres no cometen más crímenes que los ricos o las clases medias. Yucatán es un estado más pobre que Sinaloa pero tiene mucho menos crimen. No es la pobreza sino la impunidad lo que produce el crimen, y hasta este momento la política de abrazos en vez de balazos no ha reducido la impunidad.