SIN LIBERTAD NO SE TRASPASAN LAS BARRERAS DEL CONOCIMIENTO

El ejercicio de la libertad es muy costoso y acarrea desgaste personal.

Arturo Moncada
Columnas
Foto: Especial
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Diversos expertos destacan que una ciencia libre aporta calidad al pensamiento humano y en la medida en que se extiende su conocimiento —mediante la educación, principalmente— al tejido social promueve una ciudadanía mejor formada, más crítica, con mayor capacidad para evaluar la idoneidad de las políticas públicas vigentes y de las nuevas propuestas.

Por ende, contar con una verdadera libertad para la investigación científica en términos generales garantiza la realización sin trabas de todas las actividades destinadas a la búsqueda del conocimiento, en cualquier ámbito del saber, sea que se despliegue de manera individual o colectiva, particularmente o dentro de instituciones públicas o privadas, sin perjuicio de respetar otros derechos, bienes jurídicos y valores constitucionalmente valiosos.

Y si bien siempre se ha considerado que la libertad es una condición indispensable para el progreso científico, su desarrollo enfrenta actualmente diversos conflictos en el mundo, entre los que destacan las políticas públicas que disminuyen el presupuesto científico y limitan lalibertad total de acción y de pensamiento que exige la ciencia, dice a Vértigo el biólogo y paleoantropólogo español Antonio Rosas González.

—¿Qué opina de la libertad en la ciencia?


—Como en todo en esta vida la libertad es el bien primero y último. En el desarrollo de la ciencia la libertad permite descubrir pasadizos secretos que nos llevan a otros mundos materiales e ideológicos. Sin libertad no se traspasan las barreras del conocimiento. Y esta dimensión la aporta la llamada investigación básica, no dirigida. Esto no significa que no sean imprescindibles determinadas investigaciones dirigidas a la solución de problemas concretos y bien identificados. En realidad el diálogo entre estos dos polos de la investigación no deja de ser un ejercicio de libertad.

—¿Puede exponer su concepto de libertad?

—Me viene a la mente el famoso verso de la Canción del pirata, del poeta José de Espronceda: “Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad”. La libertad es el combustible imprescindible para una existencia realizada. Es un bien supremo del que parte y al que tiende todo sujeto consciente. Ahora bien, en la práctica la libertad individual se expresa como una capacidad de elegir; y consecuentemente todo acto de libertad implica una renuncia: cuando eres libre eliges y, por tanto, excluyes otras posibles alternativas, a veces muy apetecibles. El ejercicio de la libertad es muy costoso y acarrea desgaste personal.

—En su área, la paleoantropología, tomando en cuenta el sinfín de permisos que se requieren para analizar y excavar en zonas a veces restringidas, ¿existe verdadera libertad para desarrollar una investigación?

—Pienso que sí. En mi campo no hay restricciones explícitas para el desarrollo de una investigación analítica concreta. Aunque uno puede no ser del todo consciente de ciertas posibles ataduras, personalmente no siento ninguna restricción externa o interna en el desarrollo de mi investigación empírica.

Sin embargo también hay que decir que el estudio de la evolución humana permite un amplio margen para la interpretación de los datos y la propuesta de modelos. Más aún, existe un amplio margen de opinión sobre lo que es y lo que no es humano. Por ejemplo este fósil recién descubierto ¿procede de una especie humana o no? Y por tanto ¿qué significa ser humano? En ese extremo uno puede rozar la valoración moral y aquí sí pienso que hay restricción (o autorrestricciones) a la expresión de nuestro pensamiento. Por lo general los paleoantropólogos seguimos una actitud políticamente correcta, llena de “buenismo”, donde el ser humano está lleno de logros evolutivos y es bueno por naturaleza.

—¿Para usted qué significa y qué valor tiene una ciencia libre para el desarrollo de los países?

—La ciencia libre, al igual que la poesía, las artes plásticas o la información política, abren las vías de acceso a lo desconocido, iluminan las zonas oscuras, crean mundos nuevos. Una actividad científica amplia y no intervenida es uno de los mejores soportes para el desarrollo social y económico de los países. Eso que llamamos calidad de vida adquiere valores más elevados donde se da un mayor desarrollo científico libre y sano. Y digo sano porque, como toda acción humana, la investigación científica está inscrita en un sistema de valores. Debemos explorar libremente la realidad del mundo, pero hay asuntos con los que no podemos hacer lo primero que se nos ocurra, en un supuesto uso de la libertad. He aquí un tema de debate. La libertad es elección.

Antonio Rosas González es un reconocido biólogo y paleoantropólogo español. Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, es profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y director del Grupo de Paleoantropología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Ha trabajado en los yacimientos de Atapuerca, por lo que junto al equipo investigador fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Dirige los estudios sobre los neandertales de la cueva de El Sidrón (Asturias) y ha participado en el proyecto Genoma Neandertal. Cuenta con al menos media docena de libros sobre paleontología y más de 250 trabajos en revistas científicas internacionales como Science, Nature, PNAS yJournal of Human Evolution, entre otras, siempre en el campo de la evolución humana.