EL OPERATIVO

El secretario de Defensa ha insistido desde el primer día en que el operativo fue apresurado y mal planeado.

Sergio Sarmiento
Columnas
Foto: Especial
Ilustración

Es positivo que el secretario de la Defensa haya ofrecido un análisis pormenorizado de los hechos del 17 de octubre en Sinaloa. Nos hemos acostumbrado a que los militares y los políticos oculten los detalles de los operativos con el argumento de que esto es necesario para preservar la seguridad nacional. El general Luis Cresencio Sandoval, sin embargo, ofreció en la conferencia de prensa presidencial de este 30 de octubre una descripción que se antoja veraz y amplia sobre lo acontecido. Se agradece la apertura.

La información disponible, sin embargo, no hace más que ratificar dudas y cuestionamientos. Para empezar queda claro que el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, no estaba enterado de que había una orden de aprehensión con propósitos de extradición para Ovidio Guzmán, el hijo de El Chapo, ni siquiera en la tarde del 17 de octubre, cuando el operativo ya se había convertido en un fracaso. Por eso declaró en una conferencia de prensa que Ovidio había sido detenido en un patrullaje de rutina, a pesar de que estaba flanqueado por militares que claramente sabían más que él.

También es evidente que el presidente López Obrador no se quiso involucrar en la toma de decisiones. Cuando abordó el vuelo comercial a Oaxaca a las 15:00 horas ya se estaba llevando a cabo el operativo. Él sabía que estaría incomunicado cerca de una hora pero no le importó. Cuando llegó a Oaxaca, a las 16:00 horas (15:00 de Culiacán) ya habían comenzado las agresiones contra militares y población civil. Pero el comandante supremo de las Fuerzas Armadas mantuvo su plan de realizar una gira política en la sierra que lo dejaría fuera de contacto, a pesar de que la gravedad de la situación obligó a que todo el Gabinete de Seguridad se trasladara a Culiacán en un vuelo que, supongo, no era comercial y no los dejó incomunicados.

La decisión crucial, la liberación de Ovidio, se tomó antes de las 19:45 horas de México (o 18:45 de Culiacán), ya que el informe del secretario de la Defensa señala que a esa hora se suspendió la operación y se ordenó el retiro de tropas. El presidente no estaba localizable. Por eso desde un principio, y hay que decir que con honestidad, se dijo que las decisiones las tomó el Gabinete de Seguridad y el presidente simplemente las aprobó cuando finalmente se le informó.

Lecciones

El secretario de Defensa ha insistido desde el primer día en que el operativo fue apresurado y mal planeado. Sin embargo los grupos de inteligencia militar —recordemos que el Cisen fue cerrado— detectaron la presencia de Ovidio en Culiacán semanas antes y empezaron a planear la detención. Sabemos que un contingente de militares y miembros de la Guardia Nacional se posicionó en las afueras de la casa en que se encontraba Ovidio a eso de las 14:00 horas de Culiacán, pero no tenían orden de cateo y estaban esperando que un juez la librara. Solo cuando los sicarios en el interior del inmueble los detectaron y les dispararon los militares respondieron y entraron sin la famosa orden.

Sin duda hay muchas lecciones que aprender del fallido operativo de Culiacán. Los especialistas en la materia, y quienes realmente toman las decisiones de seguridad (que claramente no son ni el presidente ni el secretario de Seguridad), deben hacer previsiones para evitar que esto vuelva a ocurrir. Es cierto que un operativo fallido no significa que haya fracasado la estrategia de seguridad, pero este operativo señala que hay problemas muy serios en la forma en que se toman las decisiones.