¿TENDREMOS MÁS HILO PARA LA COBIJA?

Redacción
Todo menos politica
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Cuartoscuro

Por Guillermo Deloya

Una expresión coloquial aplicada a la más alta sabiduría económica reza que el Presupuesto de Egresos de la Federación se asimila a una cobija, donde el mínimo jalón en un extremo o una punta es suficiente para descubrir el lado opuesto de la superficie tapada. Nada más cierto que ello en lo esencial. Sin embargo en esta ríspida actualidad no solo entra a discusión qué tan amplia es la manta abrigadora sino además qué tan real es la posibilidad de añadirle tejido en un escenario donde la exigencia por mayor cobertura es insoslayable.

Una prioridad marcada del gobierno federal, que se sostiene como una bandera desplegada, es el vigoroso incremento del gasto social traducido en programas asistenciales. Para ello el requerimiento de fondos provenientes de las economías en el gasto, o de ingresos adicionales como combustible que los alimentará con suficiencia, es una notoria realidad.

Pero no solamente es insignia el gasto que cumple con el eslogan afamado de “primero los pobres” sino la materialización de grandes proyectos tales como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, las adecuaciones para el nuevo complejo aeroportuario que comprende al actual Benito Juárez y al adaptado Santa Lucía, el crecimiento funcional de Pemex y CFE, y algunos otros que se avizoran en el horizonte y que se encuentran en un vado que se ahonda cada vez que es necesario darles suficiencia económica para su realización.

La pregunta que causa regurgito es si “la cobija” para este venidero 2020 cuenta con las dimensiones objetivas que cubran estos enormes gastos aun en sus primarias etapas de realización. De primera vista la cruda respuesta es “no”.

Tentación

En el camino hay varios ajustes acertados para llegar a esos objetivos: una agresiva y disciplinada política fiscal, una política de gasto ya catalogada como franciscana, un impulso fortalecido para la industria petrolera nacional… Pero estamos en un capítulo inédito donde las presiones financieras internacionales y la reyerta política interna acrecientan el clima de incertidumbre que calificadoras y analistas traducen en duda para estos importantes y deseados logros. Aquí es donde radica la mayor preocupación que deviene de la tentación de no cumplir.

Hay dos pozos de donde extraer vital líquido financiero pero que en el mismo nombre llevan aparejado el deseado destino de los mismos: los fondos, tanto de Estabilización de los Ingresos de Entidades Federativas como de Estabilización de Ingresos Presupuestarios.

Cuando falta dinero para “completar” el gasto es mucho más deseable la responsabilidad y la objetividad que el libre uso de aquello que está predestinado para abruptas contingencias. Es más: en una estimación a números gruesos ya ni con los posibles 100 mil millones que estarán disponibles para 2020 en el Fondo para Ingresos Presupuestarios sería suficiente cubrir un creciente déficit de cobertura de la cobija presupuestal mexicana. Cabe decir que para evitar caos en este año ya se empleó más de 50% de aquellos fondos que estaban disponibles a inicio de sexenio.

Por otra parte las opciones para combatir el escenario de sequía, mismas que no signifiquen “antipopularidad” del mandatario y el equipo que lo acompaña, parece que cada vez más disminuyen.

En la confluencia de opiniones de analistas económicos nuestro PIB podría en un buen escenario crecer 1%; la amenaza de reducción de la calificación a la deuda soberana como país parece asomarse como un real riesgo por parte de las calificadoras; el TMEC aún encuentra vacío en su aprobación, por lo que lesiona fundamentalmente la actividad comercial agrícola; el clima de inseguridad ha promovido una rampante fuga de inversión; y, finalmente, existen todavía obligaciones que cumplir ante la cancelación del fallido nuevo aeropuerto de Texcoco.

Hoy como nunca se necesitan decisiones duras y objetivas que se alejen de la rentabilidad electoral para pasar a la visión del Estado responsable y previsor. El entorno internacional tampoco otorga las mejores albricias y, por tanto, empuja a que nuestro México asuma rumbos que no posterguen lo impostergable. La cobija presupuestal se deshilacha y no hay hilo, telar ni tejedores que estén cosiendo los parches suficientes ni haciendo extensiones que eviten padecer el gélido frío al que por décadas han estado condenados millones de mexicanos.