A TRES DÉCADAS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

Arturo Moncada
Política
Foto: Especial
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El 9 de noviembre de 1989, exactamente hace 30 años, cayó el Muro de Berlín, un vergonzoso símbolo de una ciudad, de un país y de un continente divididos por circunstancias vividas varias décadas atrás.

Sin duda alguna esa fecha abrió definitivamente las puertas al fin del sistema internacional surgido después de la Segunda Guerra Mundial entre las dos ideologías políticas que se repartieron Europa.

Las imágenes del telón de acero de alambradas y muros de hormigón que separaban a las dos Alemanias cayéndose a pedazos impactaron al mundo entero.

La República Democrática Alemana abrió sus fronteras con la República Federal de Alemania con efecto inmediato para permitir la salida a todos sus ciudadanos que querían emigrar. Y fueron miles los que se agolparon en los distintos pasos que separaban las dos zonas de Berlín. Bastaba el carnet de identidad para cruzar el muro. Al otro lado multitudes exaltadas los recibían entusiasmadas con fuegos artificiales y ovaciones.

División

El Muro de Berlín fue el símbolo más claro del enfrentamiento entre el bloque comunista y el capitalista. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, tras la división de Alemania, Berlín también se dividió en dos: por un lado se encontraba el sector occidental, influenciado por Estados Unidos, Francia y Reino Unido, también llamado República Federal de Alemania (RFA); y, por el otro, el sector oriental, bajo influencia de la Unión Soviética, conocido también como República Democrática Alemana (RDA).

Las diferencias de ideales políticos llevaron en agosto de 1961 a la construcción del muro de 155 kilómetros de largo que separó a Alemania durante 28 años, creando realidades totalmente distintas de cada lado.

A tres décadas de su caída el mundo ha presenciado los avances con sus logros y dificultades de la reunificación alemana, y han sentido en carne propia el cambio de la geopolítica internacional.

Para David Sarquís Ramírez, doctor en Relaciones Internacionales y docente investigador en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad del Mar, “la caída del Muro de Berlín significa o se convierte en el símbolo del fin de la Guerra Fría, que representa toda una etapa histórica”.

—¿Qué consecuencias trajo la caída del muro?

—Hay que recordar que el muro fue levantado para impedir la salida de ciudadanos de Berlín Oriental a Berlín Occidental, porque mucha gente huía de la aspereza del régimen comunista, situación que desde el punto de vista de los soviéticos constituía una propaganda negativa para su régimen. Por ende se optó por esta política de encerrar a Berlín Oriental detrás de un muro.

Las repercusiones, dice, fueron “muy negativas en la opinión pública internacional y Occidente aprovechó las circunstancias para señalar la dureza, la insensibilidad y la falta de democracia del régimen soviético. ‘Si es un buen régimen, ¿por qué la gente se quiere salir?’, preguntaba. A lo que los soviéticos respondían que dicha propaganda enganchaba y engañaba a la gente porque estaban en un duro proceso de reconstrucción y que la imagen que presentaba a Berlín Occidental como un escaparate de riqueza y bienestar era artificial, simplemente para perjudicar el desarrollo del modelo socialista del bloque soviético”.

Entonces, añade, “por un lado o por otro había la idea de que el muro era el símbolo de la ignominia, el símbolo de la intolerancia y el símbolo de la antidemocracia”.

Si bien numerosas circunstancias influyeron en la caída del muro, destacan tres principales sucesos.

1. El acceso a la Secretaría General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética del joven político Mijail Gorbachov, quien llegó con un programa reformista que pretendía una actualización de su país no solo con respecto de Occidente sino frente a las reformas exitosas que Deng Xiaoping impulsaba en China desde 1978.

2. La desastrosa campaña soviética en Afganistán, país invadido por la URSS a finales de 1979 en respuesta al triunfo de la Revolución islamita que encabezó el ayatola Jomeini desde Irán.

3. La consolidación durante la década de 1980, en Hungría y en Checoslovaquia, de movimientos democráticos aperturistas que desafiaban el régimen de partido único y el control soviético.

—¿Cómo influyeron estos eventos en Alemania Oriental?

—A estos escenarios se deben sumar otros factores importantes, como la caída de los precios del petróleo, que durante el mandato de Gorbachov abren un hueco tan gigantesco en las finanzas de su país que no hay forma de resolverlo. También la presión que empieza a ejercer la mancuerna de la primera ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher, y el presidente estadunidense, Ronald Reagan, para aplicar una dura política neoliberal antisoviética que se traduce en un apoyo muy fuerte a todas las fisuras en el régimen, en particular en Polonia, donde el apoyo de Juan Pablo II para legitimar el movimiento de Solidaridad, de Lech Wałęsa, se vuelve crucial para mostrar la inconformidad de la opinión pública con respecto del autoritarismo soviético.

Toda esta presión, puntualiza Sarquís, “implica para el régimen de Gorbachov una situación cada vez más difícil de sobrellevar, hasta que se ve en la necesidad de decir: ‘O retornamos al viejo esquema de corte estalinista autoritario e imponemos el orden donde se está rompiendo, o soltamos y que cada quien resuelva sus problemas y nosotros tratamos de enderezar el rumbo de la nave soviética sin estar directamente inmiscuidos con el resto del bloque’. Creo que eso fue un error de cálculo de Gorbachov, quien pensó que la decisión le iba a permitir la aceptación y un apoyo más firme de la opinión pública soviética, particularmente en el sector de los jóvenes, quienes empezaban a cobrar una proyección muchísimo más amplia”.

—¿Esta postura entonces influyó de manera definitiva?

—En buena medida, sí. La decisión de dejar en libertad a los regímenes de los países aliados para actuar en busca de sus propias soluciones provocó una reacción en cadena de la opinión pública, principalmente en los jóvenes, que escucharon e interpretaron el mensaje de Gorbachov como una señal de democratización auténtica. La verdad es que los regímenes comunistas no lograron juntar la fuerza suficiente para afrontar ese reto y cuando se presenta la demanda de mayor flexibilidad en la RDA y se pide apertura al régimen de Erich Honecker, quien no resiste la presión que ejercen los jóvenes y se ve obligado a renunciar, las nuevas autoridades lideradas por Egon Krenz ceden aun cuando finalmente les cuesta el control político. Es bajo este escenario que se derriba el muro. Y es un estallido generalizado de optimismo, de triunfo, que decididamente deja muy mal parado al comunismo como opción de organización social.

—Si la caída del muro fue un parteaguas en la geopolítica mundial ¿qué beneficios o desventajas originó?

—Del lado de los beneficios muchos acotan la caída del muro con el término de la Guerra Fría y sobre todo con el fin de la tensión creciente que se venía viviendo a partir de la amenaza armamentista nuclear. Su caída terminó con la disputa ideológica que llevaba a un gasto militar desequilibrante de la economía mundial y que de alguna forma ponía en riesgo la existencia misma de la humanidad por el temor a un holocausto nuclear en particular. Esto, viéndolo con objetividad, hoy nos revela que se pudo acabar la disputa entre los soviéticos y los estadunidenses pero no termina con la tensión natural que se vive debido a la lucha de las grandes potencias por el control hegemónico del sistema internacional. Solo cambian los actores que pelean ese control.

Por el lado negativo, explica Sarquís, “considero que aceleró el proceso de transformación al régimen liberal de una forma tan rápida y violenta que no le dio tiempo a gobiernos ni a personas de adaptarse con la celeridad suficiente para evitar la inestabilidad social. Este giro hacia el neoliberalismo, que instaló un nuevo orden internacional como anunció George Bush, en realidad para finales de los noventa había producido ya un violento movimiento antiglobalista que culminó con los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York en 2001”.

Otros expertos mencionan también como consecuencias de esta etapa histórica que el nuevo concepto geopolítico de Europa Central creó una frontera compleja contra la URSS, la cual vivió el surgimiento de movimientos nacionalistas y religiosos, más que de partidos políticos de orientación capitalista, como principales opositores al monopolio político comunista.

En América Latina, Cuba —el gran aliado soviético y promotor de revoluciones y guerras intestinas tanto en África como en América Latina— se quedó sin apoyo, viviendo las consecuencias de un periodo para el que no estaba preparada.

Asimismo la nueva situación creada por los acontecimientos de 1989 permitió que diversos movimientos ciudadanos encontraran expresión y asumieran que el espectro político en las sociedades contemporáneas se mueve más allá de la izquierda y la derecha tradicionales, y que incluso esas denominaciones eran bastante anticuadas para describir el mundo que se reconformaba a finales de siglo.

1989. Sucesos internacionales

Abril Se abre una grieta política en China con las masivas y televisadas manifestaciones de estudiantes en Beijing, algo que Erich Honecker y los demás integrantes del Pacto de Varsovia, a excepción de Gorbachov, veían con horror.

Junio Se celebran las primeras elecciones abiertas en Polonia desde la Segunda Guerra Mundial y el resultado es la caída del Partido Comunista y el surgimiento del sindicato Solidaridad como fuerza política con el respaldo moral y político del Papa Juan Pablo II, lo que fortalece directamente el nacionalismo católico polaco.

Muere el ayatola Jomeini, el gran líder iraní, y con su muerte se sella el nuevo escenario geopolítico de Asia Central.

Julio Se consolida la reforma federal de Yugoslavia, que da lugar al fortalecimiento de las unidades nacionales en un sistema federal y deja al descubierto una fractura que indirectamente trae a escena las consecuencias de las guerras balcánicas.

Octubre Se anuncia la llegada de las últimas tropas soviéticas procedentes de Afganistán: más de 350 mil soldados y oficiales derrotados que habían empezado a salir del país asiático en febrero del mismo año.