UN NUEVO 20 DE NOVIEMBRE

Fuente sustancial de identidad, carácter y valor de la sociedad mexicana.

Javier Oliva Posada
Columnas
Foto: Especial
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Desde el primer año del entonces presidente Vicente Fox Quezada, y de forma inexplicable hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto, la celebración del inicio de la Revolución Mexicana era casi como una vergüenza: sea porque pertenecía al antiguo régimen, sea porque en la era de la globalización y la modernidad el nacionalismo era mal visto.

La conmemoración del pasado miércoles en la plaza principal de la Ciudad de México contó con dos elementos sustanciales en la historia nacional. El primero, sin duda, las Fuerzas Armadas. Y, el segundo, la presencia del caballo como una herramienta, más allá de ser una bestia noble, intrépida arma de ataque y defensa.

De acuerdo con datos proporcionados por el recién ascendido a general de División y jefe del Estado Mayor de la Defensa, Homero Mendoza, desfilaron ante un entusiasta presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, poco más de dos mil 500 caballos y jinetes. Sí, leyó usted bien.

También por primera ocasión la ceremonia de ascensos y condecoraciones se llevó a cabo dentro del Palacio Nacional y no en el Campo Marte.

Siguiendo con el relato hubo constancia de la determinante participación de la Marina-Armada de México no solo en la Revolución sino en la difícil y complicada construcción del país.

De esa manera la ciudadanía pudo constatar que la presencia del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea son un pilar fundamental de la historia y democracia del país. De allí que, no obstante ser un día hábil, miles y miles de personas, familias y sociedad en general se dieron cita en el Centro Histórico de la capital del país para regresar a conmemorar el inicio de la Revolución Mexicana.

Contribución

Al frente del balcón presidencial se observaron maniobras y suertes ecuestres de muy difícil realización. Sobre todo por tratarse de asfalto, donde las cabalgaduras a toda velocidad debieron responder al mando del jinete. Solo tuvimos que lamentar un incidente menor, por fortuna, de 25 electrizantes ejecuciones. El presidente de la República se observaba contento e impresionado por cada una de las suertes realizadas por los integrantes del Arma de Caballería.

Luego del pase de los integrantes de las distintas formaciones militares también tuvieron el privilegio de desfilar las agrupaciones de los estados de la República para darnos cuenta —o al menos yo— de que en la mayor parte del país la charrería no solo es un deporte sino también una fuente sustancial de identidad, carácter y valor de la sociedad mexicana.

El desfile de este 20 de noviembre cumplió con una cita histórica en cuanto a la relevancia que tiene ese dramático acontecimiento con la formación del Estado mexicano contemporáneo.

Respecto de la presencia de las Fuerzas Armadas en el evento debe subrayarse que su contribución a la construcción del país se divulgó mediante la escenificación de la historia de México, así como el paso de numerosos carros alegóricos, algo que no tiene precedente en la institucionalidad. Y mientras varios países latinoamericanos pasan por situaciones complejas de inestabilidad política (otro asunto es la inseguridad pública), en nuestro país hay elementos sustanciales para centrar nuestra opinión en el valor y capacidad del estamento militar.

Como lo argumentó el general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, en la ceremonia: la lealtad y la institucionalidad de las Fuerzas Armadas es algo que distingue a la democracia de México.