VÁNDALOS DESAFÍAN A LA UNAM

Los vándalos son profesionales: tienen entrenamiento y saben qué herramientas usar para causar destrozos.

Ángel Hernández
Política
Foto: Especial
Cuartoscuro

Actúan embozados, utilizan vestimenta de color negro, portan mochilas en las que ocultan martillos, palos, cadenas y diversos objetos punzocortantes. Aparecen en protestas, movilizaciones y actos convocados por estudiantes, lo mismo que en aniversarios, conmemoraciones y protestas sociales. Se les identifica como anarquistas y son quienes realizan actos vandálicos: pintas, quema de mobiliario urbano, destrozos en comercios…

En años recientes su presencia ha sido constante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El jueves 14 de noviembre una treintena de ellos realizó actos vandálicos en la Torre de Rectoría: rompieron vidrios, quemaron una bandera nacional y causaron destrozos en la librería universitaria.

Realizaron esos actos después de que estudiantes de diferentes escuelas y facultades llevaron a cabo una protesta para demandar que termine el acoso y las agresiones machistas en la universidad.

La irrupción en el campus universitario una vez más por parte de estos vándalos, identificados por las autoridades universitarias como provocadores “con evidente preparación profesional” y “paramilitar”, levanta sospechas acerca de quién o quiénes se encuentran detrás de estos hechos y los intereses que persiguen.

Al asumir su segundo periodo como rector de la Universidad Nacional, Enrique Graue Wiechers se sumó al rechazo manifestado por la comunidad universitaria a este tipo de provocaciones y se comprometió a que los atropellos vandálicos y delincuenciales no quedarán impunes.

Analistas destacan que este tipo de actos en instalaciones de la UNAM tienen una larga historia y grupos externos los realizan para buscar seguir operando con impunidad, sin ser molestados por las autoridades universitarias a cambio de no hacer estallar la violencia.

Graue, el objetivo

La más reciente aparición de jóvenes anarquistas en instalaciones universitarias tuvo la peculiaridad de que no solo hicieron destrozos como realizar pintas y causar daño a uno de los murales de David Alfaro Siqueiros: también prendieron fuego a una bandera de México que bajaron del asta que se encuentra en el lugar y rompieron ventanas y puertas de la biblioteca universitaria Henrique González Casanova, de donde sacaron una gran cantidad de libros.

Durante los actos vandálicos los jóvenes anarquistas también lanzaron consignas contra el segundo periodo de Enrique Graue como rector para el ciclo 2019-2023, para el cual tomó protesta del cargo el martes 19 de noviembre. Esto es: el objetivo de la protesta era el rector.

Tras los ataques el secretario general de la universidad, Leonardo Lomelí, afirmó que los vándalos son profesionales ya que cuentan con entrenamiento, saben qué tipo de herramientas usar para causar destrozos, están bien organizados, tienen líderes e intercambian señales con bocinas y silbatos.

Agregó que en su actuar mantienen un orden dentro del aparente caos, además de que se percibe capacitación, lo que les permite la posibilidad de cambiarse de ropa una vez que se dispersan.

Lomelí agregó que han detectado la actuación de estos jóvenes en otras manifestaciones y otro tipo de actividades. “Es más, un membrete que están ocupando para encubrir otro tipo de actividades (…) lo hemos visto en varias marchas”, recalcó.

Autoridades universitarias incluso han manifestado que los anarquistas responden a estrategias paramilitares.

El secretario general de la UNAM descartó que se estudie cerrar el acceso a Ciudad Universitaria ya que ese es el objetivo de los agresores. “Quieren que la comunidad universitaria viva con temor y eso no lo vamos a permitir”.

Impunidad

Al tomar protesta para su segundo periodo como rector de la UNAM Enrique Graue afirmó que los atropellos vandálicos y delincuenciales no quedarán impunes y aclaró que la Rectoría seguirá siendo sensata y prudente, pero no es ni será conformista o indiferente.

“No me intimidan las amenazas y se actuará en consecuencia frente a los ultrajes sufridos. A ello me comprometo”, resaltó.

Ante representantes de la comunidad universitaria llamó a los universitarios a rechazar “la violencia, la sinrazón de las ominosas agresiones que hemos sufrido”.

Graue aseveró que el pueblo de México, el Estado mexicano y los universitarios de la nación están del lado de la UNAM.

El ex rector José Sarukhán Kermez consideró a su vez que los actos vandálicos y la violencia registrada en la Universidad Nacional suceden porque “hay un grado de impunidad verdaderamente enorme”.

Añadió: “Creo que es una cuestión en la que los sistemas de justicia no funcionan adecuadamente para poder atrapar a estas gentes y, si es el caso, con toda limpieza hay que darles el castigo que se merecen”.

Recordó que durante su gestión como máxima autoridad de la UNAM (1989-1997) si bien hubo manifestaciones estas nunca alcanzaron los grados de violencia como los registrados el 14 de noviembre.

“Tuvimos líos, hubo marchas, hubo cosas de ese tipo; yo a veces sufrí cosas un poco personales, pero nada de esta naturaleza. Creo que esta cuestión ya tiene otros tintes; tiene, yo diría, otras intenciones”, puntualizó .

Sarukhán Kermez puso en duda que los grupos de supuestos anarquistas o quienes estén atrás de los actos vandálicos pudieran venir del interior de la universidad ya que desde su experiencia como rector las amenazas y los ataques son movimientos exteriores.

“Creo que eso no ha cambiado: (los ataques) venían de fuera de la UNAM, de grupos de intereses políticos, de grupos que tienen intenciones de lograr algo de alguna manera y de gente que efectivamente no quiere ver a una universidad fuerte, bien funcional, útil para el país”, expresó.

Penetración

El analista político Carlos Ramírez considera en cambio que la presencia de estos grupos no desestabiliza la vida universitaria y apenas genera temores. Hay que recordar que la historia de la UNAM ha tenido una larga lista de este tipo de presiones y algunas sí fueron de quiebre: en 1944 hubo dos rectores y los dos fueron renunciados y se creó una Junta de Exrectores para estabilizarla.

Agrega que en 1961 estudiantes humillaron al rector Ignacio Chávez y lo obligaron a renunciar. En 1972 metieron a dos porros a Rectoría para tumbar a Pablo González Casanova. Y Jorge Carpizo y Francisco Barnés de Castro enfrentaron la furia estudiantil por alza de cuotas: el primero renunció a la reelección y el segundo dimitió antes de terminar su primer periodo.

Respecto de por qué no se ha podido erradicar a estos grupos de anarquistas responde que la justificación oficial es la autonomía como extraterritorialidad pero la realidad es que la Universidad Nacional está penetrada por grupos que viven de la inestabilidad y la represión a uno de ellos podría desencadenar un caos tipo Chile.

Comenta que el grado de violencia depende de grupo de anarquistas, vendedores de drogas, radicales de grupos guerrilleros, entre los más importantes.

Desde su perspectiva ningún rector se ha atrevido a crear una policía universitaria y ninguna policía puede entrar a territorio universitario. “Ciudad Universitaria, sobre todo, es una tierra de nadie”, asevera.

No a la violencia

Ramírez explica que el rector Enrique Graue no ha podido enfrentar estas manifestaciones violentas porque carece de la fuerza institucional para meter a la policía.

Refiere que la policía entró al campus universitario en los rectorados de Pablo González Casanova y Guillermo Soberón, mientras que Juan Ramón de la Fuente fue hecho rector para meter a la policía a detener a líderes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU).

“Todos los rectores saben quiénes dirigen a esos grupos pero carecen de fuerza institucional para atraparlos. Desde 1999 el auditorio Justo Sierra está en manos de radicales guerrilleros y lo llaman Auditorio Che Guevara”, apunta.

Añade que el otro problema es el porrismo de grupos estudiantiles, pero su capacidad de control del territorio ya fue rebasada por grupos delictivos menos pertrechados y mejor apoyados.

En su opinión las manifestaciones violentas si bien son contra el rector Enrique Graue no buscan tumbarlo y más bien estarían encaminadas a venderle protección: impunidad para operar actos delictivos dentro de Ciudad Universitaria, a cambio de no estallar la violencia.

Y concluye: esa violencia, a veces intensa, a veces solo intimidante, forma parte de la vida cotidiana en la UNAM. Y el rector del rector es extinguirla.

Grupos

Información que en su momento recabó el hoy desaparecido Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) en el país detectó la operación de cinco agrupaciones anarquistas: Células Autónomas de Revolución Inmediata Praxedis G. Guerrero; Individualidades Tendiendo a lo Salvaje (ITS); Frente de Liberación Animal (FLA); Conspiración de las Células de Fuego Federación Anarquista Informal (CCF-FAI), y Brigadas de Acción Revolucionaria por la Propaganda, por el Hecho y la Acción Armada Simón Radowsky (BARPHAA).

De acuerdo con información de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México el grupo ITS era considerado el más peligroso por su ideología de atacar directamente a las personas. Su estrategia se basa en enviar sobres bomba a personas clave en el ramo de la investigación científica.

Las zonas de mayor incidencia de estos grupos fueron sur, centro y poniente de la capital del país, donde colocaron artefactos explosivos en fachadas de bancos, tiendas que venden ropa con pieles de animales y laboratorios.