EXPO UNA

Extraordinaria muestra que lleva por título La invención de la memoria.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Sergio Pérezgrovas

El Museo de Antropología e Historia lo inauguró el 17 de septiembre de 1964 el entonces presidente de la República, Adolfo López Mateos (además del ISSSTE), con una construcción de 45 mil metros cuadrados y 22 salas. Posee una de las colecciones arqueológicas etnográficas más importantes del país.

El proyecto lo realizaron los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares Alcérreca. El diseño de la columna central que sostiene el “paraguas” lo realizaron los hermanos José y Tomás Chávez Morado en bronce (a José se le debe en gran medida el rescate de la Alhóndiga de Granaditas).

El mural realizado por Rufino Tamayo, cuyo nombre es Dualidad, es otra de las obras del museo. Solo por estas dos vale la pena conocerlo. Sin duda es para todo turista una parada obligada; sin hablar, por supuesto, de la colección que se muestra en sus salas (dicho sea de paso solamente puede apreciarse aproximadamente 10% de las piezas).

El miércoles 20 de noviembre se inauguró dentro del recinto una colección particular del empresario y filántropo Ricardo Salinas Pliego, de fotografías de Kahlo, Salas Portugal, Rulfo y otros. Extraordinaria muestra que lleva por título La invención de la memoria. Ya de por sí el nombre es sugestivo pero más aún las imágenes que se exhiben.

Estos genios decidieron retratar la arquitectura prehispánica de una manera magistral y con el añadido de la curaduría de un alto grado de precisión y belleza plástica. Yo vi dos piezas que me llamaron la atención sobremanera: la primera de don Armando Salas Portugal, de formato pequeño, en blanco y negro, pero coloreada por él mismo la vegetación, lo que realza la belleza de la pieza. La otra, el Calendario Solar, en un formato más grande.

Además hay una sección de realidad virtual donde se explican los procesos que llevaban a cabo estos alquimistas de la imagen. Son 225 fotografías de 21 autores diferentes y la muestra estará hasta el 8 de marzo de 2020. No se la pierdan.

Uno de los mejores amigos de Tris era el arqueólogo de hobby Jean Paul Perrillat. Tenía una propiedad en Malinalco, justo debajo del monolito, y gustaba de escarbar. Así encontró un sinnúmero de piezas y logró tener una colección considerable, supervisada y avalada por el INAH. Él lo invitó un fin de semana para que se relajara después de una balacera, donde una bala le rozó el cuero cabelludo. Tris aceptó con gusto. Llevaban un par de horas distrayéndose escarbando, echándose pedos y riendo como cuando niños, cuando Jean Paul se topó con un cráneo. Le llamó a su compañero y con una pequeña brocha lograron desenterrar la cabeza y un par de huesos humanos. Tris examinó el cerebro y notó que había una perforación detrás de la nuca. Con voz solemne dijo:

—Hay que llevarla al MP.

—¿Por qué? —preguntó Jean Paul.

— Es muy fácil. Este hueso debe tener 100 años enterrado aquí: no es prehispánico.

—¿Qué, eres antropólogo y sabes mucho de eso?

—No. Fíjate en el agujero que tiene: es de un calibre 30-30 y tiene despostillada una parte del ojo izquierdo, que es por donde salió la bala. A este cuate lo mataron por la espalda. Es un calibre que se inventó para el rifle Winchester en 1894 y que usaban los zapatistas de la Revolución.

Llevaron las piezas al MP. Después de meses llegó la resolución. Tris tenía razón.