SEGUNDA CAÍDA DEL MARQUÉS DE VARGAS LLOSA

Bastaba recordarle a Vargas Llosa las palabras de Octavio Paz hace 29 años.

Carlos Ramírez
Columnas
Foto: Especial
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A pesar de tener un mayor coeficiente intelectual los escritores e intelectuales también suelen, como vulgares plebeyos, tropezarse varias veces con la misma piedra. Los señalamientos recientes del Premio Nobel Mario Vargas Llosa contra el gobierno de López Obrador como la reconstrucción de la “dictadura perfecta” tipo PRIcarecieron por segunda vez de un buen uso de las categorías políticas.

Para responderle al marqués Vargas Llosa no es necesario enojarse sino tan solo recuperar el regaño —el propio peruano-español así lo caracterizó— que le dio el poeta y ensayista Octavio Paz el 30 de agosto de 1990, durante una mesa redonda en el encuentro La experiencia de la libertad que organizaron Paz y la revista Vuelta para analizar la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989.

La tesis de Vargas Llosa se sustentaba en que el Estado mexicano era la dictadura perfecta en tanto que incluía en su seno a sus más radicales críticos… y todos en paz. Pero Paz, el poeta Octavio, saltó al ruedo para darle a Vargas Llosa una lección de categorías de ciencia política: México no era una dictadura sino “un sistema de dominación hegemónica de un partido”. Agregó Paz: “Yo, como poeta, prefiero la precisión”. Por tanto la lucha por la democracia en México no era contra la dictadura militar sino “la lucha por el pluralismo”.

Octavio Paz sabía de lo que hablaba. En 1968 había escrito un sobresaliente análisis de la rebeldía estudiantil mexicana por la democracia; en 1969 había llegado al dilema de que México tenía que optar entre dictadura o democracia; en 1970 circuló su ensayo Posdata sobre el autoritarismo de partido dominante en México, y en 1978 publicó en Vuelta su caracterización del Estado mexicano como un ogro filantrópico, es decir, un Estado autoritario con distensiones políticas no represivas.

Sustento

Vargas Llosa tenía, en agosto de 1990, ya sobre sus espaldas la derrota electoral como candidato presidencial de su país: su discurso neoliberal tipo FMI había sido aplastado en segunda vuelta por el populista Fujimori. Formado en su juventud como comunista, Vargas Llosa tuvo un largo y consistente camino hacia el extremo contrario del fundamentalismo capitalista sin Estado.

Por lo demás su tesis de “dictadura perfecta” o régimen dictatorial con inclusión totalizadora no era nueva. Se pueden rastrear pistas de esa caracterización: el ensayo Discurso sobre la servidumbre voluntaria o contra uno, de Étienne de La Boétie, de 1548; la introducción a Un mundo feliz, de Aldous Huxley en 1932; la tesis del Estado ideológico total y totalizador, de José Revueltas en 1976; y, entre otros, El ogro filantrópico, de Paz en 1978.

La argumentación en segunda vuelta hoy de Vargas Llosa sobre la dictadura perfecta mexicana carece de sustento politológico para una percepción politológica. En 1990 el peruano ignoró las luchas de los grupos socialistas y de facciones progresistas del PRI contra el autoritarismo del régimen priista de la Revolución Mexicana, además de carecer de un sustento formal del significado de una dictadura como poder absolutista. En esa misma reunión de 1990 Enrique Krauze, conductor de la mesa de debate, habló de dictablanda y Octavio Paz también desautorizó el concepto como categoría política.

Así que hoy bastaba recordarle a Vargas Llosa las palabras de Octavio Paz hace 29 años. Para qué enojarse.