SOMBRAS EN LA OTAN Y LA CUMBRE DEL CLIMA

A Macron le parece insultante la posición de Trump.

Redacción
Política
Foto: Especial
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Por Claudia Luna Palencia

La semana pasada Reino Unido y España ocuparon cada uno buena parte de los reflectores globales: Londres se convirtió en escenario de la reunión de los países aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que celebraron el 70 aniversario de la alianza bajo un clima desapacible y una tensión cortante entre alguno de sus integrantes, en tanto que, del otro lado del Canal de la Mancha, Madrid acogió una organización en tiempo récord con la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2019 (COP25).

Esta última estaba programada para realizarse en Chile pero se modificaron los planes luego de que el presidente Sebastián Piñera renunció a la sede debido a las revueltas incontrolables de las últimas semanas en ese país.

La capital de España sorprendió con su capacidad de gestión de magnos eventos, lo que hizo de forma impecable para recibir a 29 mil personas, 200 delegaciones de todo el mundo y una treintena de dignatarios con sus respectivos aparatos de seguridad, en medio de una alerta antiterrorista nivel 4 y con un amplio dispositivo de seguridad en sus calles, redoblando todas las precauciones luego de que Londres y La Haya sufrieron diversos atentados el viernes 29 de noviembre.

No podían ser más equidistantes ambos temas.

El de la OTAN, con su defensa y seguridad con siete décadas de existencia en las que solo una vez se ha activado el artículo 5 para defender a un país que está siendo atacado: tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EU los aliados decidieron respaldar a Washington en su asonada bélica contra Afganistán.

En Londres la discusión acaparó los presupuestos para defensa militar, gastar más y más en moderno equipo, ponerse las pilas porque EU ya se cansó de defender a Europa a su costa.

Y del otro lado, en Madrid, la atención por el clima implica hacer justo lo contrario: gastar menos, comprar menos, consumir menos… en fin, reducir la huella ecológica de las personas y comprometer a las empresas privadas a ser más responsables con el medio ambiente.

Quizá lo más chocante entre uno y otro evento es que un personaje político como Donald Trump se haya colado como protagonista de turno en ambas cumbres. Aunque el mandatario estadunidense solo asistió al aniversario de gala de la OTAN con su ya tradicional gesto adusto y mal encarado, se le recordó con intensidad en la reunión de la COP25 de Madrid.

El pasado lunes 2 Trump arribó a Reino Unido con la estela de imponer una serie de aranceles a Francia como una forma de “castigo” por las palabras de Emmanuel Macron, mandatario francés, tras declarar que la OTAN se encuentra en “estado de muerte cerebral”.

La réplica del inquilino de la Casa Blanca consistió en descalificar dichas declaraciones de Macron a The Economist subrayándolas como “desagradables” y fuera de “toda proporción”, si bien el político norteamericano ha dicho en decenas de ocasiones a la prensa que la OTAN es “obsoleta”.

El juicio verbal llegó acompañado además por una granada de racimo diplomático por un costo de dos mil 400 millones de dólares en gravámenes ad valorem para las importaciones de quesos, maquillaje, vinos, bolsos y otros productos franceses.

No es la historia de los tres mosqueteros sino de 29 países aliados congregados en la OTAN. Se trata del acuerdo militar y de defensa de mayor envergadura desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial; un enorme esfuerzo para la paz que cuida a mil millones de personas, firmado desde el 4 de abril de 1949.

A lo largo de este tiempo no ha sido nada fácil entenderse pero la Alianza ha sobrevivido a casi todo, hasta poner en vigor uno de sus artículos estrella: el 3, que implica la defensa militar en caso de ataque a uno de los integrantes, y activado por petición del entonces presidente George W. Bush tras los terribles atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en EU y que se cobraron la vida de miles de personas.

En ese camino imbricado Trump se ha convertido en agua gélida que evapora las ilusiones y las ganas de continuar sosteniendo el conjunto de la defensa trasatlántica. Nadie puede con él: sus constantes reproches por las aportaciones militares y el gasto en defensa realizado por los socios de la OTAN —“al menos deben aportar 2% de su PIB”, dice— van agotando la paciencia de varios dignatarios.

Uno de ellos es Macron, quien impulsa su proyecto de una Iniciativa Europea de Intervención (IEI) en aras de crear un gasto en defensa comunitario entre los 28 países integrantes de la UE e inclusive formar un ejército propio.

A Macron le parece insultante la posición de Trump de espetarles en la cara varias veces que “EU está cansado de defender a los europeos que aportan poco para su gasto militar” y reprocharles constantemente que es a su país “al que le deben los esfuerzos de paz”.

Congregados en Londres los días 3 y 4 de diciembre los 29 líderes de la OTAN hicieron una evaluación para tratar de reflotar su alianza para que perviva al menos 70 años más.

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, aseveró en su discurso de bienvenida que “estamos aquí juntos para celebrar el proyecto más exitoso” de los últimos 70 años, porque “ha contribuido a cambiar el mundo”.

Desde 2016 “hemos asumido un mayor compromiso en nuestro gasto en defensa; llegaremos a tenerlo sin precedente; sabemos que debemos proteger a millones de seres humanos y tenemos que superar nuestras diferencias”, reflexionó ante los mandatarios allí congregados.

Bajo el sonoro eco de las gaitas Stoltenberg dio la bienvenida al grupo acompañado por el anfitrión del convite, Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, quien aprovechó la ocasión para refrendar la unidad citando el lema de “uno para todos y todos para uno”.

Johnson aseveró que “somos sólidos y solidarios; hoy los 29 países estamos en casa, en nuestra primera casa; debemos seguir juntos para defendernos, nadie quiere una guerra… juntos nunca iniciaremos una guerra”.

El pelirrubio, quien está en plena campaña electoral (las elecciones serán el 12 de diciembre) y busca un mayor poder a favor del Partido Conservador para consumar su Brexit salvaje el próximo 31 de enero, señaló a la lucha contra el terrorismo como una de las causas fundamentales de la OTAN. “Los británicos queremos paz y seguridad; queremos que la gente viva en democracia, que vaya a sus trabajos, a sus escuelas, de forma segura; la historia nos muestra que la paz no es gratuita”.

Unos días previos a la gala de la reunión, el viernes 29 de noviembre, un nuevo atentado terrorista en Londres cobró la vida de dos personas y dejó malheridas a otras cinco. Reino Unido se ha convertido en uno de los sitios predilectos para actuar por parte del grupo autodenominado Estado Islámico, así como de sus lobos solitarios.

La atención actual, puntualizó Johnson, debe enfocarse hacia la nueva realidad incluyendo “el espacio” y los “cyborgs” para poder sostener la paz en las próximas décadas.

Los aliados de la OTAN aprovecharon la ocasión para anunciar que gracias a las contribuciones extraordinarias en gasto en defensa desde 2016 se llegará a 2024 con aportaciones por 400 mil millones de dólares.

El propio Trump lo celebró tras abandonar intempestivamente la cumbre de la OTAN agriado por la difusión de una conversación privada en el Palacio de Buckingham en la que se escucha al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ironizar por la constante demora en las ruedas de prensa del estadunidense; en el grupo lo acompañaban el premier Johnson, el mandatario galo Macron, el primer ministro holandés Mark Rutte y la princesa Ana de Inglaterra.

“Otros países además de EU acordaron pagar 130 mil millones de dólares más por año, y para 2024 ese número será de 400 mil millones de dólares. La OTAN será más rica y fuerte que nunca”, tuiteó el político norteamericano.

Cada país está atrapado por su propia dialéctica. Turquía —integrante de la Alianza— juega un papel clave en Siria y se muestra contrario a militarizar Polonia.

Al final del festejo fue posible que los 29 signaran un documento acordando luchar de forma férrea y coordinada contra el espectro del terrorismo.

Todos por el clima, sin Trump

Trump también se coló a la Cumbre del Clima sin siquiera asistir: ni una sola palabra, pero su ausencia bastó para refrendar que lo de la mitigación del cambio climático no le interesa en lo más mínimo. No al menos bajo el paraguas del Acuerdo de París.

Es más, el inquilino de la Casa Blanca no solo ignora el acuerdo climático sino que además da mayor fortaleza a las empresas productoras de carbón fomentando su venta y su consumo.

China (26.8%), EU (13%), la UE (9%), India (7%) y Rusia (4.6%) son los mayores consumidores de carbón del planeta. Y salvo en China y la Unión Europea en el resto se observan tibias acciones y compromisos a favor del clima.

A la COP25 llegó Greta Thunberg, la adolescente sueca convertida en ídolo juvenil como un marchamo de la Generación Z y que ha dado voz a los jóvenes para ser escuchados ante los líderes mundiales a fin de presionar en los compromisos a favor de limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1.5 grados.

Si bien las reuniones fueron a nivel ministerial y técnico se discutió sobre todo cómo implementar el artículo 6 del Acuerdo de París, relacionado con la mitigación de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero.

Y eso tiene mucho que ver también con la educación y el compromiso personal y ciudadano, refiere Julio Andrade, director del Centro Internacional de Formación de Autoridades y Líderes (CIFAL) que pertenece a Unitar-ONU.

En entrevista Andrade explica que la Agenda 2030 es la razón por la que existe la Cumbre del Clima, así como muchos otros grandes eventos internacionales. “Sucede porque se trata de impulsar cada uno los objetivos del desarrollo sostenible; el número uno tiene que ver con la reducción de la pobreza, construir nuevas alianzas. Y dentro de esa agenda todas las instituciones públicas, privadas y la sociedad civil debemos aportar nuestro granito de arena”, comenta el funcionario.

Recalca que la formación es uno de los temas en los últimos meses para cambiar el chip “como seres que producimos, que consumimos y que contaminamos”. Esa labor de explicarle a la población que todos somos parte del cambio climático y que debemos reducir nuestra huella ecológica.

“Por un lado está generar conciencia en la ciudadanía y decirle a la gente del mundo que cada cosa que producimos, cada producto que compramos y consumimos genera un impacto en el planeta en la huella de carbono… Todos esos productos han tenido un costo de producción; incluye un costo energético y un costo de transporte que muchas veces es el más perjudicial”, abunda en exclusiva.

De los compromisos que la gente debe asumir agrega: “Esa suma hace que la huella de carbono que cada individuo consume genere efectos negativos y, por tanto, hay que generar una mayor conciencia hacia un consumo responsable, no malgastar los alimentos; incluso modificar la forma de consumir menos productos, como los derivados de la carne; contribuir en la plantación de árboles o ahorrar energía y no desaprovechar el uso del agua. Todos podemos contribuir. La verdad es que asusta cómo se eleva la temperatura. Inclusive los indicadores de hace un año se han quedado cortos porque ahora se tiene que reducir más por parte de los países en su compromiso público”.

—¿No desanima que países como EU, que son los principales contaminantes del mundo en el renglón del carbón, den un paso atrás?

—No cabe duda que EU es un grandísimo actor en el tablero mundial y es más que necesario que ese o cualquier país asuma esos compromisos, más siendo una potencia, para cumplir con lo firmado en la Cumbre de París; hay que seguir refrendándolos en cada cumbre, como ya sucedió en las cumbres pasadas y está aconteciendo en Madrid.

Nunca hay que perder la esperanza, añade Andrade: aunque de manera oficial EU no ha estado presente sí asistió una delegación encabezada por la congresista demócrata Nancy Pelosi. “Ella ha manifestado públicamente que intenta revertir alguna que otra decisión que se ha tomado. A mí no me corresponde hacer valoraciones políticas pero tengo la esperanza de que al final las decisiones puedan ser revertidas porque todos los países deben seguir trabajando, todos deben sumarse a la realidad del planeta y si los científicos dicen que eso es necesario hay que confiar en que ellos tienen las mejores recetas para que se apliquen. Y la ONU procurará, a través de los grandes foros como la COP25, resituar este desafío y valorar las necesidades e incluso alcanzar más compromisos entre todos”.

El lema de la cumbre, #TiempoDeActuar, trata de fomentar una mayor conciencia. Aquí en Madrid el primer ministro de Portugal, António Costa, presumió que Lisboa será en 2020 “la primera capital verde” de Europa.

Pedro Sánchez, presidente en funciones de España, recordó que se está marcando un punto de inflexión y que solo un “puñado de fanáticos” niega el cambio climático.

Quizás el anuncio más relevante lo dio Ursula von der Leyen, presidenta entrante de la Comisión Europea, quien reveló que el próximo mes de marzo propondrá la primera ley comunitaria climática “sin parangón alguno” para hacer una transición “irreversible” hacia la neutralidad en las emisiones en 2050.

En tono agorero el secretario general de la ONU, António Guterres, exigió una mayor voluntad política “porque el reto del planeta” es el cambio climático y hay que evitar que “sea inalcanzable” en un momento en el que “estamos en el hoyo y seguimos cavando. Es demasiado tarde para escapar”.

Es por ello, declaró Teresa Ribera, ministra española para la Transición Ecológica, que “no podemos fallarle a nuestros hijos” y para eso se requiere dar un acelerón en la acción ambiental y “cambiar nuestro modelo de producción y consumo drásticamente”.

Y, desde luego, se requiere un gran esfuerzo global coordinado que desdeña EU bajo la representación de su mandatario actual, Donald Trump.

Por ello 2020 será un año clave en la política estadunidense: si prospera el impeachment contra Trump podría verse truncado su sueño de permanecer en la silla de la Casa Blanca hasta 2024. Si no, el mundo tendrá que seguir aguantándolo unos años más.