SI CONTINUAMOS ASÍ, ESTAMOS PERDIDOS

Solo 20% de los firmantes del Acuerdo de París cumplirá con sus compromisos para el siguiente año.

Lucy Bravo
Columnas
Foto: Especial
Gobierno de España

Hace casi 50 años tres químicos llamados Mario Molina, Sherwood Rowland y Paul Crutzen encontraron evidencia de que un grupo de compuestos llamados clorofluorocarbonos (CFC) liberados por el uso cotidiano de los aerosoles debilitaban la capa de ozono. El descubrimiento activó todas las alarmas y para 1987 la comunidad internacional ya había acordado el llamado Protocolo de Montreal, que prohibió la emisión de los CFC más perjudiciales.

Ocho años después Molina fue galardonado con el Premio Nobel de Química y su trabajo fue fundamental para aliviar una de las mayores crisis ambientales en la historia de la humanidad.

Todo indica que la capa de ozono podría quedar totalmente reconstituida para 2060 ya que los CFC permanecen muchas décadas o hasta siglos en la atmósfera. Pero lo que en su momento fue catalogado como “el talón de Aquiles del Universo” hoy es un referente de la efectividad de las medidas de defensa del medio ambiente a escala global.

Sin embargo resulta inevitable cuestionarse por qué el mundo no ha respondido de manera similar ante la amenaza del calentamiento global, incluso cuando la evidencia es cada vez más abrumadora. Cada año la cantidad de desastres naturales, incluidos incendios forestales catastróficos y huracanes, sigue en aumento; a tal grado que según datos de la ONU la tasa de desastres relacionados con el clima es de uno por semana.

A este ritmo ninguna región de la Tierra quedará intacta ya que la cantidad de personas que enfrentarán la escasez de agua aumentará de tres mil 600 millones a cinco mil millones en 2050. Al menos 100 millones de personas se verán sumidas en la pobreza en la próxima década. A su vez el incremento del nivel del mar inundará ciudades costeras desde Miami hasta Shanghai, generando pérdidas de alrededor de un billón de dólares al año en la economía global, según datos del Instituto de Asuntos Internacionales y Europeos.

Retórica

Apenas la semana pasada la revista Time nombró a la activista sueca de 16 años Greta Thunberg como la Persona del Año 2019, mientras esta se encontraba en Madrid para participar en la esperada Cumbre del Clima (COP25). El escenario no podía ser más óptimo: más de 25 mil personas —entre mandatarios, científicos, activistas y empresas— reunidas bajo el paraguas de Naciones Unidas y alentadas por una joven que saltó a la fama mundial con sus apasionados discursos contra el cambio climático. Sin embargo el resultado fue el mismo de siempre: palabras vacías y compromisos inertes de algunos de los países más contaminantes.

Resulta poco alentador que tras un 2019 marcado por catástrofes naturales sin precedente y que bien podría convertirse en el año más cálido del que se tenga registro solo 20% de los firmantes del Acuerdo de París cumplirá con sus compromisos para el siguiente año. El secretario general de la ONU, António Guterres, aseguró que “si continuamos así, estamos perdidos”, en una retórica apocalíptica que coincide con el tenor de los tiempos.

Pero a diferencia de las narrativas populistas que han desquiciado a las democracias más antiguas del mundo en los últimos años los titulares que surgieron de la cumbre celebrada en Madrid pasaron desapercibidos… una vez más.