POSADAS

De ser una costumbre de la Iglesia pasó a formar parte de los barrios.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
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Por Sergio Pérezgrovas

Haga usted de mi casa su posada. Las posadas no son residencias.

Marianne Moore

El 16 de diciembre de 1587, con permiso del Papa Sixto V, se llevó a cabo la primera posada navideña en tierras mexicanas. Antes de esta los aztecas acostumbraban celebrar el mes de Panquetzaliztli, que en náhuatl significa “levantamiento de banderas”, para honrar al dios Huitzilopochtli. Esta celebración se llevaba a cabo del 16 al 24 de diciembre, justo en las mismas fechas de inicio y terminación de las posadas. Curiosa coincidencia. ¿O sería que los pinches dominicos querían imponer la fe?

Fue fray Diego de Soria quien pidió permiso al Papa para realizar misas esos días en conmemoración del peregrinaje de María y José.

Aparte hacían representaciones teatrales parecidas a los “autos de fe” para conquistar espiritualmente al pueblo. Esta celebración, con el paso del tiempo, se fue enriqueciendo con la costumbre franciscana de representar imágenes de este pasaje bíblico y así comenzaron las pastorelas. Se cree que la práctica de las posadas comenzó en el Convento de Acolman, donde la ceremonia consistía en la visita a iglesias o casas.

De ser una costumbre de la Iglesia pasó a formar parte de los barrios y la música religiosa se sustituyó por cantos populares.

Las piñatas tienen su origen en China, según afirma Marco Polo en su libro Il millones, mejor conocido como Los viajes de Marco Polo. Según él se utilizaban para la celebración del año nuevo.

Fue el propio Marco Polo quien llevó esta tradición a Italia, donde se adaptó a las fiestas de cuaresma.

En México los primeros indicios de ellas se ven también en el convento de Acolman. Las piñatas de siete picos representan los siete pecados capitales. Soberbia, avaricia, ira, lujuria, gula, envidia y pereza. Cuando se rompen se acaba con el demonio.

Hay piñatas que son de cinco picos y representan la estrella que guio a los Reyes Magos al pesebre donde nació Jesús. Todo esto con el fin de evangelizar al pueblo mexicano, el sincretismo en los conquistadores y de vuelta en los mexicanos. Por lo menos no usaban la espada.

El asesino de las piñatas

Rodolfo Carmona Calderón, mejor conocido en el bajo mundo como La Rata, había hecho su sello matando a las mujeres y colocándoles en el vientre un cono de piñata, siempre rojo. Llevaba ya alrededor de cuatro Marías, todas prostitutas, todas de la zona de La Merced. Primero las apuñalaba, sacaba sus tripas y luego colocaba el cono dentro del estómago.

Todo empezó el 16 de diciembre, cuando apareció el primer cuerpo. Tris sospechaba que habría por lo menos cinco más si no lo detenían a tiempo. No tenía muchas pistas y no sabía el nombre del asesino. Buscó a los piñeteros más famosos de la zona: nadie sabía de él. Hasta que al final del día llegó a una vieja casona toda derruida preguntando si vendían piñatas de siete picos que fueran rojas; el dueño de la casa se puso muy nervioso, por lo que Tris decidió seguirlo, aparcó su coche en un estacionamiento cercano, esperó unas cuatro horas, vio cómo el sujeto salía llevando un cono en la mano izquierda y en la otra traía un objeto punzocortante. Una vez más el instinto de Tris no falló.