UN FUTURO CENICIENTO

Las emisiones de GEI generalmente se avivan por la combustión de fuentes fósiles y orgánicas.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
AP

Por Guillermo Deloya

Ya no es novedoso y cada vez menos se prolonga el asombro ante las muestras innegables que el planeta nos proporciona para dar testimonio del enorme daño que le hemos procurado. El cambio climático deja de ocupar las charlas de café para convertirse en palpables acontecimientos que no han estado lejanos a la realidad mexicana; tan solo hace ocho meses en nuestro país se combatían (y se repartían culpas sobre las causas de estos) cerca de 130 incendios forestales en aproximadamente 20 entidades federativas de forma simultánea.

Con una escasez de fuerza humana y ante un escenario presupuestalmente restrictivo los mexicanos vivimos entonces una cercana experiencia a lo que, guardadas las dimensiones y particularidades, experimenta en la actualidad Australia, donde parece no haber tregua para la voracidad del ígneo desenfreno.

El cambio climático tiene un punto de origen fundamental según la confluencia de opiniones expertas: las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que generalmente se avivan por la combustión de fuentes fósiles y orgánicas. Ahí descansa la razón por la cual en zonas templadas y boreales, como en este caso la australiana, se observa una prolongación de los periodos de secas y templados, con la consecuente presencia de mayor material orgánico combustible.

Este episodio en particular ha puesto en relevancia la carencia de un compromiso gubernamental firme a efecto de reducir la dependencia energética industrial del carbón. Este combustible aún constituye una preocupante fuente de emisión de dióxido de carbono.

Resulta preocupante que en un país como Australia, donde la superficie forestal del mismo ronda 17% del total de territorio, se genere 1.07% de la totalidad de emisiones de GEI en el mundo. Un caótico total de 16 toneladas per cápita promedio de emisión anual rebasa por mucho los estándares de países desarrollados y de varios pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Llamados

Ejemplo a la vista que debiese ser adoptable por nuestro país ante la gravedad del tema. La dependencia de energía proveniente de la combustión es un atentado a futuro contra la estabilidad ecológica de cualquier Estado. En el caso de los australianos 70% de la generación de electricidad proviene de las vías de quema de carbón mayoritariamente y de gas en una considerable proporción.

La dinámica de las políticas públicas favorece innegablemente a la industria que, con pocas restricciones, opta por esta contaminante vía para la generación de energía. Encontramos una economía dependiente de la industria del gas y el carbón, sin que en décadas se haya privilegiado la generación de energía por vía eólica, solar o de mareas. Sobra decir que el potencial que Australia tiene en tales rubros es enorme.

Sin embargo dicha dependencia obedece por igual al interés económico que ha llevado al financiamiento de campañas tanto de gobiernos de corte liberal como conservador. Es así que la política ambiental se ha vuelto errática y desprevenida, con pocos asideros al ámbito internacional y en pleno cuestionamiento de instrumentos y acuerdos como el Protocolo de Kioto, donde en 1997 Australia y Estados Unidos destacaron como “no firmantes”; o el Acuerdo de París en materia de cambio climático, al cual se le ha dejado en el retiro junto con nuestros vecinos del norte.

Australia constituye un ejemplo de cómo la negación ante lo visible trae consecuencias funestas. Con un primer ministro como Scott Morrison, quien apoyado en intereses económicos sumamente poderosos, mantiene la postura de evitar el tema y voltear la mirada, parecería que puede más el poderío de las mineras que ubican a este país como líder en materia de exportaciones y consumo interno de carbón.

Y lo preocupante en demasía es que no estamos ante un ejemplo aislado: la ola de calor inusitado en Europa, los devastadores incendios en California, México, Angola, Brasil, Portugal, Serbia y el sur asiático son llamados de atención que este pasado 2019 debió escuchar con mayor ímpetu el grupo de la Conferencia de las Partes (COP25), en la cual los principales actores mucho quedaron a deber.

Los grandes contaminadores como China, Estados Unidos e India aún marcan rumbos funestos que llevan a la humanidad a un futuro muy distinto a un cuento de hadas… Un futuro de cenizas desde donde difícilmente se volverá a edificar.