LA CARRERA ARMAMENTÍSTICA

Una política militar donde la participación de la sociedad es determinante.

Javier Oliva Posada
Columnas
Foto: Especial
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Si bien la carrera armamentista nunca se ha detenido, sí ha observado etapas de notable aceleración. La aplicación y desarrollo de la ciencia y la tecnologías aplicada a la guerra y por lo tanto con fines militares, representa además un notable polo de desarrollo económico para cualquier país. Y no por sostener una postura que promueva la guerra sino porque cualquier Estado, incluido el mexicano, debe contar con Fuerzas Armadas con capacidades disuasivas.

La tan extendida como inverosímil creencia de que en un momento dado pueda prescindirse del estamento militar para defender la independencia, soberanía y libertad de una nación no tiene cabida en un siglo XXI en que las potencias hegemónicas geopolíticas desarrollan de manera permanente las condiciones para sostener e incluso ampliar sus áreas de influencia.

En estos términos, tanto por su privilegiada y a la vez riesgosa ubicación, nuestro país debe contar con recursos políticos, sociales, presupuestales, programáticos, legales, diplomáticos, tecnológicos y de comunicación articulados bajo la conducción de una política de defensa nacional que tenga por absoluta finalidad garantizar la viabilidad de la integridad de la sociedad, la nación y el Estado.

La competencia entre las principales Fuerzas Armadas, sobre todo entre Estados Unidos y la República Popular de China, no obstante la notable preeminencia del país vecino del norte, representa para México un desafío en torno al cual nuestro estamento militar debe atender como prioridad la filosofía, sentido y profesión de las armas. Esto sin detrimento ante las notables exigencias bajo las que ahora se encuentra, sobre todo en las acciones de apoyo a la seguridad pública.

Coyuntura

Así las cosas, el gobierno de la República debe atender con una visión de largo aliento, a partir de considerar las tendencias contemporáneas, una sostenida política de defensa y una política militar donde la participación de la sociedad es determinante.

Los fundamentos del pensamiento y doctrina militares mexicanos tienen una amplia y nutrida trayectoria que permiten contar con una sólida base para formular la guía para la acción hacia los próximos años. Qué Fuerzas Armadas para qué país, es un cuestionamiento que de forma gradual se viene respondiendo a partir de la actualización de las estructuras militares, para que en función de esto se organicen y apliquen los recursos disponibles.

En este sentido México debe seguir desplegando e incluso intensificando sus capacidades científicas y tecnológicas con aplicación militar para tener condiciones disuasivas ante las hipótesis de conflicto que cualquier nación enfrenta y procesa para poder desarrollarse en paz. Los desafíos que representan antagonismos no convencionales —para nuestro caso, el crimen organizado— exigen de las Fuerzas Armadas la ampliación y consecuente incremento en la complejidad de su agenda, sin desatender, como ya se explicó, sus misiones profesionales y estructurales como estamento militar garante de la democracia.

Debo insistir: no se trata de sumarnos a la carrera armamentística. La naturaleza y trayectoria de México en el mundo es un referente de paz. Pero al mismo tiempo de ninguna manera podemos abjurar a la determinante acción para garantizar la viabilidad del Estado y la nación. Estamos ante la coyuntura apropiada para organizar nuestras prioridades y la manera de alcanzarlas en un entorno mundial de elevada complejidad.