INTOCABLE

Arturo Moncada
Política
Foto: Especial
Foto: Especial

El Senado de Estados Unidos votó el pasado miércoles 5 de febrero a favor de la absolución del presidente Donald Trump, poniendo fin a un juicio político o impeachment de tres semanas bajo cargos de presunto abuso de poder y obstrucción a una investigación del Congreso.

Para la primera acusación, por supuesto abuso de autoridad, la votación senatorial fue de 52 votos republicanos para exonerar a Trump contra 48 de los demócratas para declararlo culpable; junto a estos últimos votó el republicano Mitt Romney.

En cuanto al segundo cargo, por presunta obstrucción al Congreso, Trump fue absuelto por un total de 53 votos contra 47.

Las reglas de juicio político requieren 67 votos en el Senado para condenar a un presidente y destituirlo de su cargo.

Con una mayoría republicana de 53 senadores frente a 47 demócratas las probabilidades de que Trump fuera condenado eran escasas desde el principio.

Acusación

Luego de una investigación dirigida en gran parte por el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff (demócrata por California), la cámara baja votó el 18 de diciembre por acusar a Trump de ambos cargos. Ningún legislador republicano votó entonces contra Trump por cualquiera de las dos imputaciones.

Cabe recordar que el mandatario fue acusado de abuso de poder por supuestamente presionar durante una llamada telefónica el 25 de julio pasado a su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelensky, para lograr que la justicia ucraniana anunciara dos investigaciones que perjudicaban a sus rivales políticos demócratas, utilizando para ello incluso la congelación días antes de casi 400 millones de dólares en ayuda militar a ese país.

Una de las pesquisas tenía como protagonistas a Joe Biden, precandidato presidencial demócrata, y a su hijo Hunter, por su trabajo en una empresa de gas ucraniana llamada Burisma, cuando su padre era vicepresidente en el gobierno de Barack Obama.

Según la teoría, de la que no existen pruebas, Joe Biden pidió al entonces presidente ucraniano Viktor Yanukovych el despido del fiscal Viktor Shokin con la intención de proteger a la empresa gasera que supuestamente era investigada por este último.

De hecho Trump dijo a Zelensky que haría que su abogado personal, Rudy Giuliani, y el fiscal general William Barr lo llamasen para llegar “al fondo del asunto”. De la conversación se supo gracias a la denuncia de un informante anónimo.

Con ese telón de fondo los demócratas argumentaron que Trump intentó un engaño para salir favorecido en las elecciones presidenciales de 2020, al obligar a un aliado extranjero a manchar a su posible oponente con una investigación criminal.

También argumentaron que Trump obstruyó al Congreso al negarse a entregar cualquier documento durante la investigación de la cámara baja y al presionar a posibles testigos para que no testificaran, con un comunicado de la Casa Blanca que calificaba la investigación del juicio político de “ilegítima” y argumentaba que, por ende, los funcionarios no colaborarían.

La Casa Blanca, la Oficina de Administración y Presupuesto y los departamentos de Estado, Defensa y Energía no entregaron la documentación solicitada por los congresistas demócratas. El juicio político, no obstante, se aprobó.

Impeachment

Durante los argumentos sobre las acusaciones la defensa del republicano sostuvo que Trump no presionó al presidente ucraniano porque nunca le dijo explícitamente que si no echaba a andar las investigaciones Estados Unidos no le daría algo a cambio. Trump ha insistido en que “no hubo quid pro quo” (una cosa por otra). También alegó que el denunciante anónimo —un ex oficial de inteligencia estadunidense— no estuvo presente durante la llamada, ni tampoco la mayoría de los testigos que avalaron en el Congreso su preocupación expresada en la denuncia de que el republicano “utilizó el poder de su cargo para solicitar la injerencia de un país extranjero en las elecciones de 2020”.

Sin embargo los republicanos rechazaron llamar a John Bolton, el entonces consejero de Seguridad Nacional y conocedor de primera mano del tema, a participar de la investigación liderada por los demócratas. Esto constituía una maniobra para impedir al Poder Legislativo ejercer la competencia constitucional de controlar al Ejecutivo.
Durante los días del juicio Washington se aferró a las palabras de un puñado de senadores moderados, tanto demócratas como republicanos, que rompieron con sus partidos en las votaciones anteriores.

Con los demócratas votaron dos republicanos para admitir evidencia adicional, Romney y la senadora de Maine, Susan Collins, pero la medida fue derrotada. Sin embargo, a diferencia de Romney, Collins finalmente votó para absolver a Trump de los cargos en su contra.

Ambas partes, la Casa Blanca y los demócratas, querían reclamar un “voto bipartidista” de su parte. El presidente esperaba sinceramente convencer al menos a un demócrata de votar para absolverlo por al menos un cargo para que su gobierno pudiera haber declarado, técnicamente con precisión, que Trump había sido absuelto por un voto bipartidista.

Finalmente solo los demócratas podrán reclamar dicho voto bipartidista, habiendo convencido a Romney de cruzar las líneas del partido y votar para condenar a Trump por el primer cargo, el de abuso de autoridad.

Este escenario representó el reverso del voto de impugnación de la Cámara de Representantes en diciembre, cuando ningún republicano cruzó las líneas del partido para votar con los demócratas para acusar a Trump, pero varios demócratas cruzaron las líneas para votar en contra de la acusación.

Con el magistrado presidente John Roberts al frente del juicio los senadores que juraron hacer “justicia imparcial” se pusieron de pie junto a sus escritorios y uno a uno votaron “culpable” o “inocente” en un conteo expedito y prácticamente de acuerdo a los lineamientos de su partido. Roberts leyó su declaración de que Trump “queda, en virtud de este acto, absuelto de los cargos”.

La declaración acabó con meses de procedimientos de juicio político iniciados por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y culminados en el Senado, que preside el republicano Mitch McConnell, reflejando la profunda división partidista en el país en el tercer año del gobierno de Trump.

Así lo que inició como una solicitud de Trump a Ucrania se convirtió en un extenso reporte de 28 mil páginas recabado por investigadores de la Cámara de Representantes, en el que se acusó a un presidente estadunidense de involucrarse en una diplomacia cuestionable que ponía en riesgo las relaciones exteriores de Estados Unidos para beneficio personal y político, al presionar a un aliado para investigar a su rival demócrata Joe Biden en anticipación a los próximos comicios.

El resultado no obstante, afirman especialistas, dividió a Estados Unidos, puso a prueba las normas cívicas y fomentó la turbulencia en la contienda de 2020 rumbo a la Casa Blanca.

Reacciones

Luego del veredicto el vicepresidente Mike Pence celebró la absolución del presidente durante el evento Women for Trump en Pensilvania.

Pence dijo a la multitud que “el Senado votó para no destituir al presidente de su cargo, después de meses de una investigación falsa y una investigación partidista; se acabó”, a lo que la multitud aplaudió y comenzó un cántico de “cuatro años más”.

A su vez Nancy Pelosi calificó la decisión de absolver a Trump de los dos cargos de juicio político como un acto de “ilegalidad” orquestado por el senador Mitch McConnell, un “líder rebelde en el Senado que abandonaría cobardemente su deber de defender la Constitución”.

Y agregó que “el presidente Trump fue acusado con el apoyo de la mayoría del pueblo estadunidense, primera vez en la historia de nuestra nación. Y ahora es el primer mandatario en la historia que enfrenta un voto bipartidista para condenarlo en el Senado: 75% de los estadunidenses y muchos miembros del Senado creen que el comportamiento de Trump es incorrecto. Pero los republicanos prefirieron ignorar los hechos, la voluntad del pueblo norteamericano y su deber para con la Constitución”.

La legisladora comentó que “el presidente se jacta de que ha sido absuelto. Pero no puede haber absolución sin un juicio, y no hay juicio sin testigos, documentos y pruebas. Al suprimir las pruebas y rechazar los elementos más básicos de un proceso judicial justo los senadores republicanos se hicieron cómplices voluntarios del encubrimiento del presidente”.

En tanto el líder de la mayoría en el Senado se negó a opinar si la conducta de Trump fue inapropiada. McConnell habló sobre el impacto político de la destitución diciendo que ha sido útil para sus integrantes en contiendas electorales difíciles. También dijo que estaba “sorprendido y decepcionado” con el voto del senador republicano Mitt Romney para condenar a Trump por el primer cargo de juicio político.

Después de la votación los siete fiscales de juicio político del bando demócrata defendieron su caso en un artículo de opinión para el diario The Washington Post. A pesar de haber perdido el juicio, afirmaron, su argumento les dio a los votantes más claridad sobre las próximas elecciones.

“Debido al proceso de destitución los votantes ahora pueden ser advertidos de la condición en que el presidente tratará de asegurar su reelección: violando la ley y socavando nuestra seguridad nacional y la de nuestros aliados”, escribieron.

El líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, expresó que “siempre habrá un asterisco gigante junto a la exoneración del presidente” debido al juicio expedito en el Senado y el rechazo de los republicanos a la presencia de testigos.

Respuesta

Un día después de la sentencia Donald Trump comenzó la jornada en el Desayuno de Oración Nacional, una cita muy señalada que suele celebrarse el primer jueves de febrero desde hace más de medio siglo y reúne a políticos de ambos partidos. El presidente se refirió al proceso por el que acaba de pasar como “un terrible calvario”.

En el escenario donde también se encontraba Pelosi, quien encabezó el juicio político en su contra, Trump destrozó el clima de bipartidismo que suele reinar en el Desayuno de Oración Nacional anual en Washington.

“Como todos saben mi familia, nuestro gran país y su presidente han pasado por una prueba terrible debido a algunas personas muy deshonestas y corruptas, que han hecho todo lo posible por destruirnos y al hacerlo han dañado gravemente a nuestra nación”, al tiempo que con gesto triunfal alzó ejemplares de dos diarios con los titulares “TRUMP ABSUELTO”.

En su alocución Trump indicó: “No me gusta la gente que usa su fe para justificar lo que hacen sabiendo que está mal”, en aparente alusión al senador Romney, el único republicano que votó por la destitución de Trump, quien habló de su fe al justificar su voto.

“Tampoco me gusta la gente que dice ‘rezo por usted’ cuando uno sabe que no es así”, aludiendo a Pelosi, quien lo ha dicho en enfrentamientos públicos con el presidente.

La dirigente demócrata meneó la cabeza varias veces durante el discurso del presidente. Previamente ella había orado por los pobres y perseguidos.

Trump también habló de los esfuerzos de su gobierno en apoyo a la libertad de expresión religiosa, un asunto importante para los cristianos evangélicos que valora como parte importante de su base. Eso incluye proteger la oración en las escuelas públicas y reducir los fondos federales a organizaciones que mantienen servicios de aborto para sus pacientes.

Sus declaraciones, que incluyeron la letanía consabida de logros económicos, emitieron una señal clara de que el Trump posjuicio político está más envalentonado que nunca al encarar su reelección: para el mandatario el mensaje central de su absolución es que incluso en momentos de máximo peligro político el Partido Republicano es suyo.

Todopoderoso

En diversas ocasiones Donald Trump ha dicho que el artículo segundo de la Constitución lo respalda para “hacer lo que yo quiera”, una frase que los demócratas citaron en varias ocasiones durante el juicio y que la defensa del presidente no ha hecho más que respaldar.

Alan Dershowitz, abogado y profesor emérito de Harvard, parte del equipo que defendió a Trump en el juicio político en el Senado, elevó el argumento del propio presidente en el sentido de que “no hubo quid pro quo” en la relación con Ucrania y dibujó un poder presidencial casi ilimitado, lo que generó críticas de expertos en leyes, periodistas, académicos y analistas.

Ante la pregunta del senador republicano de Texas, Ted Cruz, quien fuera estudiante de Dershowitz en Harvard, sobre si importaba o no si Trump forzó un quid pro quo con Ucrania, el abogado respondió: “Si un presidente hace algo que cree que lo ayudará a ser elegido en nombre del interés público, ese no puede ser el tipo de quid pro quo que resulte en un juicio político”.

De acuerdo con este nuevo enfoque de la defensa de Trump, aunque se demostrase que hubo quid pro quo se trataría de uno positivo y no imputable ya que el presidente lo puso en práctica buscando una reelección, la cual entiende como un bien común para el pueblo estadunidense.

Semejante afirmación, entonces, cuestionaron especialistas en leyes, daría luz verde al mandatario (a cualquiera que sea) para hacer lo que mejor le parezca en nombre del interés nacional.

También en las redes sociales cientos de personas cuestionaron la aseveración recordando el posible juicio político contra el ex presidente Richard Nixon y el escándalo de Watergate, con la diferencia de que Nixon se vio obligado a renunciar antes de ser formalmente destituido.

“Alan Dershowitz dejó sin efecto la destitución de Richard Nixon”, señaló John Dean, el asesor legal de la Casa Blanca bajo la presidencia de Nixon, cuyo testimonio fue fundamental en el proceso que llevó a la renuncia del presidente número 37 de Estados Unidos.

Barb McQuade, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y ex fiscal para el Distrito Este de Michigan, criticó el argumento de Dershowitz como “absurdo” y agregó: “Eso significaría que el robo y el encubrimiento del caso Watergate eran permisibles”.

Noah Bookbinder, director ejecutivo de Ciudadanos por la Responsabilidad y la Ética en Washington y antiguo fiscal anticorrupción, sintetizó: “Lo que el abogado del presidente argumentó es que si Trump cree que su propia reelección es de interés público, nada de lo que haga para ser reelegido podría ser una violación imputable. Ese es el pensamiento de los dictadores, no de los presidentes”.

Para el politólogo Stephen Collinson “la defensa de Trump podría establecer el precedente de que el abuso de poder no resulta suficiente para destituir a un presidente sin un delito real. Y la Oficina Oval saldrá más poderosa del proceso porque su absolución consagrará el principio de que un comandante en jefe simplemente puede rechazar las demandas del Congreso sobre evidencias, debilitando drásticamente el control y el equilibrio de los legisladores. Los futuros presidentes pueden llegar a la conclusión de que no hay precio para la exhibición descarada de fuerza del poder, siempre y cuando tengan la lealtad de suficientes senadores”.

El senador demócrata Ed Markey, de Massachusetts, afirmó: “Con este voto estamos convirtiendo a Trump en un dictador. ¿Cómo convenceremos a la gente ahora de que nadie está por encima de la ley? Estamos cediendo el balance y separación de poderes”.

Aunque el legislador resumió lo que describió como “pruebas irrefutables” de que Trump abusó de su poder como presidente y obstruyó la investigación del Congreso al negarse a proporcionar documentos y testimonios el voto del Senado es una señal clara de que el Congreso no puede hacer nada más en su contra.

Daños

Pero entre sumas y restas los expertos coinciden en que el mayor perdedor luego de este juicio político es el Congreso.

“Desde ahora será mucho más difícil hacer cualquier tipo de supervisión al presidente”, aseguró David McLennan, profesor de Ciencias Políticas en Meredith College.

Jon Marshall, profesor de la Universidad Northwestern, dijo a su vez que “será mucho más complicado para el Congreso conseguir documentos, testigos dispuestos a declarar y verificar, entre otras cosas, si el dinero que aprueba y asigna realmente está siendo usado”.

Para los demócratas, que iniciaron el proceso de juicio político, los republicanos envían el mensaje de que cuando se trata de Trump nada importa. El control del mandatario sobre el partido es total.

Algunos senadores republicanos afirmaron que su voto de absolución no significa que aprueben las acciones de Trump al presionar a Ucrania para que lo ayudara a investigar a sus rivales demócratas y califican las acciones del presidente como inapropiadas, pero en general dieron su aprobación expresa a la conducta que llevó a Trump al centro del tercer juicio político en la historia de Estados Unidos.

Es una conclusión apropiada para un presidente que ha pasado tres años probando los límites de su cargo y desafiando a su propio partido a frenarlo, a medida que crecía su poder y su popularidad dentro del Partido Republicano. Ya estaba claro desde el inicio de la investigación de juicio político que los republicanos eran renuentes a desafiar los impulsos de Trump.

Julie Pace, experta en política estadunidense y analista de AP, afirma que “las razones al tratar de explicar la lealtad de los legisladores republicanos hacia Trump son claras: cuando Trump era candidato en las primarias de 2016 casi todos se opusieron a él, a menudo en términos tan duros como los que ahora usan los demócratas; hoy inspira una lealtad con base en el miedo y las represalias pero también en la creencia de que las fortunas políticas de los republicanos están directamente vinculadas con las de él. Aunque eso conlleva riesgos hacia las elecciones presidenciales de noviembre, los republicanos más vulnerables no pueden tener éxito sin él”.

Y en el último argumento de la gallina o el huevo, agregó: “Los senadores republicanos dijeron que no podían apoyar la condena o incluso una audiencia para escuchar nuevos testigos porque el proceso no había sido bipartidista”.

Claudio Fantini, politólogo e internacionalista, señaló en tanto que “debe quedar claro que los senadores republicanos que exoneraron a Trump no lo hicieron por haber demostrado su inocencia o porque la acusación no ameritaba su destitución: simplemente actuaron con disciplina partidaria y no con disciplina constitucional. Es decir, actuaron con la disciplina que les impuso quien lidera ese partido, que es Donald Trump. Y digo que no lograron probar su inocencia porque en este juicio político la Casa Blanca y los congresistas republicanos bloquearon la presentación de pruebas documentales y de testimonios; y dichas pruebas y testimonios hubieran sido clave para que el juicio pudiese develar si efectivamente cometió violaciones graves o si efectivamente no las cometió. El juicio a mi parecer fue solo un acto partidista”.

El Partido Republicano es hoy el partido de Donald Trump. El juicio político al presidente ha culminado en la sumisión del Senado hacia su líder. Enfrentarse a Trump puede suponer un castigo en las urnas para los legisladores que buscan la reelección. También presume un riesgo considerable ante las elecciones presidenciales. Desmontados del control de la Cámara de Representantes los republicanos pueden perder también la Casa Blanca, coinciden los analistas.

Al otro lado de la moneda está Trump, quien tan solo unas horas antes del voto que lo absolvió se paró ante el Congreso que lo juzgó para decir que Estados Unidos es ahora más fuerte y más grande gracias a su presidencia.

Hacia la reelección

La absolución del presidente Trump después del fuerte juicio político en el Senado le proporcionó un momento de triunfo, un sentido de validación. El mandatario, quien tachó la investigación como una “cacería de brujas” y una “farsa” y ya había pronosticado su exoneración, se ha fortalecido políticamente y ya usa el veredicto como himno político en su campaña de reelección.

Y es que los acontecimientos que marcaron la política en Estados Unidos la semana anterior —el discurso sobre el estado de la Unión, la votación del impeachment y las elecciones primarias demócratas en Iowa— mostraron claramente que el presidente Trump ha logrado llevar al terreno de la polarización al sistema estadunidense.

De hecho Trump transformó el discurso respecto del estado de la Unión en un mitin de campaña. Una de las ceremonias más solemnes celebrada anualmente en el Capitolio y donde normalmente los presidentes —sean republicanos o demócratas— expresan y reciben el respeto del Congreso, fue escenario de momentos inéditos. Trump evitó públicamente estrechar la mano de la demócrata Pelosi, quien como presidenta de la Cámara de Representantes presidía la sesión junto al vicepresidente Pence. Una falta de educación. Pelosi aguardó al final del discurso para devolver el golpe y mientras sonaban los aplausos republicanos rompió la copia del discurso presidencial. El gesto fue una demostración evidente de que la ceremonia cayó en el juego de Trump, quien pese a la debilidad demagógica de sus palabras resulta imbatible en el juego sucio.

Lo mismo sucedió luego del proceso de destitución abierto contra el presidente. Fiel a su costumbre Trump tuiteó videos, declaraciones y una danza de dibujos animados para celebrar que fue “reivindicado”.

En lugar de acercarse para curar las heridas, como lo hizo el presidente William Clinton después de su propio juicio político en el Senado en 1999, Trump dejó en claro que planeaba ir a la ofensiva y dijo “Presidente por siempre”.

Además optó por esperar un día más para hacer una aparición pública en donde junto a su personal se burlaron de sus oponentes y se jactaron de la “victoria del país sobre el engaño de la acusación”.

Sin embargo la batalla no ha terminado. Los demócratas en la Cámara de Representantes indicaron que continuarán su investigación y citarán a John Bolton, el ex asesor de Seguridad Nacional del presidente, mientras que los republicanos del Senado se trasladaron a investigar a Hunter Biden por sus negocios en Ucrania, mientras que su padre, el ex vicepresidente Joseph Biden estaba en el cargo.