Por Sergio Pérezgrovas
En pedregal no siembres cereal.
Filosofía popular
Ernesto P. Uruchurtu, nacido en Hermosillo, Sonora, fue un político mexicano, integrante ni más ni menos que del Partido Revolucionario Institucional y regente del Departamento del Distrito Federal durante 14 años (entre 1952 y 1966).
Siendo joven viajó a la capital para estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria y posteriormente ingresó a la UNAM para estudiar Derecho.
Tuvo varios cargos políticos y en 1946 se convirtió en secretario general del PRI, cuyo presidente era Pascacio Gamboa.
Ya como regente tuvo en sus quehaceres el reordenamiento urbano del Distrito Federal y el fortalecimiento del transporte público (principalmente eléctrico). Entre sus obras más importantes destacan el entubamiento del Río Piedad, la construcción del Viaducto, el entubamiento también de Río Churubusco (él decía que los ríos dividían a la ciudad). Imagínense que mandaran a tapar el río Sena en París o el Támesis de Londres. En fin, mandó construir el Periférico, desde el Toreo de Cuatro Caminos hasta Cuemanco.
Durante su periodo se construyeron 180 mercados públicos, entre otros el de La Merced, el de San Juan, el de Sonora, el de La Lagunilla y el de Peralvillo, así como la segunda sección del Bosque de Chapultepec y la montaña rusa más grande de su época (ahora en desuso).
Renunció en 1966 por el violento desalojo de tres mil colonos en el Pedregal de Santa Úrsula, al parecer una obra modernista en la que participaron muchos arquitectos, entre ellos Max Cetto y Luis Barragán, con una extensión de 5.1 kilómetros; es el lugar de las familias más adineradas de México.
Don Ernesto mandó quitar una reja y ahí comenzaron los problemas. Hoy de las 800 casas que hicieron algunos arquitectos jóvenes de la época (Artigas, Attolini, Rosen, Ponce Pino, etcétera) solo quedan 60.
¿Por qué le decían a Uruchurtu el Regente de hierro? Lo puedes imaginar.
El Tigre de Santa Julia
José de Jesús Negrete Medina era el nombre real del Tigre de Santa Julia, el famoso bandolero de la época de don Porfirio.
A Tristán lo que le encantaba era cómo su papá le contaba la historia de cómo fue aprehendido por ahí detrás de una nopalera por el Pedregal de Santa Úrsula. Siempre le decía:
—Pá, cuéntame cómo agarraron al Tigre de Santa Julia, porfa.
—Lo agarraron con los pantalones abajo y cagando mi’jo.
Los dos se cagaban de risa.