UN VIRUS CONTRA LA DICTADURA

No podemos olvidar el costo humano que conlleva una crisis epidemiológica.

Juan Pablo Delgado
Columnas
Foto: Especial
Foto: Especial

¡Ahora sí se armó la gorda! Para todos los panglossianos que decían que todo saldría bien la realidad se les desbordó y ahora nos amenaza con visiones dantescas. Es un hecho: ¡tenemos una emergencia de salud pública global!

Al final de cuentas el mentado coronavirus salió más cabrón que bonito y la OMS tuvo que salir a decirnos que las cosas van muy mal. ¿Qué tan mal? Pues esta emergencia de salud es una de las seis que la OMS ha emitido en su historia. ¡Un despapaye!

Al momento de escribir esto las cifras oficiales son: 40 mil 536 casos confirmados en China con 910 muertes; más de 25 mil sospechas de infecciones, y más de 25 países que han confirmado la presencia de la enfermedad. ¿Lo peor? Seguimos sin ningún medicamento efectivo.

Frente a este panorama se vuelve urgente analizar las consecuencias más allá de la salud pública. Principalmente ver cómo la crisis afectará la imagen, la estabilidad política y el crecimiento de China. Pero vámonos lento porque vamos lejos.

Reputación: primero hablemos del impacto reputacional que está recibiendo China por su cochinero. No solo hemos visto brotes de xenofobia alrededor del mundo, donde los chinos son vistos como focos de infección; también el Departamento de Estado norteamericano emitió una alerta de viaje, pidiendo que nadie visite al país asiático; a esto se suman varias aerolíneas que han decidido dejar de volar hacia China. Por si fuera poco el gobierno de Xi Jinping prohibió a 50 millones de ciudadanos salir de la provincia de Hubei, el epicentro de la enfermedad. Y si la epidemia llegara a afectar a las Olimpiadas en Tokio todo el mundo culpará a China. ¡Terrible óptica y publicidad para una potencia emergente!

Economía: una mala imagen suele traducirse en mala economía, y el crecimiento de 6% que China había previsto en su PIB para 2020 tendrá que recortarse. Si a esto sumamos las caídas en la bolsa de valores, las pérdidas en comercios e industria, y la disrupción en las cadenas de producción, tenemos un problemón gordo. Nada tonto el secretario de Comercio de EU, Wilbur Ross, salió en Fox News a decir que esta situación “ayudará a acelerar el regreso de trabajos a América del Norte”. ¡Muy abusado el viejito!

Molestia

Legitimidad: otro reto mayúsculo para el Partido Comunista Chino (PCCh) es mantener su legitimidad frente a esta crisis. Taisu Zhang, profesor en la Yale Law School, indica que a diferencia de otros problemas políticos cuestionables (reforma de 2018 que permite la reelección indefinida, la crisis de Hong Kong, etcétera) “la situación actual constituye un problema mucho más severo para la legitimidad política” del PCCh. Mientras los problemas anteriores eran censurados por la policía cibernética el coronavirus afecta de manera directa a la ciudadanía, lo que se traduce en muestras de odio y frustración rara vez vistas en un país caracterizado por su opresiva censura. Es un hecho que la población está sumamente molesta por la ineptitud del gobierno central, lo que obligó a Xi Jinping a relajar su postura dictatorial, permitiendo por momentos críticas en internet, la prensa escrita e incluso en los medios oficiales del partido.

Eso sí... en estos tiempos inciertos no podemos olvidar el costo humano que conlleva una crisis epidemiológica. Pero para aquellos que ven con recelo el auge de una China totalitaria como potencia mundial la aparición del coronavirus resulta benéfica en términos geopolíticos, pues erosiona (por lo menos un poco) el poder de Xi y sus secuaces.

En esta batalla contra las fuerzas totalitarias todos los aliados cuentan, incluso los microscópicos.