CREÍA QUE ERA NORMAL

Se trata de construir mapas de senderos juntos, hasta llegar a un lugar nuevo.

Lucy Bravo
Columnas
Foto: Especial
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A medida que se acumulan los años uno se convierte en una especie de inmigrante de un país desaparecido, un país que algunos pueden recordar, pero que las nuevas generaciones pueden encontrar inimaginable o incomprensible. Podrías llamarlo la tierra de antes, antes del ahora, antes de hacer las cosas de cierta manera, antes de decidir que esto o aquello era inaceptable, antes de erradicar para siempre una conducta indeseable.

Cuando era joven no se utilizaba el cinturón de seguridad, se tiraba basura en la calle, no se reciclaba y creía que era normal que a las mujeres se les acosara en las calles, en la escuela o en el trabajo. Creía que era normal que por las noches tuviera que caminar con las llaves entre los nudillos, por si acaso. Creía que era normal que la gran mayoría de los altos puestos, como directivos o presidentes, no fueran ocupados por mujeres.

No me gustaba pero creía que las cosas nunca iban a cambiar.

Hoy el mundo es muy distinto. Y no por algún choque generacional que de manera inevitable envuelve a cada sociedad en distintas etapas sino porque vemos cada vez más conversaciones vigorosas sobre la realidad que vive la mitad del planeta: las mujeres.

Poco a poco, y sin avisar, existe una claridad sobre los derechos, necesidades y verdades de muchas mujeres alrededor del mundo que se siente nueva y diferente.

Voces

Ahora debemos enfrentarnos a diversos cuestionamientos sobre este ajeno paradigma. Uno que tanto hombres como mujeres tenemos que descubrir y redefinir. Eso incluye muchas conductas que hemos interiorizado sin parpadear y que ahora sabemos son parte del problema. A menudo nos preguntan a las mujeres qué queremos, pero creo que no hay una respuesta sencilla. Yo, por ejemplo, quisiera vivir en un mundo donde una mujer no es violentada cada 15 segundos. Me gustaría caminar por las calles en un país donde no mueran once mujeres cada día.

Pero hoy el debate tiene que ser mucho más que eso. Lo que presenciamos es un esfuerzo inmenso en los cinco continentes para cambiar la forma en que imaginamos el género, los derechos, la igualdad, el consentimiento, la libertad, la voz, entre muchas otras cosas. Se trata de plantear aquellas incómodas preguntas para alcanzar nuevas posibilidades que nos permitan despojarnos de tantas conductas nocivas. Será como aprender a ponernos el cinturón de seguridad.

Hoy todos podemos ser una voz en esta conversación global. Se trata de construir mapas de senderos juntos, hasta llegar a un lugar nuevo. O convertirnos en algo nuevo. Y no hay mejor punto de partida que este Día Internacional de la Mujer. Una fecha que más allá de homenajear a las mujeres debe ser un espacio para subir el volumen de aquellas voces hasta hoy silenciadas.