PRIMER EVENTO FEMINISTA QUE RECONOCEN HOMBRES Y MUJERES

Martha Mejía
Política
Foto: Especial
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Teresa Incháustegui Romero, exdirectora del Inmujeres capitalino y exdiputada federal, afirma en entrevista que el feminicidio es como una bola de nieve yendo hacia una pendiente, por lo que hay que detener la violencia desde el inicio y exigirle al gobierno que sancione con tolerancia cero la violencia familiar.

—¿Cuál es su definición de feminismo?


—Me gusta la definición de Gloria Steinem donde lo identifica como un elemento social, pero también como un movimiento intelectual, ambos alentados a defender y reconocer la igualdad plena y completa de las mujeres como parte de la humanidad.

—¿Cuál ha sido el camino del feminismo en el país?


—Han sido dos rutas. La primera, la del feminismo institucional, que viene desde 1945 con la Declaración de los Derechos Humanos y después con la famosa Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW). Dentro de este riel está la femocracia nacional, de la cual yo también he sido parte; es decir, todas estas funcionarias que hemos estado al frente de mecanismos de género para promover la igualdad, pero que hasta hace unos diez años éramos las únicas. El feminismo gozaba de mala fama; las mujeres no querían ser identificadas como feministas porque sobre este mote existía una estigmatización generalizada, misma que todavía persiste en esta idea de la “feminazi”. Pero también hay otro feminismo, uno no doctrinario, no basado en teorías sino en la vivencia real: es el que se ha venido construyendo de generación en generación a partir de la mujer como un sujeto de derechos con igualdad.

—¿Cuál es el panorama que enfrentan hoy las mujeres?

—Con los puntos anteriores se ha conformado un feminismo actitudinal en el que hoy viven gran cantidad de jóvenes, con nueva circunstancia, con un campo más abierto de libertades, oportunidades educativas, culturales, pero que al mismo tiempo lidian con un doble mensaje de la sociedad que es: “Tú no puedes estar en los puestos directivos, tú no puedes ganar lo mismo que un hombre o tú no puedes hacer tal cosa”. Es decir, hay megabrechas culturales, económicas, corporales, físicas que hacen una contradicción enorme para todas las jóvenes, donde por un lado ellas están colocadas desde la propuesta de la meritocracia, es decir, de ganarse los lugares, pero por otro lado está el mundo patriarcal que les dice que esos lugares no son para ellas.

Cadena

—¿En qué momento este feminismo se cruza con la terrible situación de los feminicidios?

—En realidad el feminicidio es la culminación de una cadena de eventos de violencia hacia la mujer, pero también es la omisión del Estado para frenar el encadenamiento de estos actos de violencia. Querer detener al feminicidio es como querer parar una bola de nieve en el momento en que ya está descendiendo en la pendiente y viene encima; hay que detener la violencia desde el inicio. Lo que hay que demandar, pero no desde el victimismo sino desde el derecho, desde la potencia de la ciudadanía, es un derecho a que la justicia detenga toda esta violencia desde que nace, no al final, porque al final nadie la para.

—¿Cuál sería la mejor ruta para hacer esto?

—Exigirle al gobierno que sancione la violencia familiar. Estamos hablando de una cifra aproximada de 300 mil denuncias. El problema es que estas no se convierten en sentencias de nada, no hay medidas que realmente garanticen a la mujer que el hombre que le faltó, que le pegó, no le volverá a levantar la mano. Lo que debe hacer el Estado es “cero tolerancia”. Claro, no es solamente un asunto del Ejecutivo: el Poder Judicial es clave en esto, los ministerios públicos son los que hacen eso, y hay que hablar también de todos los servicios y de todos los apoyos que efectivamente hay para empoderar a la mujer para que no caiga en esas situaciones. Para mí conseguir todo esto conlleva dos condiciones: la primera es que los hombres tienen que cambiar: la exigencia es que se tienen que mover de ese lugar en el que están; y segundo, que el Estado no puede seguir volteando a ver para otro lado.