UN MUNDO SIN FRONTERAS

Para México lo que sigue es la renovada confianza en sus Fuerzas Armadas.

Javier Oliva Posada
Foto: Especial
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Pareciera la letra o el título de una canción pacifista. Tal vez la primera frase de alguna consigna ecologista. Sin embargo, y para nuestro infortunio, se trata de una dramática realidad: un gran error de apreciación que he leído, aprovechando la reclusión, es suponer que las epidemias forman parte de nuestras generaciones o, peor aún, que tienen que ver con un proyecto económico y político determinado.

Basta con hacer una superficial revisión de la historia sanitaria de la humanidad para comprender que lo que hoy pasamos es parte de un ciclo, una etapa, un proceso, pero que nada tiene que ver con conspiraciones, manipulación colectiva o cosas semejantes.

México padece en mayor o menor proporción las consecuencias de una epidemia que gracias a los medios de comunicación convencionales o digitales puede tratarse e incluso contenerse.

Los efectos sobre la sociedad son muy interesantes de analizar. Además de las restricciones a las libertades (tránsito, manifestación, expresión) se observan acciones por parte de la autoridad en México y otros países, donde se limita la capacidad elemental de cualquier ciudadana o ciudadano a señalar su inconformidad respecto de los servicios sanitarios. Por eso es de llamar la atención que conforme pasan los días y las semanas, con mayor frecuencia los gobiernos buscan o demandan la presencia de las Fuerzas Armadas.

En el sexenio de Vicente Fox el Ejército demostró sus capacidades de apoyo a los ciudadanos en situaciones de emergencia al asistir de forma decidida a la población de la ciudad de Nueva Orleans como consecuencia de un devastador ciclón.

Correspondencia

Guardando las proporciones de las catástrofes, ahora es la misma y mejor reacción ante las circunstancias que padecemos en una crisis sanitaria nunca vista. Por lo menos en lo que va del siglo XXI los Estados y sociedades no habían tenido que demostrar a profundidad de qué están hechos o de qué valores se sirven.

Ha quedado en evidencia que no hay fronteras para cuestiones sanitarias o turismo o cualquier otra actividad que implique pasar de un país a otro, pero sobre todo en lo que concierne a los contactos interpersonales de una y otra parte, aquí nos podemos acercar sin saberlo o darnos cuenta a inéditos extremismos. México, desde luego, no ha quedado exento de dicha dinámica. Conforme pasan los años el intercambio de mercancías, y ahora de enfermedades, es más frecuente. La cuestión es cómo cuidarnos sin dejar de lado nuestras costumbres o actividades cotidianas ya que no hay duda de que en los siguientes meses habremos de cuestionarnos el destino de nuestras tradiciones (Día de Muertos, Nochebuena, “puentes”…)

Conforme pasen las semanas y los meses nos vamos a cuestionar sobre si la solución a un problema global es posible de manera individual. Me refiero, desde luego, a los aspectos sociales y colectivos. Por ejemplo, aun con su política aislacionista, la Casa Blanca no podrá hacerle frente a los desafíos que ubican a Estados Unidos como el país con el foco de infección de COVID-19 más importante del mundo; solo mediante la cooperación y el intercambio de información será posible que esa nación pueda controlar y someter la epidemia.

Para México lo que sigue es la renovada confianza en sus Fuerzas Armadas, que sin ser su responsabilidad allí estarán al lado de los más necesitados. No hay duda. No obstante las exigencias de este y otros servicios demandan correspondencia por parte de la sociedad y los ámbitos de gobierno.