El presidente número 45 de Estados Unidos

Contra la mayoría de suposiciones de los analistas, Trump ganó la elección presidencial de EU

Javier Oliva Posada
Columnas
Votaciones Oliva
Foto: Notimex

Contra la enorme mayoría de las suposiciones, especulaciones, sondeos de opinión, proyecciones y sobre todo encuestas, Donald Trump se impuso como aspirante a la Casa Blanca el pasado día 8.

También la casi totalidad de los analistas, incluyéndome, erramos a partir de los cálculos en cuanto a la composición y número de votos de los Colegios Electorales de cada uno de los 50 estados de la Unión Americana.

Al igual que en el Brexit y el “No” a la ratificación de los acuerdos de paz en Colombia entre el gobierno y las FARC, el votante norteamericano reaccionó con un abierto rechazo a los acuerdos cupulares y de élites políticas.

Por principio de cuentas, Trump derrotó a dos grupos y familias de enorme influencia en la política aristocrática de su país: primero al representante del clan Bush, Jeb, durante el proceso interno del Partido Republicano; y, luego, a la familia Clinton en la campaña presidencial. Entre ambos apellidos han gobernado a su país 20 de los 27 años transcurridos entre 1989 y 2017, cuando concluye el segundo mandato de Barack Obama.

En no pocos países, incluyendo al nuestro, desde hace décadas se ha instalado una especie de aristocracia familiar electoral que ha aletargado una de las principales funciones de la democracia: el reciclamiento de grupos y liderazgos.

Asimismo, la forma directa de referirse a los problemas del ciudadano común, además de la evidente manipulación de los prejuicios del electorado de raza blanca, fueron aspectos clave que pueden explicar lo sucedido el martes de la semana pasada.

Sin ambages, Trump aludió al racismo y a los lugares comunes de la descalificación de inmigrantes y minorías de la sociedad en su país. Ninguna de las evidencias de sus excesos retóricos o de conducta, incluso como evasor fiscal, fueron suficientes para restarle simpatías.

Esto también nos remite a lo mala y limitada que fue la candidatura de Hillary Rodham Clinton.

Distinto

Así que Trump no fue un candidato “antisistema”, si bien fue, eso sí, un candidato fuera del círculo del poder y prácticas políticas. Y eso lo proyectó como alguien diferente ante los ojos de los casi 60 millones de votantes.

En su primer discurso como candidato presidencial republicano y en su discurso de cierre de campaña hubo solamente dos compromisos: el primero, desde luego, la construcción del muro para evitar que los mexicanos (“traficantes, violadores y asesinos”, dijo) ingresen a su país, y el segundo la deportación de casi once millones de personas que permanecen en Estados Unidos sin documentos. De ellas, diez millones son de origen mexicano. En los medios internacionales ambos temas fueron de los compromisos más destacados de la gestión en la Casa Blanca que comenzará el 20 de enero, además de la muy comentada y temprana debacle del peso mexicano en su paridad con el dólar.

Donald Trump es el primer presidente en la historia de Estados Unidos que accede al cargo sin haber tenido ninguna experiencia política, ni haber servido a las Fuerzas Armadas. También es el candidato electo con mayor edad, además de no llegar con compromisos públicos, al menos con grupos de su partido o de la élite estadunidense.

Y desde México, sin duda, lamentaremos la imprudente intromisión de funcionarios, aspirantes a la Presidencia de la República, legisladores y representantes sociales en asuntos sensibles de aquel país. ¿Y si por correspondencia en 2018 nos hacen lo mismo? No tendremos forma de acusarlos o reclamarles “violación a la soberanía”.