El libro latinoamericano: un panorama

La industria editorial latinoamericana no tiene todavía una estrategia para hacer frente al libro electrónico.

Hector González
La industria editorial latinoamericana no tiene todavía una estrategia para hacer frente al libro electrónico.
Foto: Internet

¿Qué gobierno no quisiera presumir de encabezar un país con un elevado índice de lectores? Perdón, acotemos: ¿a qué gobierno democrático no le gustaría enarbolar la bandera de la cultura y el conocimiento? En Latinoamérica, presidentes y autoridades no se cansan de diseñar programas, siempre dentro de sus posibilidades, que fomenten la lectura, bajo la promesa de que por definición esto significará una sociedad más desarrollada.

Cada país diseña una estrategia o política encaminada a este fin. En mayor o menor medida, el Estado es el artífice de proyectos que pretenden, al menos en teoría, convertir al libro en un producto indispensable dentro de los planes educativos.

De manera paralela, la industria editorial se revoluciona. El académico francés Roger Chartier ha dicho que después de la invención de la imprenta, esta es la transición más importante en la historia de la lectura.

América Latina, pese a ser la región con mayor cantidad de hispanohablantes, se ha rezagado en la producción y el desarrollo de estrategias que fomenten la industria editorial.

Datos del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlac) confirman que la tendencia de los últimos 20 años se mantiene: España es el referente de las lecturas en castellano.

En términos de importación de títulos impresos, abajo del Río Bravo se concentra 76% de la producción iberoamericana, mientras que España capta apenas 20%; otro 4% restante tiene por destino Portugal. México compra 22% de los volúmenes que circulan en la región.

Lógicamente, en términos de exportación el territorio ibérico es el líder. De 100% de las ventas ellos realizan 54%; le sigue México, con 15%; Colombia, 9%; y Argentina y Chile, con 4 por ciento.

Los números del Cerlac también detallan que 61% de los españoles consume libros; los siguen los argentinos, con 55%; los colombianos, 45%; los peruanos, 35%; y más abajo nuestro país, con 20 por ciento.

En términos de libro electrónico el rezago latinoamericano es aún mayor. Si bien a nivel global se ha incrementado en 30% la edición digital, su consumo es tan ínfimo que no existen datos confiables respecto de su comercio.

Cabría preguntarse qué es lo que tiene a América Latina en este rezago. En México contamos con una Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, que parece reducirse a un precio fijo que no ha producido los resultados esperados: ni los libros han reducido su costo ni se ha incrementado de manera considerable el número de librerías en el interior de la República.

El último informe de la Cámara Nacional de la Industria Editorial demuestra que el principal soporte del sector sigue siento el Estado, que produce 55% de los libros que se generan en el país y consume poco más de 34% de los ofertados por la iniciativa privada; es decir, sin programas como las bibliotecas de aula y escolares, la industria editorial nacional correría el riesgo de naufragar.

¿Cómo se encuentra el sector editorial en el resto del continente? Para ampliar la perspectiva, Vértigo platicó con editores y representantes de las cámaras editoriales de diversos países, quienes detallan las condiciones en que trabajan.

Argentina

La historia de la industria editorial argentina cambió en diciembre de 2001. A partir de la profunda crisis económica, el gobierno la revitalizó a fin de volverla más competitiva.

José Perico Pérez, miembro de la Cámara Argentina del Libro, destaca una serie de políticas gubernamentales: “Hay organismos dedicados a facilitar nuestra presencia en eventos internacionales; contamos con incentivos para la traducción de autores argentinos en lenguas extranjeras. El Estado hace compras importantes a editoriales locales”.

Su posición es opuesta a la del Estado productor de contenidos. “Es mejor un esquema de coediciones. Los editores y el Estado deben crear políticas culturales, no solamente editar títulos”.

Su Ley del Libro no tiene alcances económicos o de deducción de impuestos. “Lamentablemente, De la Rúa la vació de contenidos que eran equilibrio entre los apoyos para las editoriales pequeñas. La idea era que el Estado regresara el IVA al papel para que el editor pudiera producir más. Es cierto que el libro no genera IVA, pero no poder deducir el impuesto sobre el papel provoca un costo extra. Además, contamos con la Ley de Defensa de la Actividad Librera, que establece que los libros tienen un precio único en todo el país y no se puede hacer más de 10% de descuento, salvo en ferias o eventos especiales”.

Conscientes de la importancia del libro digital, al interior de la cámara se creó una comisión dedicada a los nuevos soportes de lectura. En términos de comercio, la ventas de e-books no llega a 1%, aunque la producción va en aumento. Sin embargo, la prioridad de la industria editorial se concentra el abatir el encarecimiento de los libros argentinos en el extranjero: “Nuestro dólar está subvaluado, porque tenemos una inflación de 20 o 30%. No podemos trasladar esa tasa al precio porque la obstaculizamos aún más. Este no es el mejor momento para la penetración del libro argentino en Latinoamérica”.

Colombia

Como todos los países latinoamericanos, Colombia tiene bajos índices de lectura. Según el Cerlac, el consumo de libros por persona es de dos al año. Revertir esa tendencia es una prioridad, asevera Enrique González Villa, presidente de la Cámara Colombiana del Libro.

El editor comenta que desde los ministerios de cultura y educación se trabaja para impulsar la lectura por placer. “Ponemos énfasis en los primeros años del niño”.

En números, en Colombia las industrias culturales contribuyen con 2.7% del Producto Interno Bruto; de este porcentaje, el ramo editorial aporta 1%. El funcionario explica que si bien las cifras son pobres, en realidad el país ha registrado un avance notable. “Somos una nación joven. En 1900 sólo 10% de la gente sabía leer y escribir; en 1950 ya estábamos en 50% de analfabetismo; actualmente, estamos a punto de erradicarlo. No nos preocupa tanto tener un nivel de lectura bajo, porque sabemos que estamos construyendo lectores”.

González Villa confiesa que las políticas públicas se concentran en el apoyo para coediciones, asistencia a ferias nacionales y extranjeras, así como subvenciones para traducciones. “Nuestra queja con el Estado es porque no tiene los niveles de adquisición para las bibliotecas que prevalecen en otros países de América Latina”.

Colombia es de los países donde el Estado no produce los libros de texto. “Pensamos que el gobierno no puede ser editor; corresponde a un particular elaborar los textos y a las autoridades escoger las mejores propuestas”.

Cuenta con una Ley del Libro que privilegia la creación y el fomento a la lectura. Se protege al consumidor en tanto que los volúmenes no pagan IVA; los editores están exentos del impuesto a las ganancias; y el autor no tributa por derechos de autor. La norma no establece el precio fijo, pero los implicados en su circulación lo respetan por consenso.

La penetración del libro electrónico en Colombia es limitada; y pese a que 13% de los títulos ya se ubican en este formato, la venta ronda casi 3 por ciento.